Conocimiento del Hombre y la Providencia de Dios

En otra entrada veíamos algunas voces en la torá escrita y en la literatura rabínica que previenen a los hombres  de pretender un conocimiento de las cuestiones de la creación y la mercabá. Se distingue un conocimiento que es permitido de las cosas que son secretas. Esta distinción también se establece explicando el hecho que las escrituras comiencen con la ב y no con la א. Lo que pasa que la beta es una letra cerrada por todos los sitios y sólo se encuentra abierta por delante. Esto significa que está prohibido investigar lo que estaba antes o debajo de la creación. Lo que está abierto se encuentra en frente del tiempo de la creación (Hagigah 13 a; Yerushalmi Hagigah 2,1). El universo existe en Él y no Él en el universo, tal como lo dice el midrás: El Santo, bendito sea, es el lugar de su Universo, pero el Universo no es Su lugar (Baba Mezia 31b; Sukkah 5a). Todo esto, místico y esotérico, significa que la esencia final de Dios es incomprehensible para el hombre. Esto a pesar que podamos ver las manifestaciones sensibles de Dios en la creación. El universo está lleno del poder y fuerza de Dios…Él ha formado y ha infusionado dentro de ti el aliento de vida. El ha estirado  los cielos y ha extendido las bases de la tierra. Su voz sopla llamas de fuego, razga las montañas por separado, y tritura las rocas. Su arco es de fuego y sus flechas son de llamas. Su lanza es una antorcha, su armadura son las nubes, y su espada un rayo…(ExR 5,14). Pero Dios no es solamente fuerza, o voluntad, sino que también es inteligencia y propósito que se descubre en el mundo. Cada cosa que tu puedas considerar superflua en el mundo como una mosca y un mosquito son partes necesarias  de un orden cósmico creado por el Santo, bendito sea, por Su propósito, sí incluso las serpientes y los sapos (GnR 1,3; 12,1; SifreDt 307).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.