La mente del Espíritu (Rm 8, 5-7)

Pablo divide la humanidad entre aquellos que están en Adán y los que están en Cristo (Rm 5,12-21). Los que están en Cristo todavía necesitan ser exhortados a no pecar (Rm 6,1. 11-13. 15-16; 8, 12-13). Estas personas tienen el Espíritu, son del Espíritu (Rm 8,9), todos los demás pertenecen a una esfera de los indefensos, a la humanidad mortal, esto es, los de la carne, la esfera del antiguo Adán. La división se concentra en si la carne está siendo o no transformada por el Espíritu. Entre otras palabras, los que pertenecen a la mente de la carne o a la mente del espíritu: En efecto, los que se dejan guiar por los bajos instintos tienden a lo bajo; los que se dejan guiar por el Espíritu tienden a lo espiritual. Los bajos instintos tienden a la muerte, el Espíritu tiende a la vida y la paz. Porque la tendencia de los bajos instintos se opone a Dios; ya que no se someten a la ley de Dios ni pueden hacerlo (Rm 8,5-7). La nueva manera de pensar en Cristo está empoderada por el Espíritu que habita en los creyentes. El término mente (φρονημα)  implica distintas estructuras de la misma, disposiciones cognitivas, aproximaciones del conocimiento ya sea del Espíritu o de la carne. Así, para Pablo la mente corrupta de Rm 1, 28-31 no es tanto sobre los pensamientos, sino es como una disposición a las cosas de la carne. Es como una disposición ya sea a ser inteligente, filósofo, entrenado, libre, sumiso, maduro, etc. Los estoicos también reflexionaban en φρονημα como disposiciones a pensar ya sea de manera inteligente o moral (cuando la mente está purificada) o de manera estúpida (cuando está dominada por los deseos) [TAsh 1, 7-9; T. Reub 4,8]. Esta manera dual de presentar al hombre, a su disposición de pensar, y por lo tanto de actuar moralmente está claramente atestiguada en la teoría de los dos caminos como lo expresa el Test. ASh 1, 3-5. Ahora bien, para Pablo, y cuando habla de la mente del Espíritu, es aún más que una disposición, es un estar empoderado por la actividad propia de Dios, depende de Dios (Rm 8,2) y tiene el poder de dar un nuevo camino (Rm 8,3). Es más la Ley se plenifica no en aquellos que dependen de la carne, sino en los que lo hacen del Espíritu (Rm 8,3-4). En esta personas predomina la vida y la paz (Rm 8,6.2. 13.). Es bueno recordara que para Pablo la carne no es mala en sí misma, pero es mortal e incapacitada de la perfección moral, es susceptible al pecado (1QH a 7,25; 12,30; 15,40; 1QS 11, 9,12; T.Jud 19,4; T.Zeb 9,7). En otras palabras, el material sobre el cual la Torá debería trabajar, esto es la carne, no era el adecuado puesto que es mortal y susceptible al pecado (Rm 7,14). La mente del Espíritu, en cambio, está liderada por los principios de la justicia tal como aparece en la Torá (Rm 8,2-4), provee obediencia (Ez 36,27; Dt 6,6; Jos 1,8; Salm 1,2; 119, 15.23.48.78.148) y todo esto como parte de ser liderado por el Espíritu (Rm 8,14; Gl 5,16-23). El Espíritu es el elemento fundamental para la Teología Paulina pues activa y continúa la vida en Cristo (Rm 7,6; 8,2.10) y puede transformar el cuerpo de los creyentes (8,11.23) como Dios a través del Espíritu resucitó a Jesús (Rm 1,4). Más que el autocontrol (Gal 5,23), los creyentes han de creer que Cristo está vivo entre ellos (Rm 8,9-10; Gal 2,20). El resultado es la paz del creyente, que es más que la tranquilidad o la ausencia del temor de la muerte (como para los estoicos), sino que es la guardiana de la mente (Flp 4,7)y en contraste con la ansiedad (4,6).  Para más detalles: pos.6475-7010

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.