Restricciones rabínicas a la exposición de la Mercabá, la creación, y el Cantar de los cantares.

Al final del tratado Megillah, la Mishna nos da una lista de pasajes bíblicos que pueden ser leídos en público en las sinagogas pero no traducidos del hebreo al arameo, como el caso de la historia de Rubén (Gn 35,22) y la segunda historia del becerro (Ex 31,21-25, 35). Hay historias que no pueden ser ni leídas en público ni ser traducidas.

La Mercabá no puede ser usada como Haftarah.
R. Yehudah lo permite.
R. Eliezer dice: Declarad a Jerusalén (Ez 16,2) que no debe ser usada como Haftarah” (m Megillah 4,10).

Este texto se contradice con otros donde sí se permite la lectura pública de la Mercabá. En t Megillah 3 (4), 28, en el contexto sobre si un hombre ciego (que nunca ha visto la luz) puede recitar la Shema, leemos: “Ellos le dijeron (a R. Yehudah): Muchos que no han visto la Mercabá (Ez 1-10) en sus vidas, la explican”.

¿Es, por lo tanto, permitido o no explicar la Mercabá? Estamos en un terreno no fácil, donde se generan disputas rabínicas. Otro texto que explícita este conflicto lo encontramos en Hagigha 2,1:

Las relaciones sexuales no deben explicarse por tres [se refiere a Lv 18 y 20],
El trabajo de la creación ni por dos [se refiere a Gn1] ,
La Mercabá [se refiere a Ez 1 y 10] ni por un individuo, salvo que se trate de un sabio (erudito) y que la haya entendido por sí mismo”.

Que las relaciones sexuales no puedan explicarse por tres persona (entendiéndose que es posible por dos), convierte a esta materia en una disciplina esotérica reservada para unos pocos. De manera aún más estricta se podría hablar de la creación y de la Mercabá. Este texto continúa con dos párrafos que en su origen debieron ser independientes del primero y que versan sobre la prohibición de explicar los asuntos referidos a la creación.

Cualquiera que contemple cuatro cosas, sería más digno para él no haber venido a este mundo:
Lo que está arriba y lo que está abajo,
Lo que está antes y lo que está después.


Cualquiera que no se preocupe por el honor de su creador, sería más digno para el no haber venido a este mundo”.

En este contexto viene a colación citar al padre de la Iglesia Origen de Cesarea (185-253):

Se comenta que la costumbre de los judíos no permite a ningún hombre que haya incluso alcanzado la plenitud de la madurez sostener en sus manos este libro (el Cantar de los Cantares). Y no solamente esto, porque aunque sus maestros y sabios no enseñan todas las escrituras ni los otros texto a los jóvenes, posponen hasta el final la enseñanza de los siguientes cuatro: el inicio del Génesis donde la historia de la creación del mundo es descrita; el inicio del profeta Ezequiel donde la historia del Querubín es narrada; el final del mismo libro que contiene la descripción del futuro edificio del templo; y este libro del Cantar de los cantares” (Commentarium in Cant. Canticorum Prologus).

¿Qué es lo que está en juego con estas prohibiciones? El honor de Dios…cualquiera que desee conocer más allá de lo establecido, los secretos de la creación, del universo, y del poder de Dios (lo que está arriba: el trono), está trasgrediendo la intimidad y soberanía de Dios.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.