Cristo en el Gnosticismo Barbelótico

  En
el gnosticismo barbelótico se entiende al Cristo como un ser celestial que nos
salva con independencia de la naturaleza humana o material. O precisamente nos salva de esta. Así, los cinco momentos más
importantes de la vida de Jesús (encarnación, bautismo, crucifixión,
resurrección y ascensión)  se coinciden
con las cinco iniciaciones de los cristianos (investidura, bautismo,
entronización, glorificación y ascensión) que nos indican el camino a través
del cual trascendemos la dimensión material. 
Por ejemplo, leemos en el Triforme
Protennoia
que ella misma entregó a Jesús aquellos que dan ropas-Yammon, Elasso, Amenai- y ellos lo
cubrieron con una ropa sacada de las ropas de la Luz; y lo entregué a los Bautistas
y ellos lo bautizaron-Miqueus, Miqar, Mnesinous- y lo inmersionaron en la
fuente del Agua de la Vida. Y lo entregué a aquellos que entronizan
Barriel, Nouthan, Sabenai- y ellos lo entronizaron en el trono de la gloria. Y
lo entregué a aquellos que glorifican-Ariom, Elien, Phariel- y lo
glorificaron con la gloria de la Paternidad. Y aquellos que arrebatan lo
arrebataron- Kamaliel, []anem, Samblo, los servidores de los grandes
Iluminadores santos- y lo llevaron al lugar-luz de su Paternidad. Y él recibió
los Cinco cellos de la luz de la Madre, Protennoia, y se le otorgó
participar en el misterio del conocimiento y tornóse Luz en la Luz
(NHC XIII
48).
A
diferencia de la proto-ortodoxia cristiana, el gnosticismo barbelótico rechaza
la “consustancialidad” de las naturalezas divinas y humanas de Cristo. Esto es
especialmente cierto en el caso de la pasión. El salvador no puede sufrir…por
naturaleza es impasible. De allí que buscará “una casa corpórea” donde habitar,
y he aquí que encontrará al labrador Simón que cargará con la cruz y que morirá
en su lugar. En El segundo tratado del
Gran Set
leemos, Yo [SetO=Cristo
Salvador] visité una casa corpórea. Arrojé al que estaba antes en ella. Y entré
en su interior. Toda la muchedumbre de los arcontes cayó en turbación. Y toda
la materia de los arcontes tembló, con las fuerzas generativas de la tierra, al
ver el aspecto de la imagen, pues estaba mezclada. Mas yo que estaba en ella
[dento de la imagen] no me asemejaba a aquel que estaba en ella, pues era [el
anterior] un hombre mundano. Yo, empero, que tengo mi origen más allá de los
cielos, ni siquiera les negué [a los arcontes] llegar a ser un Cristo, pero no
me revelé a ellos en el amor que de mí salió. Yo era visible como un extraño en
las regiones inferiores”
(NHC VII 2,51-52). Más explicito es Basílides
quien escribe que el Cristo apareció como
hombre a los pueblos de los arcontes [judíos], obrando milagros, y dicen que no
padeció la pasión, sino que requisaron a Simón de Cirene para llevar su cruz y
luego, por error e ignorancia, lo crucificaron creyendo que era Jesús, ya que
había tomado su figura. Y Jesús, a su vez, asumió la figura de Simón, y estaba
allí mofándose de ellos. Era, en efecto, una potencia incorpórea, Intelecto del
Padre ingénito, y adopta la forma que le placía
(Irineo, Adv. Haer. I
24,4). En otro texto Basílides  insiste
en el mismo punto de la impasibilidad del Cristo, pero no echa mano de Simón,
sino de Jesús: Jesús no nació de una
virgen, pues tal cosa le parecía imposible, antes bien, lo engendraron Jose´y María,
del mismo modo que los demás hombres. Era superior a todos en justicia,
prudencia, y entendimiento. Después de su bautismo descendió sobre él el Cristo
bajo figura de paloma procedente de la Potestad suprema que está sobre todas
las cosas. Entonces comenzó a anunciar al Padre ignoto y a hacer milagro.
Cuando llegó el cumplimiento, el Cristo levantó el vuelo de nuevo y abandonó a
Jesús. Jesús sufrió pasión y resucitó, mientras el Cristo permanecía impasible,
a fuer de espiritual
(Ireneo, op. Cit. I 26,1).
Este
tipo de gnosticismo, presente en obras como el Apócrifo de Juan, la parte
animal-material del hombre es por naturaleza corruptible y mortal. Esta ajena a
la redención. Sólo la parte noético-espiritual está destinada  a la inmortalidad. Para más detalles:  Ignacio Gómez de Llaño, El círculo de la sabiduría, p.235-237

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.