Transformación de Jesús en el Evangelio del Salvador
En el Evangelio del Salvador el Señor le dice a sus discípulos, yo estoy en medio de vosotros como un niño (107, 5-60). Estos son los mismos discípulos que reciben revelaciones del Señor que los llevan a ascender hasta el trono de Dios en el séptimo cielo donde Jesús le pide tres veces a su Padre que le abstenga de beber de su cáliz. Estos son los apóstoles que han llegado a ser como cuerpo espirituales (mira a Sn Pablo hablando de la resurrección), vestidos con el poder de nuestro apostolado. Estos son los apóstoles a los cuales, una vez que han descendido, Jesús les explica acerca de la naturaleza de su resurrección. A pesar que el texto no está bien preservado, podemos reconstruirlo de la siguiente manera: “En tres [días yo] los tomaré […] conmigo y les mostraré [las] cosas que vosotros deseáis ver. ¡Por lo tanto [no os alarméis] cuando [me] veías!” Nosotros le dijimos, “Señor, ¿en cuál forma te nos revelarás, o en qué tipo de cuerpo vas a venir? ¡Decídnoslo!” Juan respondió y dijo: “Señor, cuando estés preparado para revelarte a nosotros, no te reveles en toda tu gloria, mas cambia tu gloria en [alguna otra] gloria de tal modo que [nosotros seamos capaces de soportarla], no sea que al contemplarte desaparezcamos del [miedo]”. [Entonces el Salvador] respondió, “¡[Quitaos de encima] de este [temor] que [vosotros] teméis, para que podáis ver y creer! ¡Pero no me toquéis hasta que yo haya ascendido hacia [mi Padre y vuestro Padre], hacia [mi Dios y] vuestro Dios, hacia mi Señor y vuestro Señor! Si alguno [se acerca] a [mí], él [se quemará. Yo] soy [el] fuego que arde.[Quien está cerca [de mí], está cerca del [fuego]. Quien está lejos de mí, está lejos de la vida. Por lo tanto, ahora reuníos [junto] a mí, [….]”. [El] nos dijo, “Yo estoy en medio de ustedes [en la forma] de un niño”. El dijo, “¡Amén!” “Sólo un poco más estaré entre vosotros” […] respondiendo, “¡Amén!”.
La gloria de Jesús se manifiesta de distintas maneras. Una vez que resucite su cuerpo glorioso será como el fuego; en el presente se encuentra en medio de los suyos como un niño. Esto tiene relación con otras declaraciones que se hacen de Jesús: es perseguido porque él es un extraño en el mundo; él se lamenta por el mundo; él es el rey e hijo de Rey; él está luchando; él ha sido enviado y ha enviado a los suyos; él ha vencido al mundo y ha llegado a ser libre. También tiene relación con lo que se dice de los discípulos: Jesús les alienta a conocerse a sí mismos ; a lamentarse sobre el mundo, pero también regocijarse y no dejarse vencer por el mundo; deben ser libre y adquirir la vida y el descanso. Estas ideas nos llevan al Evangelio de Tomás donde el ser como un niño tiene relación con el recuperar la condición adámica previa al pecado, la verdadera vida (inmortalidad), el descanso, el vencer al mundo, el conocerse, etc. Ambas condiciones, la del niño (Jesús en medio de los suyos) y la anunciada gloria del resucitado (como fuego al modo de las descripciones de Dios en la literatura apocalíptica y de las Hejalot) se juntan en una sola persona, el Salvador.
La gloria de Jesús se manifiesta de distintas maneras. Una vez que resucite su cuerpo glorioso será como el fuego; en el presente se encuentra en medio de los suyos como un niño. Esto tiene relación con otras declaraciones que se hacen de Jesús: es perseguido porque él es un extraño en el mundo; él se lamenta por el mundo; él es el rey e hijo de Rey; él está luchando; él ha sido enviado y ha enviado a los suyos; él ha vencido al mundo y ha llegado a ser libre. También tiene relación con lo que se dice de los discípulos: Jesús les alienta a conocerse a sí mismos ; a lamentarse sobre el mundo, pero también regocijarse y no dejarse vencer por el mundo; deben ser libre y adquirir la vida y el descanso. Estas ideas nos llevan al Evangelio de Tomás donde el ser como un niño tiene relación con el recuperar la condición adámica previa al pecado, la verdadera vida (inmortalidad), el descanso, el vencer al mundo, el conocerse, etc. Ambas condiciones, la del niño (Jesús en medio de los suyos) y la anunciada gloria del resucitado (como fuego al modo de las descripciones de Dios en la literatura apocalíptica y de las Hejalot) se juntan en una sola persona, el Salvador.