Los mártires judíos como clave para entender la muerte sacrificial de Jesús

A pesar que existen ejemplos de mártires en el judaísmo temprano, es con los macabeos que esta temática adquiere preeminencia. El contexto es el siguiente. La elite de Jerusalén liderada, primero por el sumo sacerdote Jason, y luego por el usurpador Menelao, quiere refundar la ciudad como una polis griega, con su constitución y orden propio. Estas reformas, apoyadas por el rey seleucida Antioco IV, se comienzan a implementar junto a una política de helenización en el territorio de Judea. El primer libro de los macabeos menciona como aquellos que habían preservado copias de la Tora eran destinados a morir junto a las madres y sus hijos que habían sido circuncidados. Y es que muchos elegían morir antes que profanar la santa alianza. (1Mac, 1, 60-64). El segundo libro de los macabeos, generalmente datado hacia finales del segundo o principios del primer siglo a.c., ofrece relatos más pormenorizados de la suerte de aquellos que se negaban a comer comida ofrecida a los dioses como señal de apostasía. Ejemplos son el del anciano sacerdote Eleazar, los siete hermanos, y la madre de los siete hijos (6,18-7,42). Por una parte el autor de esta obra comparte la teología deutoronomista en el sentido que la suerte o desgracia de Israel son una consecuencia de su fidelidad o no a la alianza. Es un signo de la misericordia de Dios porque éste castiga a su pueblo antes de que sus pecados alcancen el punto álgido de no retorno (2Mac 6,12-17). En ese sentido se entiende la última exclamación del último de los siete hermanos mártires cuando dice que Dios “pronto mostrará misericordia” al “resto de la nación” (2Mac 7,37), y que sus muertes pueden “traer el final del enojo del Altísimo” en contra del pueblo (2Mac 7,38). Los mártires ofrecen sus vidas para reconciliación con Dios que esperan seguirá el periodo de castigo (2Mac 7,33). De hecho es sugerente constatar que inmediatamente después de la muerte de los mártires sigue el episodio de las primeras victorias de Judas y sus hombres en contra de los griegos porque “el enojo del Señor se ha convertido en misericordia” (2Mac 8,5). Los mártires continúan la tradición de Moisés y David quienes según la Mek. Pisha 1. 103-113 ofrecieron sus vidas por la nación desobediente que había provocado la ira de Dios.

El contexto sacrificial de los mártires también adquiere sentido cuando vemos que el templo de Jerusalén se encontraba en estado de impureza. También notemos que los mártires en 2Mac expresan constantemente sus esperanzas en que Dios los vindicará a través de la resurrección (2Mac 7,9.11.14.23.36) o a través de alguna forma de vida después de la muerte (4Mac; Sab 1-5). El libro cuarto de los Macabeos también entiende la muerte de los justos como apelación a la misericordia de Dios (4Mac 6,28), que atraería, eventualmente, la salvación o intervención final de Dios al calmar su ira (4Mac17,22b). En dos ocasiones, sin embargo, el autor de 4 Macabeos ocupa una terminología explícitamente sacrificial y cultual para describir la eficacia de la muerte de los mártires. En la oración del obediente mártir Eleazar escuchamos: “se compasivo con tu pueblo, y has que nuestra condena sea suficiente por ellos. Haced que mi sangre sea por su purificación, y tomad mi vida a cambio de la de ellos” (4Mac 6,28-29). Después del martirio de nueve figuras, el autor elabora un cuadro en términos culticos: “el tirano fue castigado y la tierra fue purificada; ellos fueron como rescate por el pecado de nuestra nación. Y a través de la sangre de estos devotos y sus muertes como sacrificio propiciatorio, la divina providencia preservó a Israel que previamente había castigado” (4Mac 17, 21-22). El autor utiliza dos veces el lenguaje de “purificación” para hablar de los resultados políticos de la resistencia de los mártires (4Mac 1,11; 17,21), lo que significó la expulsión de Antioco y sus fuerzas.

La conexión entre el violento derramamiento de sangre (4Mac 6,29; 17,22) y el intercambio de la vida de uno por la de otro, resuena al sistema sacrificial levítico en el cual la sangre de las victimas sacrificiales era provisto por Dios por la reconciliación entre éste y su pueblo: “como la vida, esta es la sangre que expía por la vida” (referencia a Lv 17,11). Es más 4Mac conecta las historias de Isaac, Daniel y los jóvenes en Asiria (16, 16-23; 18,10-19; Gn 22; Dn 3.6) como prototipos de los mártires. Es conocido como en el segundo templo se desarrollaron ideas que enfatizaban el carácter voluntario del sacrificio de Isaac como respuesta obediente al mandamiento de Dios (Tg.Neof 11,10; Josefo, AJ. 1.232; Pseudo-Filón, LAB 32.2-3). También el sacrificio de Isaac se pensaba como beneficioso para el pueblo de Israel en su relación con Dios. Los méritos de su obediencia resultaron en la elección de Israel (Pseudo Filón, LAB 18,5), y eran recordados delante de Dios en los sacrificios levíticos (Lev. Rah sobre Lv 1,5.10; Tg Neof Lv 22,27), prefigura el sacrificio pascual (Juh 17,15) y mantiene la memoria de Dios favorable a escuchar las oraciones de Israel cuan existen los problemas (Tg Neof Gn 22,14). También pensemos en cómo se debió haber interpretado el los cánticos del Siervo de Isaías a partir del martirio de los macabeos. La mutilación del siervo (Is 52,14; 53,3), los efectos expiatorios de su muerte voluntaria (53, 4-6.8.10.12b), y la consecuente celebración de las virtudes del Siervo (53,121) tiene claros paralelos en 4Macabeos donde la muerte del Justo por la expiación del pueblo tiene un papel importante. Recordemos que el aspecto sacrificial del Siervo está presente en Is 53, 12 donde se dice que derramó su alma hasta la muerte (ver Mc 14,24) y más adelante cuando se dice que su vida es una ofrenda por lo pecados  (Is 53,10)  de muchos (Is 53, 12). En el 4Mac también se menciona la sangre del martir como un agente purificador (6,29) y su muerte como ofrenda propiciatoria (17,22). Para más detalles: Charlesworth, J., y Oegema,G. The Pseudopigrapha and the Christians Origins, p. 52-57.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.