Los evangelios como literatura judía

Cuando he
colocado entradas sobre Pablo siempre he tratado de entenderlo como un judío
circunscrito a la temprana mística judía-cristiana. Su carácter judío es tan
obvio como lo es el constatar que en ninguna parte se define como cristiano.
Esto  porque quizás ni siquiera esa
denominación existía en su tiempo. La supuesta hostilidad de la sinagoga a la
primera predicación cristiana no hay que entenderla como dos religiones
antagónicas…sino más bien como disputas internas en un mismo grupo religioso.
Hablando del mismo Pablo, éste menciona que cinco veces fue azotado
por los judíos con los treinta y nueve golpes
(2Cor 11,24), la pena que
imponía una corte judía (m.Makk. 3,10-11) por una serie de ofensas entre las
que se encontraban matrimonios prohíbidos, robar, consumir alimentos no
purificados que se dirigen al templo etc (m Makk 3,1ss).  ¿Por qué Pablo se dejaría juzgar por un grupo
religioso foráneo a sus ideas? Pablo en ningún momento se entiende como un no
judío. Lo mismo podemos decir del Evangelio de Mateo donde leemos: “¡Cuidado con la gente!, porque los
entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas”
(Mt 10,17).
Pareciera que los azotes se refieren a la misma pena que sufrió Pablo, la
pregunta, entonces, se repite. ¿Por qué los judíos tendrían que azotar a los
cristianos (el término ya estaba en uso)? ¿Con qué potestad un tribunal judío
podría azotar a un cristiano? Y es que quizás el término cristiano no
significaba lo que para nosotros. Si se aplican a los cristianos penas pensadas para los judíos es que todavía se les entendían como judíos. Todavía las líneas diferenciadoras entre
ambos grupos se confundían con las unificadoras. También en el Evangelio de
Juan encontramos la misma dinámica: “Los expulsarán de la sinagoga. Incluso más, llegará un tiempo en que el
que los mate pensará que está dando culto a Dios.
 16,3: Y eso lo harán porque no conocen al Padre
ni a mí.
 (Jn 16,2-3) (Jn 9,22; 12,42-43). A través de este
Evangelio podemos suponer que la causa de la expulsión de sus sinagogas era no
sólo el proclamar a Jesús como el mesías, sino una particular forma de entender
el mesianismo de Jesús como indicativo de su naturaleza divina (5,18;
10,24-25.33.38; 19,7).  Pero incluso esta
manera de entender la naturaleza divina de Jesús bebe de profundas raíces
judías. Hay que pensar que en la tradición enóquica (como también en el
Apocalipsis de Sofonías) encontramos claros indicios de lo que más tarde se
conocería como la herejía de los dos
poderes en el cielo
(b.Hag. 15ª). Básicamente estas ideas se refieren a una
concepción biteísta de la divinidad. Finalmente mencionar que estas relaciones dentro
de una concepción amplia del judaísmo (primer cristianismo-primer rabinismo) no
estaban marcadas solamente por el conflicto. Cuando Santiago, el hermano del
Señor, fue apedreado bajo acusación de quebrar la ley y bajo las ordenes del
Sumo sacerdote (Ant. 20, 197-203), el partido de los razonables, probablemente
fariseos, fueron a visitar a Albino, el gobernador romano, para protestar
fuertemente por la injusticia. Es bueno, por lo tanto, considerar con
moderación lo que los especialistas han llamado la separación de los caminos (entre judíos y cristianos). ¿Realmente
los evangelios representan el punto de quiebre entre ambas confesiones? ¿No
podríamos considerar a los evangelios como parte de la literatura judía de la
época? Esta idea nos puede dar nuevas perspectivas hermenéuticas muy interesantes.
Para más detalles: Claudia Setzer, “Jewish Responses to Believers in Jesus”,
en: The Jewish Annotated New Testament, p.
577-579

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.