Viajes celestiales en Hejalot Zutarti


La literatura mística de Hejalot nos muestra cómo los visionarios judíos subían a los cielos para contemplar la gloria de Dios representada por su trono y para recibir revelaciones especiales. En ese sentido esta literatura es heredera directa de la tradición apocalíptica. Hejalot Zutarti, uno de los documentos más antiguos de esta literatura, comienza de la siguiente manera: Si quieres ser escogido desde este mundo para que los misterios del cosmos y los secretos de la mercabá se te sean revelados, repite esta misná, y sé cuidadoso al respecto, durante el día que lo recites sobre ti mismo. Más adelante continúa: aplica tu entendimiento sobre lo que está en tu corazón y guarda silencio, para que seas merecedor de las bellezas de la mercabá (& 335a). Todo esto implica alguna técnica que debió haber sido utilizada para producir algún estado de trance propicio para experimentar el viaje celestial hacia el trono de Dios. De hecho Rabí Akiva dice, al final del texto, que cuando explicó la práctica del ascenso y del descenso hacia la mercabá la gente lo bendijo cada día tanto en las cortes de arriba (se entiende los ángeles) y en las cortes abajo (&422b). Es más el mismo Rabí señala que quien quiera aprender esta misná, y repetir explicitamente el nombre, debe sentarse en ayuno por cuarenta días (el modelo parece ser el viaje celestial de Moisés) y descanzar su cabeza entre sus rodillas hasta que el ayuno (o las privaciones) tomen control de él. También añade ciertas condiciones de tipo sexual: si el vidente es un joven soltero debe repetir el nombre en forma tan continua como hasta que tenga una emisión; y si se trata de un hombre casado debe abstenerse de relaciones sexuales al menos tres días (Ex 19,15) (&425b).
Como vemos en estos textos, la forma para ascender a los cielos implicaba la repetición de un nombre. Seguramente lo que se implica aquí es alguna técnica de carácter hipnótico. Pero, ¿de qué nombre se trata? Rabí Akiva nos aconseja: mis hijos, sed cuidadosos con éste nombre; es un gran nombre; un nombre santo; un nombre puro, y todos aquellos que hacen uso de él en sobrecogimiento, en temor, en pureza, en santidad, y en humildad, va a acrecentar su posteridad y va prosperar en todas las formas, y sus días serán muchos (&337c). El nombre, o los santos nombres como también se les llama, con capaces de abrir el corazón del visionario (&340d). Se trataría no sólo de los numerosos nombres divinos que se repiten en el texto, sino también el de los ángeles que guardan cada uno de los siete palacios que el vidente traspasa hasta llegar al santo de los santos celestial. De nuevo, escuchemos a Rabí Akiva quien habla en términos que nos recuerdan los Cánticos del sacrificio sabático del Qumran: Memorizad y aprended con el corazón los nombres de los sietes principes, los guardianes de los siete palacios, el palacio de la exaltación, el palacio de la eminencia, el palacio de las maravillas, el palacio de la pureza, el palacio del señorio, el palacio del esplendor, el palacio de la santidad (&413 b).
No toda persona era capaz de ascender a los cielos. El vidente tenía que cumplir ciertos requisitos mal que mal el viaje lo conducía a lo más sublime de las experiencias místicas. Esto es lo que está detrás de la siguiente pregunta de Rabí Akiva: ¿Qué hombre es capaz de ascender a lo alto, de conducir el carro con sus ruedas, descender hacia abajo, explorar el mundo, caminar en un territorio seco, observar su resplandor, desatar su corona, ser transformado en gloria, exclamar alabanzas, combinar las letras, exclamar los nombres, contemplar lo que está arriba, contemplar lo que está abajo, conocer el significado de los vivos, contemplar la visión de los muertos, caminar a través de ríos de fuego, y conocer la luz? (& 349). Estas experiencias visionarios llegaban a su culmen cuando el visionario llegaba al palacio que antecedía al trono de gloria. Allí se enfrentaba a la gran prueba que demostraba quien era digno de contemplar al Rey en su belleza y quien no era digno de contemplar al Rey en su belleza (&407b). En este punto encontramos una paradoja-disgreción digna de subrayar porque a quien es digno de tal contemplación los ángeles le van a invitar a entrar diciendo: ¡Entra! Pero el no va a entrar sino hasta que se repita por segunda vez la invitación, entonces una vez dentro los ángeles exclamarán: ¡Verdaderamente fulano es digno de contemplar al Rey en su belleza!. Esto no sucederá con quien no es digno de contemplar la belleza del Rey por cuanto aceptará de inmediato la aceptación a entrar lo que provocará que los ángeles lo machaquen y lo arrojen dentro del río Rigyion de olas de fuego (407 c-d). El texto sigue con la prueba en cuestión que se presenta cuando el visionario contempla en el sexto cielo un mar con miles y miles de olas, pero sin una sóla gota de agua, sino solamente compuesto de aire brillante y de piedras de mármol (&408 a). Si el visionario se confunde y pregunta, ¿cuál es la naturaleza de estas aguas?, entonces los ángeles le apedrearán y le declarán indigno de contemplar la belleza del Rey (&408 b). Si el visionario, aún siendo digno, exclama ¡agua!¡agua! , los ángeles le cortarán la cabeza y miles de cuchillos se clavarán en él (&410b). Si el visionario, en cambio, no es digno de contemplar la belleza del Rey, pero sin embargo calla y no pregunta ni dice nada respecto a las aparentes aguas, los ángeles no le destruirán mas le juzgarán de acuerdo a sus méritos (&409 b). El que es digno y no pregunta entrará finalmente al séptimo cielos donde las ruedas del poder le abrazan, y los querubines de gloria le besarán, y los hayyot le levantarán, y los noga saltarán delante de él, y los hashmal cantarán delante de él, y el ala brillante le levantará, hasta que una vez levantado sea sentado delante del trono de gloria (mira la conección con la resurrección) (&411 d). Entonces mirad: ¡El Rey oculto! ¡El Rey bondadoso! ¡El Rey benigno! ¡El Rey perfecto! ¡El Rey gracioso! ¡El Rey justo! ¡El Rey santo! ¡El Rey supremo! ¡El Rey puro! ¡El Rey bendito! ¡El Rey amado! ¡El Rey que viene! ¡El Rey deseado! ¡El Rey adorado! ¡El Rey exhaltado! (& 412 b).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.