El apofatismo y la participación humana en la divinidad (San Macario y San Gregorio de Palamas)
Hablando sobre la distancia entre Dios y el hombre Sn Macario de Egipto (o pseudo-Macario) dice: «El uno es Dios, el otro no es Dios; el uno es el Señor, el otro es un siervo; el uno es el Creador, el otro es la creatura…y sus naturalezas no tienen nada en común» (Hom. 49// PG XXXIV, 816B). Lo que hace el Pseudo-Macario es distinguir dos cualidades de Dios: su inaccesibilidad y al mismo tiempo su ser comunicable a sus creaturas. La pregunta que surge de esta dialéctica es, ¿cómo es posible que la Trinidad (comunicable e inaccesible) sea objeto de unión y de experiencia mística en general? Comencemos reconociendo que a pesar de que compartimos la misma naturaleza humana de Cristo, y que a través de él somos hijos de Dios, esto no significa que tengamos su misma hipostasis. La hipostasis de Cristo es única porque participa de su naturaleza humana y divina. Y nosotros, hombres, no somos capaces de participar en la esencia divina o en las hipostasis de la Trinidad. Diciendo esto, y de nuevo la dialéctica, podemos participar de algún modo de la naturaleza divina…
Pasando desde el punto de vista cristológico al propiamente divino podemos decir lo mismo: Dios es en su esencia o en su hipostasis inaccesible, pero al mismo tiempo accesible. La accesibilidad de Dios, o la divinización del hombre, se da, de acuerdo con Gregorio de Palamas, a través de la energías. «La iluminación divina, la divinización y la gracia no es la esencia sino la energía de Dios» (Capita física, teológica, moral y práctica 69//PG, CL 1169C). La misma distinción se encuentra, tal vez con no tanta exactitud, en los padres de la Iglesia. Ellos algunas veces llaman al Logos «fuerza» o «poder» (du,namij) del Padre, o su «operación» (evne,rgeia). San Basileo habla de las energías como «manifestándose» en contraposición a la «esencia» incognoscible: «Es a través de Sus energías que nosotros decimos que conocemos a nuestro Dios. No decimos que podamos acercarnos a su esencia, pero que sus energías descienden sobre nosotros, al tiempo que Su energía permanece inaccesible» (Carta 234// PG XXXII, 869 AB). Dionisio dice que la Escritura nos revela a Dios a través de los nombres divinos de acuerdo a las energías con las que Dios se comunica a Sí mismo (De divin.nomin., II, 4// PG III, 649-652). Máximo el confesor expresa la misma idea cuando señala: «Dios es comunicable en aquello que nos da; pero Él no es comunicable en lo incomunicable de su esencia» (PG CXXX, 132 A). Como Dionisio, los padres aplican a las energías el nombre de «rayos de divinidad», penetrando el universo creado. Gregorio Palamas los llama «divinidades», «luz increada» o «gracia». Las energías pueden ser descritas como un modo de existencia de la Trinidad que se manifiesta afuera de su esencia inaccesible. Dios no es en modo alguno disminuido en Sus energías; Él es totalmente presente en cada rayo de Su divinidad. Filareto de Moscú dice que Dios tiene por toda la eternidad la sublimidad de su gloria. Su gloria es la revelación, la manifestación, su reflejo, el vestido de su perfección interna. Dios se revela a Sí mismo su Sí mismo por toda la eternidad a través de la eterna generación de su Hijo consustancial y por la eterna procesión de su Espíritu consustancial. La unidad de la Trinidad brilla de manera imperecedera y sin cambio en su gloria esencial. El Padre es el Padre de la gloria (Ef 1,17); el Hijo es el brillo de su gloria (Heb 1,3); y Él mismo (el Hijo) tiene la gloria que tenía con el Padre antes que el mundo fuera (Jn 17,5). En la gloria divina Dios habita en perfecta felicidad sobre toda gloria, sin necesidad de testigos, sin admitir ninguna división. Pero en Su misericordia e infinito amor desea comunicar su bondad, para crear para Sí mismo seres capaces de compartir en su gozo Su gloria. Su gloria se manifiesta en los poderes celestiales, se refleja en el hombre y cubre de esplendor el mundo visible quien a su vez lo torna a Dios (Choix de sermons et discours de son Eminence Mgr Philarete, French translation by A. Serpinet, 1866, I, pp 3-4). Es en las creaturas donde las energías infinitas y eternas de Dios brillan…en todas las cosas, haciendo que la luz divina replete el orden de lo creado como si éste no fuese capaz de contenerlo (1Tm 6,16).
¿Son las tres hipostasis divinas (Padre, Hijo y Espíritu) en su actuar salvífico (economía de salvación) energías? De nuevo la dialéctica. Sí, este mismo lenguaje puede ocuparse para distinguir las tres hipostasis en Dios: una naturaleza o esencia y las energías personales. Al mismo tiempo, las energías, como las personas, son elementos divinos que no se pueden concebir de manera aparte o separada de la esencia divina, sino como su manifestación, su esplendor eterno. San Cirilo de Alejandría dice: «La operación de la sustancia no creada es un tipo de propiedad común, mientras que es la procesión adecuada de cada Persona, de tal manera que es gracias a las tres hipóstasis que la operación pertenece a cada una como propiedad de una persona perfecta. Por lo tanto, es el Padre quien actúa, pero por el Hijo en el Espíritu; el Hijo actúa también, pero como el poder del Padre, tanto en lo que Él es de Él como en Él de acuerdo con Su propia Hipóstasis. El Espíritu también actúa, porque Él es el Espíritu todopoderoso del Padre y del Hijo» (De Sancta Trinitate, dial VI// PG, LXXV, 1056 A). San Juan Damasceno comentando Heb 1,3 dice que «el Hijo es la imagen del Padre y el Espíritu imagen del Hijo» (De imaginibus III, 17// PG XCIV, 1337 B). En este caso la imagen (ei.kw,n) es la manifestación y la declaración de aquello que permanece oculto.
Por lo tanto, la teología oriental distingue en Dios tres hipostasis, la naturaleza o esencia, y las energías. El Hijo y el Espíritu son, desde un punto de vista, una procesión personal; mientras que las energías serían procesiones naturales. Las energías son inseparables de la esencia o naturaleza, y la naturaleza o esencia son inseparables de las tres personas. Las energías no son accidentes (sumbebhkoi,) de la naturaleza divina (Gregorio de Palamas, Capita Physica, etc 127, 128// PG, CL 1209 C 1212ª). Dios, siendo inaccesible en Su esencia, se presenta a través de sus energías como un espejo, aunque siempre invisible en aquello que El es. Cuando decimos que Dios es Sabiduría, Vida, Verdad, Amor, entendemos que son energías, que son manifestaciones naturales de su esencia, que son externas a la esencia de la Trinidad. La unión con Dios, o la divinización se da con Sus energías, o unión en la gracia. Participamos de su naturaleza divina sin que nuestra esencia se convierta en esencia divina. Las energías no se entienden como algo sobrenatural en contraste con lo natural, sino como algo increado en contraste con lo creado (nosotros). Las energías brillan desde siempre desde la divina esencia. En las energías Él es, Él existe, Él se manifiesta a Si mismo eternamente. Estos rayos divinos penetran todo el universo creado, y son la causa de su existencia. Dios a creado todo a través de sus energías. «La luz estaba en el mundo, y el mundo estaba hecho por la Luz, y el mundo no La conoció» (Jn 1,10). Para más detalles: Vladimir Lossky, The Mystical Theology of the Eastern Church, (New York: St. Vladimir´s Seminary Press, 1976) 68-89.