El templo y la Presencia de Dios (I)

Dios habita en medio de su pueblo. Dios camina con su pueblo. Dios no habita en ningún lugar en particular. Como dice la profecía de Natán: «Esto dice Yavé: ¿Así que tú me vas a construir una casa para que habite en ella? Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta el día de hoy, no he tenido casa donde morar, sino que estaba con ellos y tenía como morada sólo una tienda. Todo el tiempo que he caminado en medio de los israelitas, jamás he dicho a alguno de los jueces de Israel, a los que había puesto como pastores de mi pueblo de Israel: ¿Por qué no me construyen una casa de cedro?» (2Sam 7, 5-7). Otro texto que menciona la misma idea sería: «¿Acaso algún dios ha intentado tomarse un pueblo y sacarlo de en medio de otro pueblo a fuerza de pruebas y de señales, de milagros y de combates, actuando con mano firme y dando grandes golpes, realizando esas cosas grandes que Yavé hizo por ustedes en Egipto y que tú viste con tus propios ojos?» (Dt 4,34). Por último: «Habitaré entre los hijos de Israel y seré su Dios, y sabrán que yo soy Yavé, su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para morar entre ellos. Yo, Yavé, seré su Dios» (Ex 29, 45-46).

Ahora bien, el AT también sostiene que la presencia de Yavé se manifiesta de manera especial en el tabernáculo o templo. Es allí donde la santidad o gloria de Dios se encuentra de manera privilegiada. Esto a través de varías imágenes. La primera es la nube. Como es sabido la nube es la presencia y la permanente manifestación de Dios quien guiaba a Israel día y noche: «Yavé iba delante de ellos señalándoles el camino: de día iba en una columna de nube; de noche, en una columna de fuego, iluminándolos para que anduvieran de noche como de día» (Ex 13,21). Y es que como diría Salomón: «Yavé dijo que habita en la nube» (1Re 8,12). Es interesante en este último ejemplo la palabra es a raphel , esto es, una nube oscura. Esta misma nube se posaba sobre el tabernáculo (primer modelo del templo) llenándolo de tal modo que Moisés no podía ni siquiera entrar. Es importante notar que en el siguiente ejemplo se habla indestintamente de la nube y la gloria: «Entonces la Nube vino a cubrir la Tienda del encuentro y la Gloria de Yavé llenó la Morada. Moisés ya no podía entrar en la Tienda del encuentro, pues la Nube descansaba sobre ella y la Gloria de Yavé llenaba la Morada.» (Ex 40, 34-35) (p.9). Otros ejemplos: Ex 13,21; 40,36-38; Nm 9,15; 12,5; 14,14; Dt 31,15. «Yavé se les apareció en la Tienda, en la columna de nube; la columna estaba a la entrada de la Tienda» (Dt 31,15) (p.9).

En Ex 40,34-35 se habla indistintamente de la nube y la gloria. Si bien se identifican, la nube sería el fenómeno a través del cual la gloria divina se revela. Así en Ex 16,10: «Y mientras Aarón hablaba al pueblo, miraron hacia el desierto: la Gloria de Yavé se apareció en medio de la nube» (Ex 16,10). Otro ejemplo: Ex 40,34. Aún así, la gloria de alguna manera se encuentra más cerca de Dios: «Moisés dijo a Yavé: «Por favor, déjame ver tu Gloria»» (Ex 33, 18). O en el contexto de la inauguración del ministerio de los sacerdotes Yavé promete: «Esto es lo que Yavé les manda hacer para que se les aparezca la Gloria de Yavé» (Lv 9,6) (p.10).  A través de su gloria Yavé hace que su majestad y presencia se hagan visibles de una manera luminosa al modo de la experiencia del Sinaí: «Moisés, pues, subió al monte, al que cubrió en seguida una nube. La Gloria de Yavé estaba bajando sobre el Sinaí, y la nube lo envolvió durante seis días. Al séptimo día, El llamó a Moisés de en medio de la nube. La Gloria de Yavé estaba en la cumbre del monte y los hijos de Israel la veían semejante a un fuego ardiente» (Ex 24, 15-17). Y de nuevo, estos símbolos están presentes en el tabernáculo: «Este es el holocausto perpetuo que se ofrecerá a Yavé de generación en generación a la entrada de la Tienda de las Citas, allí mismo donde me encuentro contigo para hablarte» (Ex 29,42); «La comunidad entera hablaba de tirarles piedras, pero apareció la Gloria de Yavé en la Tienda de las Citas, ante los israelitas» (Nm 14,10). Ver también: Nm 16,19.42. Y en el templo: «Cuando los sacerdotes salían del Santo, la nube ocupó la Casa de Yavé. Los sacerdotes no pudieron continuar su servicio litúrgico debido a la nube, porque la Gloria de Yavé ocupaba toda la Casa de Yavé»(1Re 8,10-11) (p. 11).

La tienda del encuentro (´ohel mo´ed) es otra expresión para hablar de la presencia de Dios. Moisés acostumbraba a ir allí para hablar con Dios (p.11), para recibir los oráculos y donde se hacía manifiesta la nube: «Entonces Moisés tomó la Tienda de campaña y la plantó a cierta distancia, fuera del campamento. La llamó Tienda de las Citas divinas, y todo el que quería consultar a Yavé tenía que ir a la Tienda de la Citas, fuera del campamento» (Ex 33,7).  Esta expresión también significa el tabernáculo: «El día primero del primer mes alzarás la Morada, la Tienda del encuentro. Allí pondrás el arca de la Alianza y cubrirás el arca con la cortina.[…] Colocarás el altar de los holocaustos ante la entrada de la Tienda del encuentro. Pondrás la pila entre la Tienda del encuentro y el Altar y echarás agua en ella» (Ex 40,2-3.6). «Entonces los artesanos más expertos de entre los que ejecutaban el trabajo hicieron la Morada. Hicieron diez cortinas de lino fino retorcido de color jacinto, morado y rojo, adornadas con querubines» (Ex 36,8ss) (ver también: Ex 40,16-35; Lv 17,20) (p.12). Finalmente tenemos el arca del Testimonio (la Tienda, o Tabernáculo) donde, de nuevo, se dice que Yavé revelaba su voluntad, decía sus oráculos y donde se guardaban las tablas de la ley de Moisés. «A la vuelta, bajando del monte, puse las tablas en el Arca que había hecho , y quedaron allí como me lo mandó Yavé» (Dt 10,5). Ahora bien, Dios no sólo revelaba su voluntad en el arca (basta pensar en su voluntad constante a través del cumplimiento de la Torá), sino que también se revelaba a sí mismo: «Allí me encontraré contigo para darte mis órdenes referentes a los hijos de Israel. Te hablaré de encima del Lugar del Perdón, de en medio de los dos querubines puestos sobre el Arca del Testimonio» (Ex 25,22). «Glorifiquen al Señor, nuestro Dios, adórenlo ante el estrado de sus pies. ¡Santo es el Señor!» (Sal 99,5). «¡Entremos en su Morada, postrémonos ante el estrado de sus pies!» (Sal 132,7) (p.13). Para más detalles:  Yves M.J. Congar, The Mystery of the Temple (Westminster: The Newman Press, 1962).

 

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.