Creación y Alianza: 4Ezra

Las preguntas que giran en torno al 4Ezra quieren encontrar explicación sobre la destrucción del segundo templo, el por qué Dios castiga a su pueblo cuando los gentiles son peores. La historia del pueblo se entiende comenzando con Adán, luego con Noé y los patriarcas, luego el don de la Torá en el Sinaí, más adelante el mandamiento a David para construir el templo, y finalmente su destrucción en el 586a.c. La historia de Israel se funda con la Alianza de los patriarcas, especialmente con Jacob: Escogiste a Jacob; apartaste a Esaú; Jacob fue padre de una gran multitud (3,16). Dios celebró la Alianza con los descendientes de Jacob (3, 19). Sin embargo, en la primera parte de este libro, el autor reprocha a Dios que si bien Éste celebró una Alianza con el pueblo no le dio la aptitud para poder cumplir totalmente la Torá (3, 21-22). No les quitaste el corazón malo, a fin de que la ley trajera frutos en ellos.21. Pues el primer Adán poseía un corazón malo y fue vencido; no sólo él, sino también por todos aquellos que nacieron de él.22. Entonces esta debilidad permaneció, así como tu ley, en el corazón de los pueblos junto a la mala raíz; el bien desapareció y el mal permaneció. La marca del pecado de Adán dejo una marca permanente en el hombre, el corazón malvado, que lo ha llevado a trasgredir los mandamientos de Dios. En el inicio de esta obra esto implica una injusticia de parte de Dios. Además, el pueblo de Israel tiene su origen en el relato de la creación (6,54-55). Encima de ellos estableciste a Adán como príncipe de todo lo que habías creado anteriormente(21), y es por culpa suya que nosotros, el pueblo que has escogido, hemos caído en el infortunio (u). 55. Digo todo esto ante ti, Señor, porque has dicho: «es a causa de vosotros que he creado el mundo.» A pesar de tener un origen común con los otros pueblos, se reconoce que es Adán y no Abraham  el ancestro de los israelitas (6,54). En todo caso, Israel fue elegido por Dios. Sin embargo, esto no les provee de ningún privilegio, al revés, el autor se queja de que el pueblo se encuentre subyugado por pueblos extranjeros (6, 56-59). Las otras naciones que descienden de Adán son como la nada; se asemejan a la saliva, o a las gotas de agua de un cubo, ellas y sus alegrías. 57. Y ahora, he aquí que estas mismas naciones que son como la nada nos dominan y nos pisotean.58. Y nosotros, tu pueblo al que decías: «Sois mi primogénito(22), mi hijo único al que amo», estamos en sus manos. 59. Si has creado el mundo para nosotros, ¿por qué no lo poseemos como herencia.

Esta crisis de sentido se comienza a revertir cuando a través de unas visiones el autor comprende el verdadero sentido de la figura de Moisés y la alianza sinaítica (9, 29-37).  Señor, Dios mío, les apareciste a nuestros padres en la soledad, en la tierra desierta donde no había ni bosque ni hierba 30. Y dijiste: Israel, escúchame, [tú, simiente de Jacob](ll) atiende a mi voz. 31. Sembraré mi ley entre vosotros; traerá frutos en vosotros y por ella seréis ilustres en este mundo. 32. Pero habiendo recibido la ley, nuestros padres no la guardaron; no quedaron en tu partido (m). Entonces el fruto de la ley no fue perdido, pues no era posible que se perdiera, ya que viene de ti. 33. Aquellos que lo habían recibido perecieron por no haber guardado lo que tú habías sembrado entre ellos. 34. Pues es tu ley; (del mismo modo que) la tierra después de haber recibido la simiente; el mar después de haber sido surcado por el navío; el cuenco, después de haber colocado el alimento en él. 35. Cuando llega el momento de perecer, ya sea para esta simiente, ya para aquellos que han sido colocado (en el cuenco), todo esto es destruido, aunque aquel que lo ha recibido subsiste; pero con nosotros no ocurre lo mismo. 36. Los que hemos recibido tu ley y hemos pecado, perecemos con nuestro corazón que la ha recibido. 37. Tu ley no perece, mas subsiste en toda su gloria (n). 38. Miré entonces con mis ojos y vi a mi derecha a una mujer que gritaba y lloraba; su alma estaba muy afligida; sus vestiduras estaban rasgadas y su cabeza cubierta de ceniza. En este texto el éxodo y  la alianza sinaítica se caracterizan como el momento originario del pueblo de Israel. A diferencia de 3, 19-21 donde se culpa a Dios de no hacer a los israelitas capaces de cumplir la ley, aquí, en 9,32 se culpa a los propios israelitas de no cumplirla. El rol que han jugado los gentiles en la destrucción del templo tampoco juega un papel importante como en los capítulos precedentes. Al destruir el templo Dios ha tratado a los israelitas del tiempo de Ezra del mismo modo como ya lo había hecho con los del pasado. 

Las visiones de Ezra (capt. 10-13) reafirman la alianza de Dios y el pueblo. Dios actuará a favor de su pueblo, pero no en el presente, como espera Ezra, sino en el futuro a partir de la figura del Mesías a quien Dios ha mantenido preparado por muchas eras (13,26). El Mesías va a reunir a las diez tribus de Israel que fueron tomadas cautivas por el rey sirio Hoshea (13,40). En términos generales, la destrucción del templo es sólo una aparente ruptura de la alianza, y es que Dios mantiene intactos sus planes salvíficos, la redención del pueblo tal como se formuló en la creación. Y es en este contexto que la alianza sinaítica adquiere nueva preeminencia (capt. 14, 29-35). 29. Vuestros padres permanecieron antaño en la tierra de Egipto(5) y él (Dios) los liberó.30. Recibieron la ley de vida y no la guardaron, y vosotros, sus sucesores, les habéis desobedecido.31. Nos ha dado la tierra, nos ha hecho heredar el país de Sión; vosotros y vuestros padres, habéis hecho el mal y no habéis seguido las vías que el Altísimo(j) os había prescrito.32. Como es un juez equitativo(k), os ha quitado lo que en su tiempo os dio.33. Ahora estáis aquí, y vuestros hermanos están entre vosotros(l).34. Si os sometéis en vuestros corazones, si corregís vuestros espíritus, si guardáis vuestras vidas, no moriréis.35. Pues el juicio vendrá después de la muerte y no os hará vivir. Entonces aparecerán los nombres de los justos; las acciones de los pecadores se descubrirán. Esta visión del Sinaí enfatiza la fidelidad de Dios sobre el pecado y el castigo. El pueblo ha recibido la Tora e inmediatamente pecó, sin embargo Dios igual le dio la tierra. Una vez en la tierra, el pueblo siguió pecando lo que condicionó la respuesta de Dios como un juez justo. Pero, y de nuevo, el acento no está puesto en el pecado o en el castigo, sino más bien en la fidelidad de Dios en la Alianza, por lo menos en relación a aquellos que le son fieles. En este contexto, Ezra aparece como un segundo Moisés (14, 1-9). 1. Al tercer día(a), mientras estaba bajo un árbol, 2. Una voz que venía del lado de este árbol llegó a mí, diciéndome: ¡Esdras, Esdras! Le respondí: ¡Heme aquí! Me levanté y me enderecé. 3. La voz prosiguió: Me aparecí a Moisés y le hablé desde el espino(1), cuando mi pueblo era esclavo en Egipto (Gëbs). 4. Lo envié como mensajero; hice que mi pueblo saliera de Egipto(2), lo conduje al monte Sinaí(3) (Sinä) y lo establecí cerca de mí (b) durante mucho tiempo, 5. Le conté muchas maravillas, le expliqué el misterio de los días, le hice conocer los últimos tiempos, 6. Le di esta orden: Explica esto, esconde esto otro. 7. Y ahora te digo: 8. Los signos que te he indicado, el sueño que has visto, la explicación que has oído, guárdalos en tu corazón, 9. Pues se te raptará de en medio de los hombres, y permanecerás junto a mi Hijo(c). Veamos también 14,13. 20.21.22.Dios le pide a Ezra, como a Moisés en su tiempo, aislarse por 40 días y escribir 24 libros.La Alianza del Sinaí, y la figura de Ezra como Moisés viene entonces a explicar la situación presente del autor de este libro. 

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.