Jesús como el novio al final de los tiempos

La boda entre Jesús y su pueblo no estará completa hasta el final de los tiempos. Tal como el Gn comienza con la boda entre Adán y Eva, el Ap cierra la historia con la boda entre Jesús y su pueblo cuando exista unos nuevos cielos y una nueva tierra (Ap 21, 1-2). Las siguientes palabras de Jesús adquieren otro significado cuando tenemos en vista la futura boda escatológica: «No se inquieten. Crean en Dios y crean en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho, porque voy a prepararles un lugar.  Cuando haya ido y les tenga preparado un lugar, volveré para llevarlos conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes» (Jn 14,1-3). En el tiempo de Jesús el novio preparaba un lugar en la casa de su padre para su novia antes de sacarla de su hogar. Así, «»Prepara tu trabajo sin», es decir, un lugar de residencia; «y prepáralo para ti en el campo», es decir, una esposa» (BSota 44a). Esta costumbre de preparar un lugar para la novia explica en parte el porque José y María, si bien estaban comprometidos, no vivían juntos hasta que José hubiese preparado antes un lugar (Mt 1,18.25). La llegada del novio en el día de la boda exige que su gente esté preparada, especialmente su novia. El lugar está preparado. El novio viene a llevarse a su novia. «Y escuché un rumor como de una gran multitud, como ruido de aguas torrenciales, como fragor de truenos muy fuertes:
—¡Aleluya ya reina el Señor, Dios [nuestro] Todopoderoso! Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque ha llegado la boda del Cordero, y la novia está preparada» (Ap 19,6-7). Esta boda se representa a través de distintos motivos en el Ap. Así leemos: « Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, bajando del cielo, de Dios, preparada como novia que se arregla para el novio.   Oí una voz potente que salía del trono:    —Mira la morada de Dios entre los hombres: habitará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Les secará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo lo antiguo ha pasado» (Ap 21, 1-4). Tenemos en este texto la descripción de la boda eterna entre el Mesías y su novia, la mujer del cordero, la nueva Jerusalén. La verdadera identidad de la novia del Mesías no es otra sino la Nueva Jerusalén. «Se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas plagas y me habló así:   —Ven que te enseñaré la novia, la esposa del Cordero.
Me trasladó en éxtasis a una montaña grande y elevada y me mostró la Ciudad Santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, de Dios, resplandeciente con la gloria de Dios. Brillaba como piedra preciosa, como jaspe cristalino.  Tenía una muralla grande y alta, con doce puertas y doce ángeles en las puertas, y grabados [los nombres] de las doce tribus de Israel…La muralla de la ciudad tiene doce piedras de cimiento, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero…La ciudad tiene un trazado cuadrangular, igual de ancho que de largo….El aparejo de la muralla era de jaspe, la ciudad de oro puro, límpido como cristal.   Los cimientos de la muralla de la ciudad están adornados con piedras preciosas. El primer cimiento de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda, el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisopraso, el undécimo de turquesa, el duodécimo de amatista.   Las doce puertas son doce perlas, cada puerta una sola perla.   Las calles de la ciudad pavimentadas de oro puro, límpido como cristal.
No vi en ella templo alguno, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo (Ap 21,9-12. 14.16.18-22). Que la novia se identifique con Jerusalén es un motivo veterotestamentario, sin embargo la diferencia es que esta vez Jerusalén se presenta como pura e inmaculada. Así se cumple la profecía de Is 62, 1.3-5: «Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa la aurora de su justicia y su salvación brille como antorcha…Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo».

Además de identificarse a la novia con la nueva Jerusalén, también lo hace con el nuevo Israel. De ahí la mención a las doce puertas, y a las doce tribus de Israel en Ap 21, 12-14. Fijémonos también que las doce joyas que adornan a la Jerusalén celestial son las mismas que porta el sumo sacerdote, y que simbolizan a las doce tribus de Israel (Ex 28,15.17.21.29-30). Así como las doce tribus de Israel están cerca del corazón del sumo sacerdote cuando entra en el Santo de los santos, así Jesús, el nuevo sumo sacerdote, lleva consigo los nombres del nuevo Pueblo de dios en la nueva y eterna ciudad de Dios.

La novia de Cristo se identifica también con el nuevo templo. Este es caracterizado como un cubo en Ap 21, 16: «La ciudad tiene un trazado cuadrangular, igual de ancho que de largo». En otras palabras, el plano de la ciudad celestial se identifica con el cubo de oro del Santo de los santos: «El camarín, en el fondo del templo, lo destinó para colocar allí el arca de la alianza del Señor. El camarín medía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto; lo revistió de oro puro» (1Re 6,19-20). En todo caso sabemos que en la nueva Jerusalén, la novia del Cordero, no habrá templo, porque éste es el mismo Cordero y Dios (Ap 21,22).

La novia de Cristo se identifica también con el nuevo Jardín del Edén. «Me mostró un río de agua viva, brillante como cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza y en los márgenes del río crece el árbol de la vida, que da fruto doce veces: cada mes una cosecha, y sus hojas son medicinales para las naciones.   No habrá allí nada maldito. En ella se encontrará el trono de Dios y del Cordero. Sus siervos lo adorarán y verán su rostro y llevarán en la frente su nombre.   Allí no habrá noche. No les hará falta luz de lámpara ni luz del sol, porque los ilumina el Señor Dios, y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap 22,1-5). Para más detalles: Brant Prite, Jesus the Bridegroom, pos 1618-1815.

 

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.