El Día del Juicio en Mc

Entre los diversos significados de los cielos abiertos durante el bautismo de Jesús «εἶδεν σχιζομένους τοὺς οὐρανοὺς», consideremos el siguiente texto de Is 63,15-64,4 que ocupa el mismo verbo «romper» (σχιζομένους o קדע). Así, el evangelio de Mc es la respuesta de Dios al grito de Isaías que intercede por su pueblo. Dios ha venido a gobernar sobre Israel una vez más:

«observa desde los cielos y ve desde tu aposento santo y glorioso. ¿Dónde está tu celo y tu fuerza, la conmoción de tus entrañas? ¿Es que tus entrañas se han cerrado para mí? 16.Porque tú eres nuestro Padre, que Abraham no nos conoce, ni Israel nos recuerda. Tú, Yahveh, eres nuestro Padre, tu nombre es «El que nos rescata» desde siempre. 17.¿Por qué nos dejaste errar, Yahveh, fuera de tus caminos, endurecerse nuestros corazones lejos de tu temor? Vuélvete, por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad. 18.¿Por qué el enemigo ha invalido tu santuario, tu santuario han pisoteado nuestros opresores? 19.Somos desde antiguo gente a la que no gobiernas, no se nos llama por tu nombre. ¡Ah si rompieses los cielos y descendieses – ante tu faz los montes se derretirían,como prende el fuego en la hojarasca, como el fuego hace hervir al agua – para dar a conocer tu nombre a tus adversarios, y hacer temblar a las naciones ante ti, 2.haciendo tú cosas terribles, inesperadas. (Tú descendiste: ante tu faz, los montes se derretirán.) 3.Nunca se oyó. No se oyó decir, ni se escuchó, ni ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciese para el que espera en él. 4.Te haces encontradizo de quienes se alegran y practican justicia y recuerdan tus caminos. He aquí que estuviste enojado, pero es que fuimos pecadores; estamos para siempre en tu camino y nos salvaremos.»

Dios viene a poner las cosas en el lugar indicado. El «Día del Señor» viene como expresión del juicio sobre los hombres. «¡Ay, qué día!, porque está cerca el día del Señor, llegará como azote del Todopoderoso» (Joel 1,15). Por tal razón, «Por eso así te voy a tratar, Israel, y porque así te voy a tratar, prepárate a enfrentarte con tu Dios» (Amos 4,12), «¡Ay de los que ansían el día del Señor! ¿De qué les servirá el día del Señor si es tenebroso y sin luz?» (Amos 5,18). El evangelista narra la historia de Israel mostrando que a través de la vida y muerte de Jesús, Dios ha abierto los cielos y ha descendido en Jesús para Juicio y restauración de Israel tal como estaba prefigurado en la escritura. «En aquellos días, después de esa tribulación el sol se oscurecerá, la luna no irradiará su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán llegar al Hijo del Hombre entre nubes, con gran poder y gloria. En aquel momento enviará a los ángeles y reunirá a los elegidos desde los cuatros vientos, de un extremo de la tierra a un extremo del cielo….Jesús respondió:   —Yo soy. Verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando entre las nubes del cielo» (Mc 13, 24-27; 14,62).

En Mc 1,1-3: «Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías. [Hijo de Dios.]
Tal como está escrito en la profecía de Isaías:
Mira, yo envío por delante
a mi mensajero
para que te prepare el camino.

Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino al Señor,
enderecen sus senderos.

Aquí Marcos  está citando Malq y Ex. El hacer una mencion explícita de Is, a pesar de no citarlo, tiene que ver con la opción de Mc de hacerce eco de contexto del profeta: Dios va a regresar a Sión y restaurar Israel para así dar termino al éxodo. En este marco cita a Mal 3,1-5: «Miren, yo envío mi mensajero a preparar el camino delante de mí. De pronto entrará en el santuario el Señor que buscan; el mensajero de la alianza que tanto desean, mírenlo entrar —dice el Señor Todopoderoso—. ¿Quién resistirá cuando él llegue? ¿Quién quedará de pie cuando aparezca? Será fuego de fundidor, blanqueador de lavandero: se sentará como fundidor a refinar la plata, refinará y purificará como plata y oro a los levitas, y ellos ofrecerán al Señor ofrendas legítimas. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y Jerusalén, como en tiempos pasados, como en años remotos. Los llamaré a juicio, seré testigo exacto contra hechiceros, adúlteros y aquellos que juran en falso, contra los que defraudan al obrero en su sueldo, oprimen a viudas y huérfanos y atropellan al emigrante sin tenerme respeto —dice el Señor Todopoderoso—». En Mal aquel que prepara el camino se identifica con Elías a quien Mc identificará con el Bautista (2Rey 1,8). El juicio tiene un claro aspecto conflictivo contra el Templo que necesita purificarse para recibir las ofrendas del juicio. Pero no todo es un juicio duro contra los judíos o el Templo, también hay voces de esperanzas en el otro eco del texto de Mc 1,1-3, esto es, Ex 23,20 (LXX): «καὶ ἰδοὺ ἐγὼ ἀποστέλλω τὸν ἄγγελόν μου πρὸ προσώπου σου ἵνα φυλάξῃ σε ἐν τῇ ὁδῷ ὅπως εἰσαγάγῃ σε εἰς τὴν γῆν ἣν ἡτοίμασά σοι».  Aquí se alude a Dios hablando con Moisés en el Sinaí prometiéndole enviarle un ángel que guiará a Israel a la tierra de Canaán: «Respétalo y obedécelo. No te rebeles, porque lleva mi nombre y no perdonará tus rebeliones. Si le obedeces fielmente y haces lo que yo digo: tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios serán mis adversarios» (Ex 3, 20-22). El mensajero enviado por Dios en Mc 1,1-3 es un eco de Is 40,3 que anuncia el fin del éxodo y el cómo Dios lleva a su pueblo de regreso a Sión: «Una voz grita: En el desierto preparen un camino al Señor; tracen en la llanura un sendero para nuestro Dios».

Además de todas estas resonancias, amenazadoras y consoladoras, respecto al Juicio de Dios en Mc, encontramos otras menos evidentes. En Mc 1,17 Jesús llama a ser sus discípulos a Simón y a Andrés: «Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres (ἁλιεῖς ἀνθρώπων)». Aquí el eco viene de Jr 16, 16-18. Se trata de versículos que hablan de restauración y juicio, donde los versículos inmediatamente precedentes (Jr 16,14-15) Dios conduce a su pueblo de regreso del exilio a su propia tierra. Leemos Jr 16, 16-18: «Enviaré muchos pescadores a pescarlos —oráculo del Señor—, detrás enviaré muchos cazadores a cazarlos por montes y valles, por las hendiduras de las peñas. Yo vigilo su conducta, no se me oculta, sus culpas no se esconden de mi vista. Les pagaré el doble por sus culpas y pecados, porque profanaron mi tierra con la carroña de sus ídolos y con sus prácticas idolátricas llenaron mi herencia». Los pescadores son agentes del juicio de Dios que reunen a la gente para que Éste pueda juzgar sus iniquidades y sus pecados. Otro eco en el mismo sentido lo tenemos en Amos 4,1-2: «Escuchen esta palabra, vacas de Basán, en el monte de Samaría: oprimen a los indefensos, maltratan a los pobres, piden a sus maridos: Trae de beber. El Señor lo jura por su santidad: Les llegará la hora en que las agarren a ustedes con ganchos, a sus hijos con anzuelos de pesca». Los discípulos son, entonces, agentes en el juicio divino contra Israel que coincide con su definitiva liberación. De allí que puedan sacudir el polvo de sus pies cuando no son recibidos en las casas de la gente (Mc 6, 10-12). La misma imagen de la parábola en Mc 4,29 «En cuanto el grano madura, mete la hoz (ἀποστέλλει τὸ δρέπανον), porque ha llegado la cosecha», tiene un claro eco con Joel 3, 13 [4,13 LXX]: «Meted la hoz (ἐξαποστείλατε δρέπανα), que la mies está madura; venid, pisad, que el lagar está lleno; las tinajas rebosan, porque grande es su maldad». Los ejemplos se multiplican, así en Mc 12,38-40 Jesús advierte contra aquellos escribas que «devoran las casas de las viudas», un claro eco a Is 10,1-4:

«¡Ay de los que decretan
leyes injustas,
de los notarios
que registran vejaciones,
que dejan sin defensa al desamparado
y niegan sus derechos
a los pobres de mi pueblo,
que hacen su presa de las viudas
y saquean a los huérfanos!
¿Qué harán el día de la cuenta,
cuando la tormenta lejana
se eche encima?
¿A quién acudirán buscando auxilio
y dónde depositarán su fortuna,
para no ir encorvados
con los prisioneros
y no caer con los asesinados?
Y, con todo, no se aplaca su ira,
sigue extendida su mano»

En este contexto llegamos al acto profético de Jesús en el Templo (Mc 11,15-19) que se intercala con la historia de la maldición de la higuera (Mc 11, 12-14. 20-25). En el centro de la acción profética del templo encontramos los siguientes ecos.

«Está escrito: Mi casa será casa de oración para todas las naciones, mientras que ustedes la han convertido en cueva de asaltantes». (Mc 11,17)
Is 56,7-8: «los traeré [a los gentiles] a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración; aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios; porque mi casa es casa de oración, y a mi casa la llamarán todos los pueblos Casa de Oración. Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel, y reunirá otros a los ya reunidos».
Zac 14,21: «Todas las ollas de Jerusalén y Judá estarán consagradas al Señor. Los que vengan a ofrecer sacrificios las usarán para guisar en ellas. Y ya no habrá, aquel día, mercaderes en el templo del Señor Todopoderoso».
Jr 7, 3-11:«así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Enmienden su conducta y sus acciones, y habitaré con ustedes en este lugar; no se hagan ilusiones con razones falsas, repitiendo: el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor. Si enmiendan su conducta y sus acciones, si juzgan rectamente los pleitos, si no oprimen al emigrante, al huérfano y a la viuda, si no derraman sangre inocente en este lugar, si no siguen a dioses extranjeros, para desgracia de ustedes mismos, entonces habitaré con ustedes en este lugar, en la tierra que di a sus padres, desde antiguo y para siempre. Se hacen ilusiones con razones falsas, que no sirven: ¿de modo que roban, matan, cometen adulterio, juran en falso, queman incienso a Baal, siguen a dioses extranjeros y desconocidos, y después entran a presentarse ante mí en este templo que lleva mi Nombre, y dicen: Estamos salvados, para seguir cometiendo las mismas maldades? ¿Creen que este templo que lleva mi Nombre es una cueva de bandidos? Atención, que yo lo he visto —oráculo del Señor—».
Jr 7,13-15:«Y ahora, por haber cometido tales acciones —oráculo del Señor—, porque les hablé sin cesar y no me escucharon, porque los llamé y no me respondieron, por eso trataré al templo que lleva mi Nombre, y en el que ustedes confían, y al lugar que di a sus padres y a ustedes, de la misma manera que traté a Siló; a ustedes los arrojaré de mi presencia, como arrojé a sus hermanos, a toda la descendencia de Efraín».

La maldición de la higuera (Mc 11,12-14) viene a enfatizar aún más el juicio sobre una nación esteril representada en su confianza ciega sobre el templo.  Jr 8,13: «—Si intento cosecharlos —oráculo del Señor— no hay racimos en la vid ni higos en la higuera, la hoja está seca; los entregaré a la esclavitud».

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.