La Serpiente en Teodoreto de Cyrrush y en la Oración de Ciriaco
Teodoreto de Cyrruhs escribe sobre la vida de monjes sirios en su Historia Religiosa en el 440. En el capítulo XXI advierte que los errores de Marción se habían desiminado por la región y que incluso en el siglo V seguían activos. En este contexto comenta su visión sobre la serpiente: «Tan pronto como los cantos de los salmos comenzaron, yo ví sobre la villa una serpiente de fuego volando libremente de oeste a este. Luego de orar tres veces, observé de nuevo y la vi enroscarse de tal modo que su cabeza tocaba la punta de su cola. Recite más oraciones y contemplé como se dividía en dos partes para luego esfumarse como el humo». A la mañana siguiente los seguidores de la serpiente aparecieron desde el oeste con espadas y se fraguo un combate. Tras tres horas, este ejército se econtraba a la defensiva, adoptando la misma postura de la serpiente de la visión, esto es, enroscados en sí mismo, la cabeza tocando la punta de su cola. A la octava hora ya habían desaparecido y dejaron el camino libre a la villa. Allí se encontró una serpiente de bronze que los herejes adoraban (PG 82, 1439-1442). Este relato simbólico es interesante desde muchas perspectivas. Primero porque constata la existencia de grupos que «adoraban» a una serpiente que relacionaban con las ideas marcionitas sobre la distinción entre un Dios bueno, trascendente, reflejado en algunos escritos del N.T. y un Dios malo, creador del mundo material, lleno de pasiones, reflejado en el A.T. Es poco probable que la serpiente que supuestamente hayan adorado los marcionitas de este texto represente al dios bueno y trascendente que creían. ¿Quién era la serpiente? Una posible respuesta puede ser que la serpiente represente a Cristo de acuerdo a ciertas interpretaciones posteriores a Marción. La serpiente que tentó a Adán en el paraíso, para muchas escuelas gnósticas, había sido buena porque le había proporcionado conocimiento para liberarce del dios malo que dominaba sobre el mundo material. La misma función provedora de conocimiento era la que se le adjudicaba a Jesús. En todo caso desde el punto de vista de Teodoreto de Cyrruhs la serpiente era el símbolo del error y la herejía de ciertos grupos gnósticos. Y en esta idea no era el único. En La oración de Ciriaco, parte del apócrifo Hechos de la pasión de Ciriaco y Julita donde se nos cuenta que el bendito Ciriaco fue enviado por su madre Julita a una tierra extranjera y luego de muchas aventuras llega a la tierra de las tinieblas. Allí comienza a orar y recuerda que su madre le había dado un vestido decorado de perlas que guardaba como un signo, como una carta del espíritu. Luego llegó a la orilla de un río que se cruzaba sólo los sábados y que fluía desde los abismos. Finalmente el héroe llega a la ciudad de Limnotalasa, que en la versión eslava de la historia se confunde con Babilonia, donde encuentra a la serpiente de oro. En esta ciudad abundaban los mounstros, las serpientes mágicas, muchos demonios, y el rey de las lombrices terrestres cuya punta se juntaba cerrando un círculo con su boca. Sus dientes eran como espadas, sus costados de bronce, su espina dorsal de hierro, y garras de aguila. Esta serpiente comía heno y papiro. Su aliento era de humo. Esta serpiente no sólo se había tragado el rio Jordán, sino que había confundido a los ángeles desobedientes, a Adán y a varios de los héroes del A.T. para que siguiesen el deseo de sus pasiones. Trató de devorar a Ciriaco, pero éste cerró su boca con la carta que llevaba consigo y así se salvó. La oración de Ciriaco claramente bebe de los Hechos de Tomás y del Himno de la perla . Ahora bien, en el relato sobre Ciriaco hay algunos símbolos que no aparecen en el Himno de la perla: que la serpiente se haya tragado el Jordán haría alusión al Leviatan en Job 40,18; el rio que sólo se puede crusar el sábado era una idea judía muy popular ya desde el siglo I y haría alución al límite que separa a las tribus de Israel que después del exilio quedarón aisladas en el Este. Si el cruzar este rio en dirección a Jerusalén era una idea positiva para los judíos en cuanto ilustraba la aspiración de la reunión escatológica de todas las tribus dispersas de Israel; el cruzarlo en dirección a Babilonia implicaba el dolor de la separación y de una muralla definitiva que separaba a las tribus. En el caso de interpretaciones como la de la Oración de Ciriaco, el cruzar el rio en dirección a Babilonia o Limnotalasa, implicaba adentrarse en un mundo de tinieblas, pasiones, y materialidad. Imagen analoga a la de Egipto. Es interesante que desde la perspectiva cristiana esta tierra no sólo está habitada por paganos, sino que también por judíos. A estos se les relacionan con la serpiente en los Hechos de Juan donde se nos dice que Jesús fue hecho prisionero por malvados judíos que eran gobernados por una serpiente. En los Hechos de Pedro, Jesús fue arrestado a instigación de la serpiente. La serpiente, tanto en el Himno de la perla como en la Oración de Ciriaco, desciende del dragón, sea que a éste se le identifique con el Leviatan o con el dragón del Apocalipsis de Juan. En el Ap se dice que el dragón protegia a la gran prostitua, imagen que nos lleva a la idolatría propia de Babilonia (o Roma). Es interesante apuntar a la importancia que tiene en el Ap los vestidos blancos, que si bien representan el martirio y la naturaleza angelical, bien pudieron haber sido interpretados de diversa forma como lo vemos en el Himno de la perla y en la Oración de Ciriaco. En términos generales, que el Himno de la perla o la Oración de Ciriaco deriven de interpretaciones del Ap se deduce del hecho que muchos de las imágenes de estas obras están presentes en la primera: una ciudad corrompida; una gran cantidad de demonios; adoradores del dragón o la serpiente; el rio cerca de la ciudad que sólo puede ser cruzado cuando se encuentra ceco; la derrota final de las bestias gracias a los cellos que portan los fieles; los vestidos blancos de los creyentes; y finalmente, la aplicación de todos estos simbolos a una realidad presente (Roma) y futura (escatología). Para más detalles: A.Mastrocinque, From Jewish Magic to Gnosticism (Mohr Siebeck) 8-18.