Ser como niños en el Evangelio de Tomás

En Mc 10,13-15 Jesús señala que los que no reciben el Reino de Dios como niños no pueden entrar en él. El versículo se refiere a la cualidad receptiva propia de un niño como condición para entrar en el Reino, lo que tendría relación con las parábolas marcanas que explican el Reino como don o gracia de Dios. En el Evangelio de Tomás también se ocupa la imagen de los niños. Según el dicho 22, una vez que Jesús vio a unos niños amamantando dijo: Estas criaturas a las que están dando el pecho se parecen a quienes entran en el Reino. Sin embargo, la perspectiva tomasiana es distinta. Aquí no se está refiriendo a la actitud confiada de un niño como condición para recibir el Reino, sino al retorno espiritual al estado primordial del hombre representado por la inocencia asexuada de Adán. El mismo dicho 22 continúa: Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos de un solo ojo y una mano en lugar de una mano y un pie en lugar de un pie y una imagen en lugar de una imagen, entonces podréis entrar en el Reino. A lo que se está refiriendo esta segunda parte del dicho 22 es a la unidad perfecta, a la condición adámica previa al pecado al original. En este sentido existiría una continuidad entre este dicho y la especulación teológica, como la que encontramos en Filón de Alejandría, sobre el relato del Génesis. La salvación del hombre pasa por recobrar la condición previa al pecado original, manifestada en la ausencia de pecado y de la sexualidad, y expresada en la imagen de la unidad perfecta, sin distinción de hombre o mujer. Esta condición adámica es exaltada en el dicho 85 donde se hace referencia a su fuerza y poder: El que Adán llegara a existir se debió a una gran fuerza y a una gran riqueza; (sin embargo), no llegó a ser digno de vosotros, pues en el supuesto de que hubiera conseguido ser digno, [no hubiera gustado] la muerte.

También en relación a hacerse pequeño y a Adán, en el dicho 46 se nos dice: Desde Adán hasta Juan el Bautista no hay entre los nacidos de mujer nadie que esté más alto que Juan el Bautista, de manera que sus ojos no se quiebren. Pero yo he dicho: Cualquiera de entre vosotros que se haga pequeño, vendrá en conocimiento del Reino y llegará a ser encumbrado por encima de Juan. La versión sinóptica de este dicho lo encontramos en Mt 11,12 y Lc 16,16. En la versión mateana Jesús describe una era de violencia hasta la llegada del Reino que se extiende desde los días de Juan Bautista hasta ahora. En la versión lucana, Jesús va aún más atrás y extiende esta era desde la Ley y los profetas para terminar con Juan Bautista. Según la versión tomasiana, la era en cuestión no tiene relación ni con la Ley ni con Juan, sino con Adán, porque a partir de su pecado se ha propagado la división y la mortalidad entre los hombres. La salvación pasa por recobrar la inocencia o unidad perdida. Esto se confirma en el dicho 37 a través de la imagen de la pérdida de la vergüenza y el desvestirse de los vestidos, que hacen referencia a la inocencia y asexualidad del niño como imagen del hombre previo al pecado. Así dice el dicho 37: Sus discípulos dijeron: «¿Cuándo te nos vas a manifestar y cuándo te vamos a ver?» Dijo Jesús: «Cuando perdáis (el sentido de) la vergüenza y —cogiendo vuestros vestidos— los pongáis bajo los talones como niños pequeños y los pisoteéis, entonces [veréis] al Hijo del Viviente y no tendréis miedo.

Todo lo anterior implica una transformación religiosa del individuo. Esta no se desarrolla desde una perspectiva escatológica, sino desde la consumación de una época que ya está aconteciendo ahora. El cristiano transformado posee una sabiduría especial tal como lo señala el dicho 4: Dijo Jesús: «No vacilará un anciano a su edad en preguntar a un niño de siete días por el lugar de la vida, y vivirá; pues muchos primeros vendrán a ser últimos y terminarán siendo uno solo». El dicho 21 también estaría en relación a esta sabiduría especial. Cuando Miriam le pregunta a Jesús a qué se parecen sus discípulos, éste responde: Se parecen a unos muchachos que se han acomodado en una parcela ajena. Cuando se presenten los dueños del terreno les dirán: Devolvednos nuestra finca. Ellos se sienten desnudos en su presencia al tener que dejarla y devolvérsela». Los dueños de la finca bien puede ser Dios o los arcontes malvados. No lo sabemos. Lo que sí, es que muy probablemente la finca es el cuerpo, del cual el niño no tiene vergüenza de desvestirse y liberarse, llegando a ser como era en un inicio. De allí que el dicho 49 alabe a los solitarios y elegidos porque vosotros encontraréis el Reino, ya que de él procedéis (y) a él tornaréis.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.