El bien en el mal: Jesús desciende a los infiernos (3)

El descendo de Cristo a los infiernos es un tema presente para los padres de la Iglesia desde muy temprano. Ya San Ignacio de Antioquia hablaba de Cristo como «la puerta del Padre, a través de la cual Abraham, Isaac, Jacob y los profetas y los apostoles y la Iglesia entran» (Carta  a los de Fidadelfia 9). Sn Hipolito de Roma menciona que cuando Cristo resucitó, trajo de vuelta a Adán desde el Hades (Sobre la Canción de Moisés [P.G. 10: 612a]). Clemente de Alejandría en su «Stromateis» escribe: «Y como yo pienso, el Salvador también ejerció su poder porque es su misión el salvar; de esta manera, llevó la salvación a aquellos que deseaban, por medio de su predicación del Evangelio, creer en Él, sea donde sea se encontrasen. Por lo tanto, si el Señor descendió al Hades, lo hizo por ninguna otra razon sino el predicar  el Evangelio, y así fue como Él descendió, a predicar el Evangelio o a todos o a los judíos. Si lo hizo a todos, entonces, todos quienes creen han sido salvados, a pesar de que sean gentiles, con tal que hagan su profesión de fe allí» (Stromateis 6,6 [GCS 62 bis, 454-455]). Origenes, en «Contra Celsus» 2.43 escribe: «A continuación, Celsus nos dirige la siguiente observación: «Supongo que no dirás de él que, después de no poder ganar a los que estaban en este mundo, fue al Hades para ganar a los que estaban allí». Pero le guste o no le guste, afirmamos que no solo mientras Jesús estaba en el cuerpo, no solo ganó a unas pocas personas, sino a un número tan grande, que se formó una conspiración en su contra a causa de la multitud de sus seguidores. ; pero también, que cuando se convirtió en un alma, sin la cubierta del cuerpo, habitó entre aquellas almas que estaban sin cobertura corporal, convirtiéndolas a sí mismo como estaban dispuestas, o aquellos a quienes vio, por razones que solo él conocía , para estar mejor adaptado a tal curso». Es interesante distinguir el uso que hace Origenes de dos términos, por una parte «Hades» entendido como «prisión», y por otra, como «lugar de tormento». Cuando Cristo desciende, encuentra dos lugares, uno habitado por los profetas y justos (prisión o Haides) y  otro habitado por los injustos (sheol), a ambos el Salvador les predica. En su «Comentario a Romanos» [5,10] escribe: «Cristo se vació … y asumió la forma de un siervo, sufrió el dominio del tirano y se hizo obediente hasta la muerte. Con esta muerte destruyó a aquel que poseía el poder de la muerte, que es el diablo, para liberar a los que están en poder de la muerte. Por haber atado al hombre fuerte y haberlo conquistado por la cruz, entró en su casa, que es la casa de la muerte, o Hades, y despojó sus bienes, es decir, liberó las almas que la muerte tenía. Es precisamente esto a lo que el Evangelio se refiere enigmáticamente cuando dice: «¿Cómo puede uno entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al hombre fuerte?». Primero lo ató en la cruz y luego entró en su casa, es decir, Hades, y desde allí «ascendió a lo alto» y «dirigió una hueste de cautivos», es decir, los que habían resucitado con él y habían entrado en la Jerusalén celestial. Es por eso que el apóstol dice con razón: «La muerte ya no tiene dominio sobre él»». Los padres capadocios también escribieron mucho respecto al descenso de Jesús a los infiernos. Sn. Basilio el Grande comentando el Salmo 49 (48) señala: ««Están en el infierno como ovejas; la muerte se alimentará de ellos». Él, que se lleva en cautiverio a aquellos que son como bestias y que se comparan con manadas sin sentido, como ovejas, que no tienen la inteligencia ni la capacidad de defenderse, ya que él es un enemigo, ya los ha arrojado a su propia prisión y los entregó a la muerte para alimentarlos. Porque la muerte los cuidó desde el tiempo de Adán hasta la administración de Moisés, hasta que vino el verdadero Pastor, quien entregó su propia vida por ovejas y, por lo tanto, haciéndolos levantarse juntas y llevándolas de la prisión del infierno a la temprana edad. La mañana de la Resurrección, se los entregó a los justos, es decir, a sus santos ángeles, para que los cuiden.»(Homilia del Salmo 48 (49),9 [PG 29:451-454]). San Gregorio de Niza, a su vez, escribe: «Hoy la salvación ha venido al mundo, a lo que es visible, y a lo que es invisible. Cristo ha resucitado de entre los muertos, levántate con Él. Cristo ha regresado a sí mismo, regresa tú también. Cristo es liberado de la tumba, libérate del vínculo del pecado. Las puertas del infierno se abren, y la muerte se destruye, y el viejo Adán queda a un lado, y lo Nuevo se cumple; si algún hombre está en Cristo, él es una nueva criatura; sea renovado … La Pascua del Señor, la Pascua, y nuevamente digo la Pascua al honor de la Trinidad. Esto es para nosotros una fiesta de fiestas y una solemnidad de solemnidades» (Discurso 45,1-2 [PG 36:624 1c]).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.