El poseer el nombre divino como fuente de poder mágico

El poder que dota el nombre divino al mago en la antigüedad se relaciona con la identificación entre ambos. Si yo poseo el nombre de un dios poderoso, poseó su esencia y me identifico con ella. En los pápiros mágicos Greco-romanos los ejemplos abundan. Tomemos este conjuro dedicado al dios Hermes: “Porque tú eres yo, y yo soy tú; tu nombre es mío, el mío es tuyo. Porque yo soy tu imagen…Yo te conozco, Hermes, y tú me conoces. Yo soy tú, y tú eres yo. Por ello hazlo todo por mí, volved a mí con Buena fortuna y con Buenos poderes, ¡ de inmediato, de inmediato, rápido, rápido!” .


Una concepción no muy distinta encontramos en las tradiciones judías. La idea fundamentadora la encontramos en personajes míticos como Enoc-metatrón quien se destaca por su cercanía con Dios a través del poder que tiene al poseer el nombre divino. Recordemos que Enoc es aquel misterioso personaje apenas mencionado en Gn 5,24 de quien se dice que caminaba cerca de Dios y que no murió sino que Dios lo tomó. Esta escueta mención se explica en una tardía obra apócrifa conocida como el 3Enoc donde se describe la impresionante transformación física del héroe en el ángel Metratrón. Esta transformación (en algo parecida a la de Jesús) ocurre en los cielos donde se le sienta en un trono similar a Dios, es vestido con majestad y coronado con una corona donde se lee “el Yavé menor”. Dios mismo explica este título diciendo que “mi nombre está en él”, haciendo referencia a Ex 23,21. Metatrón se identificaría, por lo tanto, con la antigua figura del ángel del Señor quien debe su poder a la poseciòn del nombre divino.

A pesar que se discute el origen y significado del nombre Metatrón, éste posiblemente deriva de “ho meta thronon” que significaría “cerca del trono divino”. El origen de esta figura es difícil de distinguir entre las tempranas e intrincadas redes esotéricas judías. Una de ellas, sin embargo, tendría relación con otro ángel de elevado rango en algunos textos como el Apocalipsis de Abraham eslavo (aprox 70). Se trataría del ángel Yahoel, quien aludiendo a su nombre señala: “Yo soy Yahoel y he sido llamado así por aquel que hace que todos los es que están conmigo (los otros ángeles en el séptimo cielo)…tiemblen, un poder realizado a través de su inefable nombre que habita en mí”. De hecho el nombre Yahoel contiene el nombre divino “Iao/Yaho”, abreviación del tetragrama YHWH (el mismo nombre que invocan una y otra vez los magos para hacerse del poder divino y manipular la realidad). Yahoel estaría también conectado con Ex 23, 21, y sería una de varias tradiciones, que desembocaría posteriormente en la figura mítica de Metatrón.

El poseer el nombre divino, por lo tanto, te da poder para cambiar la realidad. Los magos lo sabían y lo invocaban de diversos modos. De hecho el tetragrama YHWH estaba rodeado de un halo muy especial. No sin razón los judíos piadosos se negaban a pronunciarlo. De acuerdo a Josefo (Antigüedades) y a fuentes rabínicas, el nombre divino sólo era pronunciado una vez al año. Esto sucedía cuando para el Yom Kippur el sumo sacerdote entraba al Santo de los santos para, con el poder de Dios, reconciliar la creación, el pueblo, y el templo, con Dios. De allí que los magos judíos (que también pronunciaban el nombre) tenían una fama especial, pensemos además que mal que mal Moisés había sido capaz de vencer a los avezados magos del faraón.

Este background es el indicado para entender el temprano uso mágico del nombre de Jesús, ya atestiguado en el Nuevo Testamento. Para más detalles: P. Schafer, Jesus in the Talmul, p.56-59.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.