Una buena amiga, gran conocedora de la Biblia, mujer muy independiente y de vasta cultura, me comentaba el otro día lo difícil que era para ella reconciliarse con Pablo y su teología. Lo que precisamente más le costaba de Pablo era su concepción tan deficitaria de la mujer. Como sucede con muchas teólogas feministas ella piensa que las cartas paulinas han contribuido durante siglos a justificar una situación de opresión en relación a las mujeres. Yo argumentaba señalando que esa posición tan «machista» de Pablo era más aparente que real. Pablo se apoyó mucho en las mujeres durante su ministerio. En su carta a los romanos (Capt.16) Pablo saluda a un número considerable de mujeres. Cuando saluda al matrimonio de Prisca y Aquila, siempre la pone a ella antes de su marido (cosa inimaginable en ese tiempo). ¡De Junia llega a reconocer su calidad de apóstol (16,7)! Incluso más, en su famosa fórmula bautismal de Gal 3,28, Pablo apunta a la transformación del bautizado en Cristo que deja atrás toda división de judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer. Entonces mi amiga aludía al conocido texto de 1Cor 14, 33b-36 donde Pablo llama a las mujeres no sólo a callar durante las asambleas cristianas, sino que a someterse como manda la ley. Si las mujeres quieren aprender algo tienen que preguntarle a sus maridos (supongo que las solteras tendrían que quedarse en su ignorancia). ¿Qué tenemos entonces? ¿Es que Pablo se contradice? ¿Es qué no tiene una idea o postura clara respecto a la mujer?
La verdad de las cosas es que el tema de la mujer no es el único caso delicado respecto a ciertas opiniones contradictorias del apóstol de los géntiles. Tan delicado como el ejemplo recien señalado, es su posición respecto al pueblo judío en 1Tes 2, 14b-16 donde señala que estos dieron muerte al Señor Jesús, han perseguido a quienes creen en él, no agradan a Dios, son enemigos de todo el mundo, impiden que los géntiles se salven. Estas palabras han demostrado ser particularmente perjudiciales para el pueblo judío porque han justificado todo tipo de prejuicios y persecuciones en su contra. Y sin embargo, Pablo no sólo nunca renuncia de su ser judío (Flp 3, 4b-6, Rom 11,1) sino que elabora toda una teología en relación a Israel donde reconoce su especial rol en la historia de salvación (Rom 9-11). Entonces, ¿cómo podemos explicar estas contradicciones?
Algunos estudiosos explican estas contradicciones atribuyéndolas a algún escriba que haya agregado estos parrafos controvertidos (1Cor 14,33-36; 1Tes 2,14b-16) mientras copiaba las cartas pensando que interpretaba el verdadero pensamiento paulino. Si consideramos que son un «agregado» de un escriba y hacemos el ejercicio de «quitarlos», nos damos cuenta que efectivamente ni las cartas ni los argumentos paulinos sufren seriamente. Así en el caso de 1Cor vemos que el sujeto del texto en 14, 26-33a es la profecía y que éste tema continúa en 14, 37-40. Es más en algunos manuscritos antiguos 14,33-36 se ubica en una unidad aparte, al final de la carta. Por último, 14,33-36 parece contradecir la actitud general de Pablo respecto a la igualdad entre hombres y mujeres (1Cor 11, 4-5). Estos hechos parecen indicar que efectivamente estos textos fueron agregados por algunos escribas. Sin embargo, este argumento choca con una dificultad hasta ahora insalvable: la falta de pruebas textuales. En otras palabras, no se han encontrado ninguna copia antigua de estas cartas que no contenga estos «agregados», lo que significa que no podemos probar con exactitud que fuesen producto de un escriba. Entonces, ¿qué hacemos con estas contradicciones en el pensamiento paulino? ¿cómo justicar estos textos que nos parecen tan escandalosos?
La verdad de las cosas es que debemos reconocer que las cartas paulinas sí contienen ideas que se contradicen. Esto se explica por varias razones. Primero, porque lo que Pablo escribe son cartas que responden a situaciones concretas, y no tratados de teología sistemática. Segundo, porque la teología sistemática no existe en su tiempo. Y tercero, y quizás lo más profundo de todo, porque Pablo mismo es un hombre de contradicciones (sólo basta estudiar sus opiniones respecto a la Ley). Esto, lejos de escandalizarnos, nos invita a reflexionar de nuevo en cómo Dios ha inspirado las sagradas escrituras. Cuando Dios se revela, se toma en serio la humanidad, no la niega, no la maquilla, sino que se sirve de ella de manera completa, incluso con sus contradicciones.