La redención en Clemente de Alejandría a través del Conocimiento

Para Clemente de Alejandría Dios no sólo es justo, sino que es el único ser que siempre es el mismo y sus cualidades son inalterables (str. 6.102.4-5). La Bondad de Dios es la ausencia de toda pasión. Dios vive en un estado de perpetua bondad (Str 1.141.2). Su relación con el mundo no es sino manifestación de su amor y bondad. Para Dios cambiar en algo su bondad y amor sería hacer de Él algo menor de lo que es su perfección e inmutabilidad.

En un primer momento el hombre comienza a ser familiar con Dios cuando actúa de acuerdo a la voluntad divina. Además el hombre va adquiriendo sabiduría en la medida que va conociendo sus propias limitaciones y pecado, al mismo tiempo que se da cuenta que la verdadera sabiduría viene de arriba, en contraste con la terrena que está inflada de pecados (Paed. 1.37. 1-2). El hombre cuenta con su libertad que ejercita cada minuto. Cada acción es una opción hacia la libertad o hacia la esclavitud. La verdadera libertad del hombre implica la victoria sobre las pasiones, mientras que la derrota es la sujeción a las pasiones que no es sino una forma de esclavitud (Str 2.118.6). Esto que parece tan estoico se diferencia en que la libertad cristiana significa trascenderse a uno mismo, es darse a Dios y a las personas, liberándose de toda atadura. La libertad cristiana no tiene que ver con la imperturbabilidad sino con un amor ilimitado. La persona que se abandona a los placeres solo esta gratificando su cuerpo, mientras que el asceta  ha liberado su alma de las pasiones, dándole al alma autoridad sobre su cuerpo. Siguiendo a Platón, Clemente repitirá que nuestras acciones malas están motivadas por una falta de libertad, esto es ignorancia y debilidad, y que ambas responden a la falta de conocimiento de uno mismo. Debemos conocer, en primer lugar, las Escrituras, luego la doctrina de la fe. El conocimiento libera al alma de las pasiones y nos hace sabios. El verdadero conocimiento tiene que ver con objetos intelectuales que están más allá de las esferas de este mundo y con objetos más espirituales que los ojos pueden encontrar y los oídos oír. El gnóstico o cristiano perfecto aprende de estas cosas  de un maestro que desvela el santo de los santos en un orden ascendente que lo va haciendo hijo adoptivo de Dios. El objetivo del hombre es hacerse a semejanza de Cristo. Su bautismo y el descenso del Espíritu Santo santificaron a Cristo, lo mismo que puede suceder con nosotros. Cuando somos bautizados, somos iluminados y adquirimos el potencial de ser hijos de Dios. Cristo en la tierra fue completamente impasible y ajeno a los sentimientos del placer y el dolor (Str 6.71.2). El bautismo es limpiarnos de nuestros pecados. El bautismo se llama también iluminación porque nos permite ver a Dios. A través del bautismo el hombre muere con Cristo y es resucitado con Él en la vida del nuevo tiempo. En otras palabras, esto es un proceso que comienza con el bautismo y que termina con la visión de Dios en el tiempo futuro. Es el proceso de divinización. La fe es fundamental, y esta siempre es un don de Dios (Str. 1.38.5), la fe que consiste en una relación personal y comunión con Dios. La nueva vida no es fácil, como la vida de Cristo, está llena de sufrimiento y sacrificios porque la fe no es sólo asentir a una filosofía abstracta, sino a una vida de fe activa y viva. En este progreso, y como hemos dicho, el conocimiento es fundamental. No se trata del conocimiento sólo del bien y el mal, es mucho más que eso. Clemente reconoce que la realización de Dios en el hombre empieza a través de la función mental (Str 5.73.2). El siguiente paso es el encuentro con Dios y el permanecer obediente a su Voluntad (QDS 18.7). Luego el conocimiento de uno mismo es fundamental.El mundo exterior es una referencia a Dios, y la atenta observación de éste nos lleva a buscar a Dios. El hombre ha de comenzar con las cosas inteligibles si el quiere entender las causas de las cosas visibles (Str. 5.8.6). Luego a través de este auto-conocimiento vamos adquiriendo la correcta relación con Dios que nos lleva a la iluminación. Cuando uno se conoce aprende que es un hijo de Dios y eso lo lleva a conocer a Dios como el Padre y buscando el parecerse a Él. A través de este auto-conocimiento  el hombre conoce el propósito de su vida que no es otro sino el cumplimiento de los mandamientos que ha recibido una vez que ha sido adoptado por Dios como su hijo y para su salvación. El auto-conocimiento implica el limpiar su carne y espíritu, se hace libre de todas las ataduras que lo mantienen sobre la tierra y todo queda libre en la ruta del conocimiento de Dios (Paed. 2.1.2-3; Str 4.18.1-2). El verdadero conocimiento nos provee de una profunda comprensión de las cosas humanas y divinas y de todo lo que Cristo le enseñó a los hombres a través de los profetas y de su venida. A Dios como sustancia no se le puede conocer, pero llega a ser visible a través de su actividad. Sin embargo la visión de Dios o de su luz, que Clemente la identifica con Dios, quien es el creador de la luz, y que diluye la ignorancia de la vida del hombre, es un don divino que también es recompensa por el esfuerzo humanno. El esfuerzo de de purificarse constantemente y de regresar a sí mismo y a Dios. El apego a los deseos carnales y a los placeres nos separan de Dios (QDS 28-29.6. . El conocimiento de Dios es como a través de un espejo, esto es, este conocimiento no es de su esencia sino de su actividad a traves de la revelación (Protr 79.3; Str 2.6.1). El mundo presente es sujeto a cambio y corrupción (Str 7.30.2). La Verdad, en cambio, es eterna y no cambia, y se identifica con Dios. La Verdad es un ser real, es Dios (Protr 1.69.1). Dios o el Bien, en la jerarquía del ser, está en lo más sublime. A diferencia de Platón, Clemente agrega un factor importante que es la fe que en una comunión dialectica con el conocimiento de la realidad acceden a Dios. Este conocimiento es un piloto que nos conduce al fin perfecto, le muestra al hombre la vida futura (Str 7. 56.4). Un conocimiento que remueve del alma todo lo que puede ser similar al alma y por su propia luz lleva al hombre por etapas místicas hasta que él es capaz de ver a Dios cara a cara con comprehensión y entendimiento  (Str 7.57.1). Aquel que ha alcanzado este estado de perfección ha contemplado la luz y no necesita volver a los deleites de este mundo. El gnóstico ha liberado su alma de las pasiones y no hace uso de su cuerpo sino en lo elemental para no morir (Str 6.75.3; 7.17.4). En este entendimiento  consiste la perfección del alma gnóstica, porque su entendimiento  significa que el alma esta con el Señor y que está sujeta inmediatamente a Él (Str 7.57. 1-2). Aquel que ha contemplado al Dios invisible vive como un Dios entre los hombres. El alma del gnóstico, se eleva por sobre los de su generación, y llega a ser como un ángel absorto en su contemplación de la voluntad de Dios (Str 4.155.4). Dios llega a imprimir Su imagen y semejanza en este hombre abriendo ante él la verdadera vida. Es por lo tanto imposible para aquellos que están sujetos a las pasiones recibir el verdadero conocimiento de Dios. Este conocimiento lleva al hombre a complementar su vida virtuosa. Y es que cuando el hombre se hace señor de sus pasiones, llega a convertirse en virtuoso, sin olvidar que la vida virtuosa también es fruto de la Gracia de Dios a la que el hombre responde (Paed. 1.34. 1-2). El virtuoso vive una vida interior en calma y en paz con Dios, con el mundo y consigo mismo. La virtud lo lleva a asemejarse a Dios (Str 6.114.6).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.