Más sobre la teoría del Conocimiento en Isaac el Sirio

Para Isaac el Sirio la purificación del intelecto es una condición fundamental para alcanzar el verdadero conocimiento. Perseverancia en la oración limpia el intelecto, lo ilumina, y lo llena con la luz de la verdad. Las virtudes, lideradas por la compasión, proporcionan al intelecto paz y luz. La limpieza del intelecto no es una actividad dialectica, discursiva o teorética, sino un acto de la Gracia a través de la experiencia y es ética en cada aspecto. El intelecto es purificado a través de los ayunos, las vigilias, el silencio, la oración y otras prácticas ascéticas. (Popovic, Orthodox Faith, 136). San Isaac distingue tres tipos de conocimiento. El primero es el relacionado con los sentidos; el segundo, es producto de la unión entre el cuerpo y el alma a través de las virtudes, y el tercero es la perfección, cuando el intelecto toma alas y vuela hacia las realidades incorpóreas y como un peso de plomo desciende al fondo del oceáno insondable, reflexionando sobre lo divino y sobre las cosas maravillosas de la naturaleza espiritual y física, y penetrando los misterios espirituales  que sólo pueden ser comprendidos por una mente simple y flexible. Entonces, los sentidos interiores se despiertan al trabajo de espíritu en esas cosas que pertenecen a la otra realidad, inmortal e incorrruptible. El conocimiento tiene, de manera escondida, aquí, en este mundo una experiencia de la resurrección espiritual que le hace soportar el verdadero testimonio de lo que significa la renovación de todas las cosas (Popovic, Orthodox Faith, 145-146). Este tercer grado de conocimiento se convierte en contemplación que tiene un significado ontológico, ético, y gnoseológico. Significa la concentración en la oración del alma, a través de la acción de la Gracia, sobre los misterios que sobrepasan nuestro entendimiento y que están presentes abundantemente no sólo en la Santísima Trinidad, sino en la persona misma y en toda la creación de Dios (Popovic, Orthodox Faith, 153). El corazón de la persona que contempla, se quema con amor sobre toda la creación: sobre los hombres, pájaros, animales, demonios, y toda creatura. Sus ojos se llenan de lágrimas al pensar y contemplar a las creaturas. Por el gran y poderoso arrepentimiento que contiene su corazón y la forma de su gran paciencia, su corazón se contrae y el no puede ni escuchar ni ver la desfortuna que sufre la creación. Entonces el reza con lágrimas intensamente por las bestias irracionales, por los que se oponen a la verdad, y por aquellos que le hacen daño, para que puedan perseverar y recibir misericordia. Él ora también por los reptiles con gran aflicción, aflicción que no tiene medida en su corazón y que lo une a Dios (Popovic, Orthodox Faith 161-162).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.