La fiesta de los Tabernáculos en el tiempo de Jesús

Tres eran las fiestas judías en las
que se peregrinaban a Jerusalén: Pascua, Shavout (o frutos), y Sukkot
(tabernáculos). Esta última tiene una importancia fundamental en el cuarto
evangelio. Jesús se define como agua y luz verdaderas en el marco de esta
fiesta. Pero, ¿en qué consistía esta celebración? ¿Qué se recordaba?  
Primero señalar que  el
tiempo de nuestra alegría, 
tal como
se le conocía, tiene su fundamento bíblico en Lv 23,33-43. Ahora bien, fuente importante del
modo de celebrar esta fiesta se transmitía de manera oral, especialmente el mandamiento de los sauces y el derramamiento del agua. Sucedía de la
siguiente manera: la gente colocaba largas y fuertes ramas de sauce, traídos
desde el Motza (a la afueras de Jerusalén), a lo largo de la fundación del
altar. Se tardaban varios días en traer 
y acomodar los sauces, proceso que se acompañaba con el sonar de
trompetas y el sonido del Shofar de
parte de los sacerdotes y levitas. Los sacerdotes, además, en una ceremonia diaria rodeaban el altar
sosteniendo sus lulavim, que eran unas
especies de ramos de ramas de sauce que se ponían en una base (o jarroncillos)
de oro, mientras que oraban diciendo: Te
rogamos, Oh Señor, por favor sálvanos! Te rogamos, Oh Señor, danos éxito!
En
el último día del festival, que duraba siete días, los sacerdotes rodean el
altar no una vez, sino siete, aludiendo a la conquista de Jérico. 
Además del mandamiento de los sauces, otra fuente
oral que explica esta fiesta es el derramamiento
del agua.
Cada mañana, durante el sacrificio matutino, se derramaba agua
desde el altar produciendo mucha alegría y asombro en la gente.  Recordemos que en la ciudad de David,
específicamente a las sombras del templo, se encuentra una fuente de aguas
naturales conocida como Siloam, la que tenía una fuente significado espiritual.
Cada día del festival los sacerdotes, junto con el pueblo, descendían al Siloam
donde llenaban un termo de oro con capacidad de medio litro para luego ascender
de regreso al templo entrando por la Puerta
del agua.
En la medida que iban ascendiendo por las escaleras eran
saludados por el sonido de las trompetas y el shofar (Is 12,3). Una vez en el templo, el sacerdote encargado de
la liturgia del día, tomaba el termo de oro y ascendía al altar por la rampa.
Una vez arriba se encontraba con dos copas grandes de pata, una mirando al
este, era desde la cual emanaría el vino y se ocupaba en los sacrificios
diarios (tamid); otra mirando al
oeste estaba destinada exclusivamente para esta fiesta para la liberación del
agua. Cada una de estas copas tenía pequeños orificios en los extremos desde
donde salía el vino y el agua. La gracia era que cada una de los chorrillos de
agua y vino tenía que alcanzar la base del altar al mismo tiempo.

Esta ceremonia, como hemos dicho,
acontecía en la mañana. Ahora bien, esto después de largas celebraciones cada
noche en la Corte de las mujeres. Este lugar se encontraba especialmente acondicionado por los sacerdotes quienes habían dispuesto balcones a lo largo de
la periferia. Grandes lámparas se encendían en este lugar para iluminar las
celebraciones hasta el derramamiento de las aguas. Todos participaban de las
fiestas nocturnas. Los lideres del sanedrín, los sabios, los ancianos, todos
junto al pueblo bailaban, cantaban y  se
alegraban al unísono. Además, los levitas se ubicaban en los 15 escalones que
llevaban a la Corte de los Israelitas, donde se había también construido un
taburete, desde donde cantaban con sus arpas y liras evocando los salmos
120-134 (himnos de ascensión) desde la noche hasta el derramamiento del agua y
el vino. Junto a este panorama dos sacerdotes se ubicaban a cada lado de la
Puerta de Nicanor con trompetas de plata que hacían sonar con los primeros
rayos de luz en señal de que era tiempo de descender a la fuente en busca del
agua. De hecho estos dos sacerdotes iban liderando la peregrinación del pueblo
que descendía al Siloam por agua tocando las trompetas en distintas ocasiones:
la primera vez cuando veían el primer rayo de luz, la segunda luego de alcanzar
el décimo escalón descendiendo, la tercera cuando alcanzaban la Corte de las
mujeres, luego de nuevo cuando llegaban a la Puerta este. En este punto los
sacerdotes y todo el pueblo se volteaban simultáneamente y daban la cara al
oeste en dirección al Santuario.  Todos,
a la par, recitaban, parafraseando Ez 8,16: Nuestros
padres estuvieron en este lugar dándole las espaldas al Santuario de Dios, y
sus rostros mirando el este. Ellos se postraron delante del sol mirando el
este. Sin embargo, nosotros somos de Dios y a Dios se tornan nuestros ojos.
Hacemos reverencia a Dios y nuestros ojos lo miran con esperanza.
 Para más detalles: Chaim Richman, The HolyTemple of Jerusalem, p. 63-69. 
Les dejo una película muy buena sobre el espíritu de la fiesta de los tabernáculos tal como se celebra hoy por los judíos más ortodoxos. 

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.