La
Ascensión de Isaías contiene tres libros:
El martirio de Isaías (1-5),
el Testamento de Ezekías (3,14-4,18), y
La visión de Isaías (6-11). Cada uno de estos libros datan de períodos distintos, desde el II o I a.c. (
El martirio de Isaías) hasta el siglo II (
La visión de Isaías), y se pusieron juntos en algún momento del siglo III o IV. La Visión de Isaías (6-11) es un texto de carácter apocalíptico. Describe cómo Isaías fue arrebatado para ascender a los cielos: “
Y mientras él estaba hablando lleno del Espíritu Santo todos le escuchaban. De pronto guardó silencio, su mente fue arrastrada hacia arriba, y no pudo ver a los hombres que estaban ante él. Sus ojos estaban abiertos, pero sus labios guardaban silencio y su mente fue atraída hacia arriba.” (6,10-11). El relato describe el viaje de Isaías hasta el séptimo cielo. Antes de llegar al primero, Isaías contempla la guerra que libran los ángeles, ve cómo Sammael conduce las huestes de ángeles caídos, y le es revelado que la guerra terminará cuando el Hijo venga y venza (7,9-12). Este desorden, que es reflejo del de la tierra como imagen de un espejo, impide que podamos contemplar la gloria de Dios (7,10). Ahora bien, a medida que sigue su ascensión alejándose de primer cielo puede ir contemplando los tronos de Dios. Hasta el quinto se repite el esquema: en cada cielo contempla un trono más glorioso que el anterior, con una multitud de ángeles a la derecha y a la izquierda alabando el trono.En el sexto, en el que la gloria es más grande y la luz más brillante que en todos los demás, no se ven ni ángeles a la izquierda ni trono alguno. En éste todos los ángeles son iguales y alaban a una voz a la Santísima Trinidad (8,18). Este cielo se rige directamente por la presencia gloriosa del séptimo cielo (8,7).En este cielo Isaías, trasformado en ángel (9,30), adora a Cristo (9,31). Abre el libro y adora, en primer lugar, a la Gran Gloria (9,37; 10,16; 11,32), al Inefable, al Glorioso, al Altísimo, al Padre del Señor (10,2.7). Adora también adora al Señor, al Hijo, y finalmente, al Espíritu Santo (9,35) dándonos una idea jerarquizada de la Trinidad.
La trasformación-exaltación de Isaías se expresa en los ropajes que ha de vestir para contemplar a la Trinidad: “Se le permite a Isaías subir más arriba porque allí tiene sus vestidos” (9,2); “De nuevo fui una vez más transformado y comencé a ser como un ángel”. Lo mismo se dice de la transformación experimentada por algunos justos como en el caso de Enoc: “Allí pude contemplar a Enoc y a todos los que estaban con él sin sus vestidos de carne. Los vi en su vestimenta de las realidades superiores, eran como ángeles, revestidos de gran gloria.” (9,9). Esta desnudez sin sus vestidos de carne se refiere, como en el Evangelio de Tomás, al estado previo al pecado, cuando el hombre y la mujer estaban desnudos y no sentían vergüenza. Así, el vidente vuelve por su mutación al estado primordial del hombre.
Respecto a Jesús, en el capítulo 10, se narra cómo el Hijo desciende del séptimo cielo para encarnarse y salvar al género humano. Viaja de incógnito y así va asumiendo la forma de los respectivos ángeles a partir del quinto cielo. Incluso en el reino de los demonios, esto es, en el firmamento y el aire, tendrá que asumir la forma de los ángeles del aire. En el capítulo 11 se narra la historia de la encarnación y ascensión del Señor. El nacimiento de Jesús se narra en términos milagrosos . La fama del niño Jesús se extiende entre otras razones porque la gente se sorprende de su origen desconocido (11,14.16). Luego se narra la historia de Jesús, su pasión y resurrección al tercer día. Tras permanecer un tiempo en la tierra, asciende a los cielos donde es adorado por los ángeles en cada esfera celestial, como también por Satán (11,23). Los ángeles se preguntan cómo pudo descender Jesús y ellos no lo percibieron, y sienten pesar y arrepentimiento (11,24). Llega al séptimo cielo y se sienta a la derecha del trono de la Gran Gloria (11,32). Todo esto se le revela a Isaías, quien posteriormente tendrá que descender de nuevo a la tierra y volver a su vestido carnal (11,35).
Creo que la idea de la resurrección como viaje celestial del justo-mártir junto con su trasformación-exaltación está en el origen de la experiencia pascual. Otro ejemplo lo encontramos en el Evangelio de María Magdalena.