Teología apofática en Dionisio el Areopagita
Muchas de las expresiones que caracterizan a Dios en el A.T., y especialmente en la apocalíptica, están presentes en Dionisio, es el caso de la gloria, luz, el fuego, el trono, la corte celestial etc. (1Re 8; Is 6; Ez 1; 9-11; 43; Dn 7; 1En; 2En; Ap 4-5; 21-22; AsIs). «Verdaderamente las cosas visibles son las manifestaciones, o iconos, de lo invisible» (Ep. X, 1117B) (tomado de Rom 1,20). Estas cosas visibles se hacen presentes en Cristo, y este en la eucaristía y en el corazón de cada bautizado. Esto es especialmente en el caso de los monjes quienes viven en desapego, abandono, apathia y amor (Ep. X, 1117B). En CH I.3 leemos:
«No sería posible para el intelecto humano ser ordenado a la imitación inmaterial de las mentes celestiales (como la de los ángeles) si no tuviese una guía material adecuada considerando la belleza visible como reflejo del esplendor invisible, las fragancias perceptibles como impresiones de las realidades inteligibles, las luces materiales como icono de la luz inmaterial, la enseñanza sagrada y extensa (de las escrituras) como imagen de la plenitud inteligible del intelecto, la jerarquía exterior del clero (una imagen) del estado armonioso y ordenado (del intelecto) que está puesto en orden en vista a las cosas divinas, y nuestra participación de la divina Eucaristía (como icono) de nuestra participación en Jesucristo».
La liturgia, como símbolo, une tres niveles diferentes: el visible y material de la adoración; el invisible y espiritual de la liturgia angelical en torno al trono de Dios; y el mundo interior del alma o mente del creyente. El intelecto humano es incapaz de acercarse a Dios por sí mismo, necesita la ayuda de la liturgia y de la comunidad eclesial. Efraín el Sirio en sus Himnos sobre el Paraíso (46-57) ofrece un paralelo interesante entre (1) la montaña del paraíso, (2) el Sinaí, (3) el templo de Jerusalén, (4) la Iglesia, (5) el ser humano. Y es que en la cima de la montaña del paraíso, en la cima del Sinaí, en el Santo de los santos del Templo, en el altar de la Iglesia, y en las habitaciones interiores del espíritu humano, encontramos a Cristo (pos 974-1089). Consideremos el siguiente texto (EH IV.3.12):
« La teurgia (se refiere a la Encarnación) trasciende los cielos y es super esencial. Es el origen, la esencia y el poder perfeccionador de toda nuestra santificación divinamente trabajada. Porque si el altar divino más íntimo es Jesús, quien es a la vez la consagración divina de las inteligencias celestiales (es decir, los ángeles) (y Él) es a quien, según lo dicho, estamos consagrados y en el misterio totalmente consumidos (literalmente: ofrendas quemadas enteras) tenemos nuestro acceso (a Dios), miremos con ojos supra mundanos este altar divino, por el cual todo lo que está siendo perfeccionado es perfeccionado y santificado, perfeccionado por aquel que es (también) el más divino» (pos1136). En este mismo sentido leemos: «Condúcenos más allá de lo desconocido y de la luz, más allá, a lo más alto de las escrituras místicas, donde los misterios de la teología descansan con simpleza, de modo absoluto e inmutables en la brillante oscuridad del silencio escondido. Allá en las más profundas sombras derraman la luz sobrecogedora» (MT I.1, 997A (141-142:3). De esta manera desde lo sublime de lo sensible se asciende a lo espiritual hasta llegar a la vía negativa:
«Moviéndose aún más alto, decimos que Él es…ni alma ni mente; no tiene ni imaginación ni opinión ni razón ni conocimiento intuitivo. No es razón ni intuición, no puede tampoco ser razonado ni intuido. Él no es la vida ni tampoco vive; Él no es la esencia, ni la eternidad, ni el tiempo…Él no es el Uno, no un dios, ni una diosa. Él no es espíritu, como nosotros entendemos el término, tampoco es el hijo o el padre… Él no es ninguna de las cosas que no son, tampoco ninguna de las cosas que son…más allá de toda afirmación…y más allá de toda negación es la trascendencia de El quien, simplemente, está más allá de todas las cosas y con libertad» (MT V, 1045D-1048B). (pos.1239-1266). Para más detalles: A. Golitzin, Mystagogy: A monastic Reading of Dionysius Areopagita (Cistercian Studies Book 250).