Simón de Samaria y la «Declaración»
Una obra de los seguidores de Simón de Samaria que ha sobrevivido hasta hoy y que nos permite entrever el pensamiento de uno de los primeros gnósticos es la «Gran Declaración». Su metáfisica todavía es relativamente simple: «A vosotros, entonces, hablo lo que hablo y escribo lo que escribo- este mismo escrito. Existen dos emanaciones de todos los eones, y no tienen ni principio ni fin. Ambos son de una misma raíz o poder, al que llamamos silencio invisible e incromprensible» (Ref 6, 18,2). El «Silencio» cumple la función, entonces, de ser la raíz o deidad principal en el sistema de Simón. De éste emanan dos eones: «Uno de esos eones apareció arriba: el Gran Poder, la Mente del universo, el que domina sobre todas las cosas, y es masculino. El otro está abajo: el Pensamiento, es grande, es femenino, y genera todas las cosas. Uno y el otro se corresponden y forman una pareja. En el espacio intermedio exhiben un inmensurable espacio de aire que no tiene ni principio ni fin» (Ref. 6,18,3). A la Mente se le llama Cielo; mientra que al Pensamiento, Tierra (Ref. 6,13,1). Ambos forman un poder andrógeno. Los dos son formas de la misma realidad unida en un matrimonio santo e inseparable. Solo cuando se mira desde otro ángulo, se ve que son dos formas separadas (Ref 6, 18,17).
En los hombres el Pensamiento, que a veces llama, el Séptimo Poder, se planta como una semilla, la que eventualmente crecerá y florecerá en las conciencias humanas. Esta es la promesa: «lo pequeño llegará a ser grande, y lo grande llegará a ser una eternidad que no cambia y que es infinita, no sujeta más a la generación» (Ref 6,14, 6). Y es que los hombres han sido creados a imagen del Séptimo Poder (Gn 1,26; Ref 6,14, 5-6), lo que significa que están dotados de Pensamiento divino. Ahora y bien, una cosa es la «imagen», otra es la «semejanza». Ésta última se adquiere en la medida que el hombre cultiva el Pensamiento divino en su alma. A través de este proceso, el intelecto del hombre se reune e identifica con la Mente. «Si alguno adquiere la «semejanza» (al Séptimo Poder)…será de sustancialmente, en potencia, en magnitud, en perfección, uno y el mismo como el No Nacido e Infinito Poder» (Ref 6,12,3). Para más detalles: M. David, Desiring Divinity, Self-deification in Early Jewish and Christian Mythmaking 93-97