Introducción a Hermes

Desde una perspectiva general Hermes, el tres veces gran dios, es una amalgama del dios Egipcio Thoth, el tres veces grande, y el dios griego Hermes. Thoth, el tres veces grande, es el dios Egipcio del lenguage, la ciencia y el conocimiento, de lo que es conocido y lo que no es conocido, de lo que es revelado y de lo que es secreto. Se le asocia con todo desde la medicina a la luna. Es la personificación de la razón y el entendimiento, que lleva mensajes a los hombre de los dioses. Participa en el juicio de los muertos en el Hades y conduce a los puros al corazón del Trono de Osiris. Los griegos asociaron luego al Thoth egipcio con su propio dios Hermes. Éste no es otro que la mente del dios sol, aunque alguna vez fue un humano. En otras palabras, Hermes había sido un hombre que se había transformado en un ser extraordinario, un ser divino. A través de un proceso de iniciación, Hermes, el hombre, había ascendido a través de las esferas celestiales. Cuando alcanzó el pinaculo del mundo, donde los dioses viven en los cielos, Hermes señala que su mente fue desconectada, en el sentido que abandonó su cuerpo mortal y permaneció en cuerpo inmortal de un dios, de tal forma que «yo no soy lo que era antes» (Corpus Hermeticum I, XIII, 3). Luego de esta transfiguración, él descendió a la tierra como un nuevo dios, Hermes trimegistus, la Mente de Re, y permaneció en el mundo para revelar los secretos del mundo divino a los hombres y mujeres. Sus seguidores afirmaban que ellos soportan el desdén, el odio y incluso el asesinato por causa de sus enseñanzas sobre Dios y la humanidad divinizada (Corpus Hermeticum IX, 4). Y es que Hermes había revelado una importante enseñanza, la trágica historia de como Dios llego a ser un hombre, atrapado en un inconciencia. Hermes también cuenta como en un tiempo primordial  cuando una serpiente enroscada se levantó de una profunda oscuridad acuosa con un rugido aullante. De su rugido emergieron los cuatro elementos: el fuego, el aire, la tierra, y el agua (Corpus Hermeticum I,4-6, III, 1-2). A este dios se le llama Padre, es hermafródita, de él emerge la vida y la luz. También es conocido como el Bueno. El se manifiesta como la Mente (nous) cósmica, que genera a un segundo dios, de fuego y espíritu, el dios sol que produce el cosmos. Fuera del amor propio, la Mente también produce un hombre arquetípico que es un clon poderoso de Dios mismo. Este clon se agacha para mirar a través del techo cósmico, y cuando lo hace observa su propia figura reflejada en el agua sobre la tierra y de inmediato se enamora de su forma material. Se enamora de tal manera de su forma material que no quiere otra cosa que no sea habitar en su forma material. Y esto precisamente lo que sucede. Él y su forma natural se abrazan y hacen el amor. De alli, dice Hermes, que los hombres tengamos una naturaleza dual: nuestro cuerpo es mortal, mientras que nuestra alma o nous es inmortal. Sin embargo, al encarnarse la mente humana se ha visto deteriorada (Corpus Hermeticum I, 9-15). Existeuna forma peculiar de narcisismo que provoca la caída del ser humano. Dios es capturado en un abrazo erótico con su forma física, un cuerpo débil que lo deteriora. Hermes dirá: «Tomemos el comienzo y viajemos a toda velocidad, porque el camino es muy torcido, dejemos atrás las cosas familiares del presente, para volver a las cosas primordiales de antaño» (IV, 8-9). Entonces en lo más alto del universo, la mente humana se desliga del alma y es impulsada a través del perímetro abovedado del universo para contemplar las cosas fuera del cosmos (XI, 19). La mente del iniciado comienza el proceso de repatrición hacia el Todo (IV, 1-4). «Hazte crecer hasta una inmensidad inconmensurable, superar a todo el cuerpo, superar todo el tiempo, convertirte en eternidad y comprenderás a Dios» (XI, 20). Así la mente del iniciado entra the Ogdiadic región que es el zodiaco sobre las siete esferas planetarias. Al octavo nivel, el iniciado canta himnos al Padre que vive sobre y bajo de Ogdoad, en una región toda suya. Luego la mente del iniciado se apresura más allá del Ogdoad, más allá del cosmos, hacia el Uno y el Único, rindiéndose a los poderes de los lugares superiores. Este es lugar más allá del cosmos donde la Mente  es todo en todo en ella misma, libre de todo cuerpo, sin error, sin afectos, descanzo, conteniendo todas las cosas, y preservando todo lo que existe (Corpus Hermeticum II, 12).

« Eres lo que soy.
Eres lo que sea que haga.
Eres todo lo que digo
Lo eres todo
Y no hay nada más
Lo que no es, tú también lo eres
Eres todo lo que ha llegado a ser
Eres lo que no ha llegado a ser
Tú eres la Mente que entiende
El Padre que hace su trabajo artesanal,
El Dios que actúa
Y el Bueno que hace todas las cosas» (V, 11).

Cuando el iniciado ha llegado a experimentarse a sí mismo «como un ser viviente divino, no comparable a los otros seres vivientes de la tierra, sino a aquellos del cielo arriba, que son llamados dioses» (X, 24-25). Por lo tanto, el mundo se entiende como una trampa, y el cuerpop como una prisión odiosa que nos aparta de la verdad. El cosmos es el resultado de la diversificación del Uno y el Único (XI, 5), por lo tanto es como un segundo dios, un ser inmortal. Su eternidad es tomada del primer Dios, su origen y sosten (VIII, 1-2). Lo que es hermoso y bueno del universo es que llega a ser desde la constante actividad creadorea de el Señor de todo, el dador de vida (XI, 13-14). Cuando contemplamos el universo, estamos viendo la parte visible de Dios (V. 5). Sin embargo, los herméticos son conscientes de que están rodeados de vicios (VI, 3-4), que la mente humana está atrapada a través del alma al cuerpo. Esto es lo que hace que el alma y la mente esten sujetas a la muerte, al deseo y al sufrimiento. El deseo, cuyo origen está en ese abrazo entre la mente y cuerpo, mantiene a la mente sujeta a la existencia material. La lujuria y el deseo material es un problema que es está más allá de todo mal. Adorar al Dios quien es el Todo se realiza a través de himnos y del silencio, más que a través de la fragancia de los sacrificios y el incienso. Para más detalles: A. DeConick, The Gnostic New Age,  p.80-88

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.