La oración de Jesús: Sn Juan Climaco
El camino ortodoxo pasa por la oración de Jesús…a cada momento, en cada situación… volver a ella…desde donde sea que te encuentres. No dejes que la mente se escape. Vuelve, vuelve…no importa donde te encuentres. Hoy no es fácil encontrar maestros de la oración de Jesús…aunque los hay. Volvamos a los maestros del pasado. Sn Juan Climaco (VI-VII) fue abad del monasterio de Sta. Catalina del Monte Sinaí. Su obra maestra es La Escalera, en ella leemos: Trata de restaurar, o más exactamente, de encerrar tus pensamientos en
las palabras de la oración. Si, debido a su infancia, estas palabras te aburren
y sorprenden, continuad. La mente por naturaleza es inestable. Sin embargo, Él, que gobierna sobre todas las cosas, puede controlarla. Si adquieres esta
práctica y constantemente te atañes a ella, Él, “que ha puesto límites al mar”
de tu mente, va a decirle durante tus oraciones: “»Hasta aquí llegarás,
pero no más allá” (Job 38:11). Es imposible atar a un espíritu. Sin
embargo, donde el Creador de tal espíritu está presente, allí todos le
obedecen. …El comienzo de la oración consiste en desterrar, tan pronto como
aparecen, los pensamientos que llegan a
nosotros; en el medio, quedaos solo en las palabras pronunciadas vocal o
mentalmente (28,17-19) (p. 214) . En el capítulo dedicado a la obediencia ( La Escalera 4, 92. p.45) San Juan también escribe sobre la
oración de Jesús: Constantemente lucha
con tus pensamientos y cuando estos son llevados de aquí para allá, recógelos
todos juntos. Dios no le pide a los novicios una oración completamente libre de
distracciones. No desesperéis cuando vuestros pensamientos están distraídos,
más bien permaneced en calma y sin cesar recoge tu mente en sí misma”. La
oración de Jesús supone el descender con la mente en el templo que es el propio corazón y desde allí ofrecer la oración llena de gracia y poder. Una cosa es mirar constantemente hacia el corazón, y otra es confiar la
contemplación del corazón a la mente, esta es como un príncipe y un obispo que
ofrece sacrificios espirituales a Cristo (La Escalera, 28,51 p.218). Finalmente, sed perseverantes en la
oración de Jesús: Pedidla con lágrimas,
buscadla con obediencia, tocad (la puerta) con paciencia. De esta manera “aquel
que pide recibe, aquel que busca encuentra, y aquel que toca (la puerta) le
será abierta” (Mat 7,8) (La Escalera 28,57, p.30).
las palabras de la oración. Si, debido a su infancia, estas palabras te aburren
y sorprenden, continuad. La mente por naturaleza es inestable. Sin embargo, Él, que gobierna sobre todas las cosas, puede controlarla. Si adquieres esta
práctica y constantemente te atañes a ella, Él, “que ha puesto límites al mar”
de tu mente, va a decirle durante tus oraciones: “»Hasta aquí llegarás,
pero no más allá” (Job 38:11). Es imposible atar a un espíritu. Sin
embargo, donde el Creador de tal espíritu está presente, allí todos le
obedecen. …El comienzo de la oración consiste en desterrar, tan pronto como
aparecen, los pensamientos que llegan a
nosotros; en el medio, quedaos solo en las palabras pronunciadas vocal o
mentalmente (28,17-19) (p. 214) . En el capítulo dedicado a la obediencia ( La Escalera 4, 92. p.45) San Juan también escribe sobre la
oración de Jesús: Constantemente lucha
con tus pensamientos y cuando estos son llevados de aquí para allá, recógelos
todos juntos. Dios no le pide a los novicios una oración completamente libre de
distracciones. No desesperéis cuando vuestros pensamientos están distraídos,
más bien permaneced en calma y sin cesar recoge tu mente en sí misma”. La
oración de Jesús supone el descender con la mente en el templo que es el propio corazón y desde allí ofrecer la oración llena de gracia y poder. Una cosa es mirar constantemente hacia el corazón, y otra es confiar la
contemplación del corazón a la mente, esta es como un príncipe y un obispo que
ofrece sacrificios espirituales a Cristo (La Escalera, 28,51 p.218). Finalmente, sed perseverantes en la
oración de Jesús: Pedidla con lágrimas,
buscadla con obediencia, tocad (la puerta) con paciencia. De esta manera “aquel
que pide recibe, aquel que busca encuentra, y aquel que toca (la puerta) le
será abierta” (Mat 7,8) (La Escalera 28,57, p.30).