La Caída de la Sabiduría en el Apócrifo de Juan

 El drama en el mito gnóstico tiene
como elemento común, en la mayoría de los relatos, la caída de la Sabiduría.
Tengamos presente que hay dos principios que sustentan al pleroma o totalidad
divina: la jerarquía (todo emana desde el primer principio hacia abajo
perdiendo en perfección y siempre tendiendo hacia el origen) y las parejas que
van constituyendo la divinidad (todo se origina a través de parejas). En este contexto se entiende el desorden de la
última emanación, la sabiduría.
Como todo eón la sabiduría tiende
hacia el origen…hacia el Espíritu Invisible…En el Apócrifo de Juan,  “la Sabiduría que era un eón, concibió en su interior un pensamiento,
una reflexión acerca del Espíritu invisible y su presencia”
(P.9). El problema es el siguiente: “Deseó manifestarse en una imagen salida de
sí misma sin querer del Espíritu, que no lo consentía, y sin su consorte,
que no daba su aprobación.
Y aunque no lo consentía su personificación
masculina, y sin haber obtenido su acuerdo, y a pesar de haberlo premeditado
sin el consentimiento del Espíritu…ella siguió adelante”
(P.9). En
resumidas cuentas, la sabiduría (como posteriormente el hombre) actuó sin
respeto a la jerarquía, y  sin considerar a su pareja (todo contra la
naturaleza)…guiada por un deseo o una pasión desordenada.  Esto es lo que produce el quiebre de la
divinidad, y es esto lo que necesita ser redimido. Fijémonos también que la
idea subyacente al mito de la sabiduría caída es una particular interpretación
de los primeros tres capítulos del Gn (la sabiduría es una figura al modo de
Eva) como de Platón.  
¿Cuál es el resultado o consecuencia
de este deseo?  Una obra imperfecta y distinta de su forma…que se transfiguró en un extraño dragón con rostro de león, de
ojos resplandecientes como relámpagos.
 Entonces la sabiduría lo arrojó lejos de ella y de aquel lugar a fin de que no viera ninguno
de los inmortales, pues lo había creado en la ignorancia (
el
conocimiento es precisamente lo que redimirá al hombre). Lo envolvió en una nube luminosa y lo colocó en un trono en medio de la
nueve
(Ex 16,10; 19,15-16; 24,16; 34,5; Is 66,1) para que nadie lo viera excepto el Espíritu Santo que es llamado “la
madre de los vivientes” (
Gn 3,20). (P.10). Había nacido así el dios
ignorante y pasional…el dios que los hombres en la tierra adorarán…Yaldabaot. El
drama humano comienza a gestarse desde lejos…por ahora tendremos que esperar a
la creación de este mundo que se caracteriza por su corporalidad oscura…animado por el caos y por el deseo femenino (Zos
1,11-13).
Respecto a la sabiduría cuando vio la maldad que había sobrevenido y
la apostasía que su hijo había protagonizado, se acongojó y cayó en un olvido
en medio de la oscuridad de la ignorancia. No tuvo la audacia de regresar, sino
que comenzó a moverse (Gn 1,2)
(P.13)…Se arrepintió, y rompió en un gran llanto. Los eones de todo el Pleroma
percibieron la amargura de su arrepentimiento y pidieron un socorro para ella
al invisible Espíritu virginal. El Santo Espíritu accedió y derramó sobre ella
un don procedente de todo el Pleroma…Y no fue transportada a su propio eón,
sino más allá de su hijo, a fin de que permaneciera en la enéada
(justo
encima de la octava esfera de las estrellas fijas, a las puertas del Pleroma)  hasta
la rectificación de su deficiencia
 (P. 14) en el final de los tiempos cuando el
Pleroma recupere la luz le ha arrebatado.. .Sofía es hasta el presente como un un velo que divide a la humanidad de las
cosas supernas
(Sobre el origen del
mundo, 5,98
). 

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.