El combate contra los pensamientos

Una de las dinámicas más importantes en la espiritualidad ortodoxa y que tiene que ver con el nous, es el combate (παλη, αγων) contra lo pensamientos ocupa un lugar central.«Os lo ruego, hermanos, reprimamos los pensamientos igual que reprimimos los actos» (Apotegmas N220). «La fuerza y el principio de todo pecado son los malos pensamientos» constata Orígenes (Comentario al salmo 20, 11 en PG 27, 129C). Los objetos no son malos en sí mismos, «por tanto, depende de la mente el uso bueno o malo de los objetos» observa Máximo el Confesor (Centurias sobre la caridad III, 3; II, 17; 73; II 71; I 91; II 72). No conviene, por consiguiente, luchar contra los objetos, sino con las representaciones que nos hacemos de ellos. Todas estas razones hacen que el hombre preocupado por su curación y su salud deba ocuparse principalmente de la lucha contra los pensamientos, a la que los Padres llaman «combate interior», «combate invisible», «combate del espíritu», «combate y guerra del corazón». El origen de los pensamientos es doble, pude ser disposiciones propias del hombre como pueden ser las pasiones que actúan por medio de los pensamientos. Evagrio indica que «si tenemos recuerdos apasionados de una cosa, es que antes acogimos con pasión sus objetos; y a la inversa, de todos los objetos que recibimos con pasión, tenemos también recuerdos apasionados» (Tratado práctico, 34). La otra fuente de los pensamientos es la actividad demoníaca que actua por medio de la memorio y la imaginación. La mayoría de las veces los demonios suscitan los pensamientos apasionados sobre la base de las disposiciones y /o  predisposiciones. En efecto, «de las pasiones ocultas en el alma reciben los demonios los medios para suscitar en nosotros los pensamientos apasionados (Maximo el Confesor). De la actitud del hombre respecto a los pensamientos depende su destino espiritual. Estas son la vigilancia (νηφιζy la atención (προσοχη) (Mc 13,33.35.37; 14,38; Lc 12, 37-38; 1TEs 5,6; 1Pe 4,7). Sn Juan de Gaza escribe: «los perfectos están perfectamente  atentos a sí mismos, como el artesano que conoce perfectamente su oficio. Si, mientras trabaja, se pone a hablar con algunos, su conversación no le impide al mismo tiempo el ejercicio de su arte (Cartas 459). Estar atento y vigilante respecto a los pensamientos es, en primer lugar, vigilar permanentemente nuestro corazón para poder observar los pensamientos que nacen en él desde que surgen, y permanecer constantemente en guardia para poder hacer frente a los ataques…es la «custodia del corazón». Como dice Hisiquio de Batos, «El trabajo del monje es ver venir de lejos sus pensamientos» (capítulos sobre la vigilancia 153).  Para más detalles: Terapeutica de las enfermedades espirituales, 449-464

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.