La experiencia visionaria de San Pablo

La experiencia fundante del cristianismo primitivo fue de tipo religiosa. Así, por ejemplo, en 1Cor 15, 6 San Pablo nos dice que, una vez que Cristo resucitado se apareció a Pedro y a los doce, lo hizo a más de quinientas personas. Ahora bien, ¿qué significa esta “aparición” a las quinientas personas? ¿Cómo podemos definir una experiencia religiosa de este tipo? ¿Es analogable a la experiencia de sentir la presencia viva del Señor en medio de la oración? En definitiva, ¿de qué tipo de experiencia religiosa estamos hablando? La primera tendencia para dar razón de tales experiencias es tratar de definirlas a través de categorías que nos parecen más familiares. Hablamos, así, de “misticismo cristiano primitivo” o de “temprana espiritualidad cristiana”. Si bien esta aproximación es válida, sufre de dos limitaciones importantes. La primera, es que consensuar definiciones en torno a conceptos como “misticismo”, “espiritualidad”, incluso el de “experiencia religiosa” es extraordinariamente difícil. La segunda, es que estos conceptos apenas si eran utilizados en la antigüedad. El presente artículo tiene como objetivo explorar las expresiones que utiliza San Pablo para describir la primera experiencia religiosa propia como la de los primeros creyentes.  Este ejercicio nos ayuda a contextualizar y comprender mejor la dinámica propia de las primeras comunidades en su encuentro con el resucitado.

Lo primero que tenemos que decir es que la experiencia religiosa de san Pablo se entiende sólo en el contexto de la apocalíptica judía. El vocabulario utilizado por el apóstol para hablar de sus visiones viene a confirmar este punto de vista. Comencemos con el verbo oraw que implica, en su forma activa, el «contemplar» y, en la pasiva (wfthh), el «ser visible» o «aparecer». Es así como san Pablo señala que vio (ewraka) a Jesús como el Señor (1 Cor 9,1) (forma activa), o que Jesús se le apareció (wfthh) (1 Cor 15,5.6.7.8) (forma pasiva). El uso del pasivo del verbo oraw, esto es,  «ser visto» o «aparecer» («wfthh»), es muy importante. Esta forma verbal se repite en 1 Cor 15,4-8 para hablar de la aparición de Cristo resucitado a Cefas, a los doce, al grupo de más de 500 personas, luego a Santiago, a los apóstoles y, finalmente, al mismo Pablo. La importancia de la fórmula verbal «wfthh» («ser visible» o «aparecer») se aprecia de manera más completa cuando nos fijamos que es la misma que ocupa la traducción griega del Antiguo Testamento (LXX) para referirse a la aparición del Señor a Abraham (Gn 12,7), a Isaac (Gn 26,24), a Jacob (Gn 35,9; 48,3; Ex 6,3), a David (2 Cr 3,1) y a Salomón (1 Re 3,5; 9,2). Es decir que Jesús resucitado «se apareció» o «fue visto» por los primeros cristianos de la misma manera como el Señor fue contemplado por muchos héroes del Antiguo Testamento. Pero hay más. En muchos de los ejemplos veterotestamentarios, el sujeto del verbo «aparecerse» o «ser visto» (wfthh) es «la gloria del Señor» como es el caso de Ex 16,10; Lv 9,23; Nm 14,10; 16,19; 17,7; 20,6; Sal 101,17; Is 35,2; 40,5-6; 60,2; 66,18-19. Esto significa que lo que se ha «aparecido» o «se ha visto» es la gloria de Dios, esa manifestación sensible del poder luminoso de Dios. Estas referencias veterotestamentarias de los LXX nos hacen comprender mejor la tradición bíblica recibida por san Pablo cuando, en el mismo contexto de las apariciones de Jesús resucitado en 1 Cor 15, exclama que estas ocurrieron «según las escrituras» (1 Cor 15,3.4). En otras palabras, las «visiones» o «apariciones» de Jesús resucitado son la manifestación de la gloria de Dios tal y como estaba abundantemente prefigurado en el Antiguo Testamento. Por esto es por lo que podemos entender que para san Pablo Jesús resucitado es «el Señor de la gloria» (1 Cor 2,8); posee «un cuerpo de gloria» (Flp 3,21); el evangelio predicado por Pablo es el de la gloria de Cristo (2 Cor 4,4); «el Dios de nuestro Señor Jesucristo es el Padre de la gloria [identificando a Cristo con la gloria divina]» (Ef 1,17).

Además de oraw, otra palabra fundamental para explicar las experiencias visionarias de san Pablo es «apocalipsis» (apokalipsis), que implica «revelar» o «manifestar» algo que hasta entonces estaba oculto (Rom 8,19; 16,25; 1 Cor 3,13; 2 Tes 2,8). En el caso de san Pablo, los siguientes ejemplos son importantes porque se refieren a la experiencia personal del apóstol: el evangelio que predica ha sido una «revelación» de Jesucristo (Gal 1,12); el apóstol afirma que Dios tuvo a bien «revelarle» a su Hijo (Gal 1,15-16//Ef 3,5)4; que fue testigo de la  «revelación» de la Alianza en la gloria de Cristo (2 Cor 3,8-9.18; 4,4.6); que contempló la «revelación» de Jesucristo (Gal 1,12); «revelaciones» (2 Cor 12,1) de una extraordinaria grandeza (2 Cor 12,7) que recibió una vez que ascendió al tercer cielo o Paraíso; que espera ansiosamente la «revelación» de nuestro Señor Jesucristo (1 Cor 1,7). En la mayoría de estos casos Jesucristo es el revelador y el contenido (visual y/o auditivo) de la revelación. Así, «apocalipsis» o «revelación» implica siempre algún tipo de conocimiento que se revela, en este caso, siempre relacionado con Cristo. En ese sentido, el término «conocimiento» (gnwsis) (Rom 11,33; 1 Cor 8,1.7.11; 12,8; 2 Cor 6,6; 10,5) es importante para entender la experiencia visionaria de Pablo. En Flp 3,8 el apóstol reconoce que ha recibido el «conocimiento de Cristo Jesús mi Señor»; en 2 Cor 4,6 dice que ha recibido el «conocimiento de la gloria de Dios encontrada en e l rostro de Cristo» (2 Cor 4,6).

Otros verbos o palabras que apuntan a la experiencia religiosa del apóstol dicen relación a los dones o misiones que adoptó como consecuencia de estas revelaciones: recibió misericordia (2 Cor 4,1); recibió autoridad (2 Cor 10,8; 13,10); recibió gracia (Rom 1,5; 15,15; 1 Cor 3,10;15,10; Gal 1,9); Dios le envió a predicar a Cristo (1 Cor 1,17). Es verdad que a veces Pablo ocupa un lenguaje que denota una experiencia visionaria interior como es el caso de 2 Cor 4,6 aludiendo a Gn 1,3: «El mismo Dios que mandó a la luz brillar en las tinieblas, es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que en nosotros se irradie la gloria de Dios como brilla en el rostro de Cristo» (2 Cor 4,6). Pero, en general, Pablo se inscribe en la tradicional tendencia apocalíptica judía de la época, esto es, de visiones o revelaciones que son  productos de «ventanas» (Mal 3,10) o «puertas» (Sal 78,23-24; 1En 104,2) celestiales que se abren para descubrir una verdad al visionario en la tierra (Ez 1,1; Ap 19,4; 2Bar 22,1; Evangelio de Pedro 10,1-8; Jn 1,51)6; o visiones y revelaciones que son productos de viajes celestiales del visionario hacia Paraíso, trono de Dios u otro lugar excelso (1En 14,8-24; 2En 1-9; 3En; ApAb 15-18; Ap 4,1; AscIs 7-etc).  Es importante señalar que la moderna distinción entre una realidad objetiva y subjetiva, o lo que es lo mismo, entre una actividad visionaria externa o espiritual, es totalmente artificial en el mundo de la apocalíptica judía de la época. La inmensa mayoría de la gente, aunque reconociesen que solo unos pocos escogidos tienen acceso a las revelaciones celestiales, creían en otras dimensiones de la realidad. Aunque es un asunto controvertido, creemos que la explosión de experiencias visionarias basadas en la apocalíptica judía, sería un factor que explicaría el rápido desarrollo cristológico de las primeras generaciones de cristianos. Y es que el objeto de las revelaciones, Cristo, es portador de la «imagen» (2 Cor 3,18; 4,4; Col 1,15), la «forma» (Flp 2,6-7) y la «gloria (2 Cor 3,8-9.18; 4,4.6) de Dios. Las experiencias visionarias de Pablo, de modo análogo a las grandes teofanías de la historia de Israel, apuntan a la revelación final de la gloria divina. En ese sentido, la redención final y la inclusión de los gentiles ocurre en el ejercicio del ministerio apostólico de Pablo como manifestación de la gloria de Dios en Cristo: «mensajeros [hablando de Tito y de él mismo] de las iglesias y gloria de Cristo» (2 Cor 8,23). Las experiencias religiosas del creyente en san Pablo, por lo tanto, hay que entenderla en el contexto tradicional de la apocalíptica judía donde el fiel tiene acceso a la gloria divina manifestada en la presencia de Cristo resucitado.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.