Evagrio Póntico…esa manera de ser ortodoxo y esotérico.

En una entrada anterior me detuve en algunos textos de los padres del desierto para esclarecer cómo la imagen de Adán y el paraíso estaba presente en sus espiritualidades. Hoy me gustaría detenerme en otro padre del desierto que nos muestra hasta qué punto la teología cristiana era flexible luego de Nicea. Estamos hablando de uno de los origenistas más importantes…  Evagrio fue un clérigo bizantino que emigró al desierto en Egipto hacia el siglo IV, se convirtió en monje y en una en una figura que de gran influencia en la vida monacal de oriente y occidente. San Benito lo menciona como una de las figuras que más lo influenció. Lo que me fascina de este personaje es el cómo refleja la diversidad cristiana posterior al Concilio de Nicea. Evagrio, siguiendo a Origenes, creía que nuestro universo visible no era la primera creación de Dios. Éste había creado en un inicio una vasta asamblea de espíritus no corporales conocidos como “seres racionales” o “mentes”.  Todos eran iguales y estaban unidos a Dios y entre sí en una vida y en un conocimiento en común. Todos estos “seres racionales” configuraban la Unidad en comunión con Dios, esto hasta que el primer pecado sucedió, la negligencia. La consecuencia de esta negligencia fue la caída del cosmos en lo que Evagrio llama el movimiento o más exactamente la kenosis. En este movimiento las mentes se convierten en almas. Ahora bien, en su bondad Dios creó para nuestra redención una segunda creación en donde cada alma, de acuerdo a su falta, le es dada un cuerpo ya sea de un ángel (fuego y predominantemente mente), de un hombre ( tierra y deseo), o de un demonio (aire e ira). El cuerpo del hombre,  como el mundo material, es positivo porque es la casa del alma y apunta al creador. Es como una escalera que descansa sobre la tierra temporalmente y nos conduce a Dios. Aún así no es nuestra identidad más verdadera.  Ésta descansa en la mente. La mente se ha de trabajar en una constante unión con Dios a través de la oración, al modo como era antes de la caída. 

Es fascinante descubrir en un personaje tan importante en el origen del monasticismo occidental tanta libertad especulativa. Según Evagrio al momento de la caída sólo una mente permaneció unida a Dios…el Cristo. Es por esto que Dios dispuso que estuviese sobre la segunda creación influyendo de manera poderosa a través de su presencia y sabiduría.  Ahora bien, y esto es especialmente interesante, Evagrio es un gran defensor del Concilio de Nicea, y por lo tanto de la divinidad de Jesús. «Su misma naturaleza es tan buena que Él nos creo en su imagen, sin ninguna persuasión, y nos hizo herederos de todo lo que le pertenece por naturaleza y esencia. Ahora bien, lo que es no natural y natural, al mismo tiempo, es el hecho que haya descendido y que haya soportado todo lo que nosotros sufrimos desde nuestra concepción hasta nuestra muerte. Lo que no es natural es que Dios haya nacido de una mujer. Pero Dios, a causa de su amor por nosotros, y porque su naturaleza no está sujeta a ninguna ley, nació de una mujer porque lo quiso y sin disminuir en nada quien en verdad era, y así pudo liberarnos desde la concepción y el nacimiento a quienes estábamos malditos por el pecado dándonos un segundo nacimiento a los justos y benditos” (Evagrius, Ep. ad Melaniam 11–12 (Parmentier, 18–19).).  Evagrio, especulativo y esotérico (al modo de Orígenes), es al mismo tiempo un enconado enemigo de los arrianos o eunomianos que negaban la totalidad de la divinidad de Cristo.  Al mismo tiempo comparte la agenda de teólogos como Gregorio de Nazianzus en la insistencia en que la plena divinidad y humanidad están presentes en la persona de Cristo. ¿Se puede ser origenista y al mismo fiel a Nicea? Evagrio es un ejemplo fantástico de la elasticidad del primer cristianismo. El monje, lo mismo que Orígenes, cree que la redención final consiste en la restauración, esto es cuando todas las cosas llegan a ser una en Él. Como Orígenes, Evagrio creía que todas las almas caídas retornarán a Dios, y en este proceso adoptaban diferentes cuerpos y diferentes mundos. Todos los seres racionales (incluidos nosotros) están destinados a redescubrir su naturaleza espiritual y su unidad con Cristo. Éste, a su vez, va a reinar sobre todos los seres racionales hasta que, finalmente, al octavo día, el reino de Cristo llegará a su fin. Entonces todos los seres racionales recobrarán su unidad original, su igualdad fundamental, y llegarán a ser como Cristo, co-herederos con Él. ¿Se puede ser ortodoxo y esotérico? Evagrio parece responder de manera extraordinaria esta pregunta. Para más detalles: William Harmless, Desert Christians, Oxford University Press, 2004, p. 352-357. 

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.