Salvación en el Evangelio de la Verdad
En una entrada anterior estudiamos el papel que juega el Logos en el Evangelio de la Verdad y en el Ev. de Juan. Me gustaría decir algo más sobre el primero. Partamos con algo del Exordio de la homilía (16,31- 17,4) que constituye un resumen de la obra. Primero define al Evangelio de la Verdad, como el de la alegría. Esta viene ultimamente del Padre como una libre donación a través de su Palabra que lo expresa. Esta Palabra residía de manera y oculta, primero en el Pensamiento y el Intelecto divino. Esta Palabra es además activa, actuando como Salvador, esto es, restituyendo la Plenitud del Padre escamoteada por la Ignorancia. Como todo relato gnóstico la salvación individual tiene una correspondencia con una salvación divina, la restitución del orden plerómico. Así, en este Exordio se resume el contenido del Evangelio: El Evangelio de la verdad es alegría para quienes han recibido del Padre de la verdad el don de conocerlo por el poder de la Palabra que ha venido desde el Pleroma, la que está en el Pensamiento y el Intelecto del Padre, la que es llamada el Salvador, ya que es el nombre de la obra que debe llevar a cabo para la salvación de quienes eran ignorantes del Padre, pero el evangelio es la manifestación de la esperanza que se descubre por quienes la buscan.
La restitución del orden divino o pleroma supone el conocido mito de la sabiduría caída. Aunque no mencionada explícitamente sí se habla de la inquietud de búsqueda o desconocimiento del Padre como causa de unas consecuencias inmediatas (la angustia y el terror), y sus efectos mediatos (el error, el olvido y la producción ilusoria de la realidad material). El esquema nos es familiar: Dios se describe como Aquel desde el cual emana la Totalidad. Es Inconprensible, Impensable, está sobre todo pensamiento. De nuevo encontramos a la jerarquía y a la emanación, como dos conceptos que definene al pleroma en todo mito gnóstico. En algún momento, la Totalidad (aquí no se habla de la Sabiduría) buscó a Aquel del que habían salido. Este deseo de conocer al Padre se define como ignorancia que produjo angustia y terror. De la angustia emergerá, al modo de emanaciones defectuosas, el error y la realidad material. La angustia se tornó densa como una bruma, de manera que nadie podia ver; por este motivo se fortalecido el Error; ha trabajado su materia vanamente. Como los arcontes defectuosos de otros mitos gnósticos el Error emprendió una obra disponiendo con esfuerzo y belleza algo semejante a la Verdad. La realidad que se crea y en la cual vivimos no tiene raíz y es como una bruma respecto del Padre, una realidad que se afana en disponer actividades, olvidos y terrores, para por medio de ellos atraer a los del medio y hacerlos cautivos (17, 29-33). Además del Error, otro arconte defectuoso es el Olvido, este existió a causa de que el Padre no fue conocido. La Salvación se produce, por el contrario, cuando el Padre sea conocido puesto que en ese momento el olvido dejará de existir (18, 1-10).
Vivimos en una realidad gobernada por Error y el Olvido. La salvación pasa, como en todo mito gnóstico, a través del conocimiento. En este caso por el descubrimiento de la pertenencia a la Totalidad y de la existencia de ésta en el Padre que en ella otorga la perfección al que conoce. El conocimiento también es descrito como iluminación. A nivel del pleroma, el Error se opone a Cristo, se ha irritado contra él, lo ha perseguido. Y es que Cristo descubre la verdadera identidad de los elegidos y estos se descubren a sí mismos como pertenecientes al Padre, al Perfecto, al Incomprensible, etc. A nivel de la tierra, al igual que el Error a nivel del Pleroma, son los sabios los que se oponen a Jesús. Como agentes del Error, los sabios odiaron a Jesús. Pero éste los confundió porque eran vanos (19,20). Al igual que en el Pleroma, en la tierra los que se salvan son los que conocieron y fueron conocidos, fueron glorificados y han glorificados. Estos son definidos como los niños, aquellos que han aceptado la salvación de Jesús (19, 29-33). Por lo tanto, el conocimiento, como salvación, es posibilitado por Jesús quien es la verdad y el camino, el maestro y el guía, silencioso y en reposo.