Jesús nuevo Adán en el relato de la maldición de la higuera (Mc 11,12-14.20-24)

La maldición de la higuera en Mc 11,12-14. 20-24 tiene varias particularidades. A diferencia de la parábola lucana, donde la destrucción del árbol es diferida por un año, la versión marcana y mateana versan sobre un milagro donde efectivamente Jesús seca a la higuera. En ninguna otra parte del Evangelio de Marcos se menciona que Jesús tiene hambre, lo que aún es más extraño considerando que recién había recibido la hospitalidad de la gente en Betania (11,11). Pero lo que más llama la atención es la actitud irracional y hostil de Jesús en relación a la higuera considerando que no era la estación de higos (11,13b). Aunque estos elementos no se resuelven por sí mismos, creo que es importante considerar el significado simbólico del relato para atenuar sus contradicciones. El relato no es sobre un Jesús indignado con una higera que no le da frutos en una estación que ni siquiera es la estival. El relato es sobre la humanidad adámica que ha sido maldecida por comer del árbol del conocimiento en el paraíso, y la propuesta de Jesús, el nuevo Adán que no sólo no come de este árbol, sino que maldiciéndolo impide que los hombres vuelvan a ser malditos. Adán había tenido dos encuentros con la higuera. El primero, atestiguado en distintas fuentes, cuando Adán come del fruto del árbol del conocimiento que era una higuera. Tertuliano escribe a inicios del siglo III : ¿Quién puede dudar al declarar que el gran pecado de Adán fue una gran herejía cuando éste se comprometió eligiéndo según su propia voluntad en vez de elegir según la voluntad de Dios? Y es que Adán nunca le dijo a la higuera, «¿Por qué me hiciste esto?» (Contra Marción 2,2). El segundo cuando habiendo pecado se cubre con las hojas del árbol (Gn 3,7). En la versión griega de la Vida de Adán y Eva leemos: Y en ese mismo momento mis ojos se abrieron y supé que estaba desnudo de la justicia con la que había sido vestido. Me arrepentí y le dije al demonio: «¿Por qué me has despojado de la gloria con la cual había sido vestido?» Pero él había descendido del árbol y se había desvanecido. Entonces comencé en mi desnudez a buscar entre las hojas de los árboles cómo esconder mi vergüenza, pero no encontré nada pues tan pronto había comido del fruto todas las hojas de los árboles se habían caído. Todas excepto las hojas de la higuera. Entonces tomé hojas de éste y me hicé una faja, y fue del mismo árbol del cual había comido. De acuerdo al Apócrifo eslavo Об Адаме и Еве cuando Adán pecó todas las hojas de los árboles cayeron, todas a excepción de la de la higuera.  De acuerdo al Gen. Rab. 62,2 después que Adán pecó todos los árboles del paraíso se rehusaron darle alimento, salvo la higuera de la cual había comido: Rabí José dijo: Estas eran higueras. Él aprendió lo obscuro de lo explícito, el significado de algo desde su contexto, entonces: esto se puede comparar a un principe que ha pecado contra una joven esclava. Cuando el rey lo supo lo expulsó de la corte. El principe fue de puerta en puerta por las casas de los esclavos, pero nadie lo recibió. Entonces fue a la casa de la joven con la que había pecado, y ella lo recibió. Lo mismo cuando Adán comió de éste árbol. Dios le expulsó del paraíso, y Adán apeló a todos los árboles, pero estos no le recibieron…pero porque éste habia comido de sus frutos, la higuera le abrió las puertas y lo recibió como está escrito: «Y ellos se cubrieron con las hojas de la higuera» (Gen 3,7). Jesús en Marcos es presentado como el nuevo Adán quien precisamente hace lo contrario del primer Adán.

Pero hay aún más. El contexto de este relato es especialmente iluminador. La maldición de la higuera ocurre cuando Jesús se encamina al Templo y a la mañana siguiente de la purificación de éste. Si la higuera nos transporta al mundo simbólico del paraíso y del hombre caído, el Templo purificado por Jesús (nuevo Adán) nos recuerda que el primer Templo donde Adán sirvió como sumo sacerdote antes de pecar fue precisamente el paraíso como nos lo indica el libro de los Jubileos. En este libro Adán, como sumo sacerdote en relación al Templo, tiene que esperar 40 días antes de entrar para purificarse. Eva tiene que esperar 80 días (3,8-14). Cuando Adán abandona el paraíso quema incienso como ofrenda expiatoria (3,27). Noé sabía que el paraíso era el Santo de los Santos donde habitaba el Señor (8,19). La relación entre el Templo y el paraíso también es clara en el libro de Ezekiel: las murallas del gran hall del Templo estaban decoradas como un jardín, con árboles y con querubines (41,15-20); el Templo se ubicaba en lo alto de una montaña al modo como el profeta vio la ubicación del paraíso (40,2). En el Apocalipsis la Jerusalén celestial es un gran Santo de los Santos (21,15-16), donde se encuentra el árbol de la vida, el Trono de Dios y el rio con aguas vivas (22,1-2). En el Apocalipsis de Moisés se nos narra como Adán perdió sus vestidos de Gloria cuando pecó (20,1-2). Uno de los ideales de los miembros de la comunidad en el Qumran era recuperar toda la gloria de Adán. Por lo tanto, Jesús en el episodio de la higuera en Marcos, es el nuevo sacerdote que no sólo restaura la condición adámica caída, también purifica el Templo para que todas las naciones puedan adorar a Dios (11,17).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.