El bien en el mal: Jesús desciende a los Infiernos (I)

El testimonio N.T quizás más claro lo tenemos en 1Pe 3, 18-21: «Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu;en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados  (τοῖς ἐν φυλακῇ πνεύμασιν πορευθεὶς ἐκήρυξεν), quienes en otro tiempo fueron desobedientes cuando la paciencia de Dios esperaba en los días de Noé,…Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora os salva … mediante la resurrección de Jesucristo». Más adelante, en la misma carta leemos: «Porque con este fin fue predicado el evangelio aun a los muertos (νεκροῖς εὐηγγελίσθη), para que aunque sean juzgados en la carne como hombres, vivan en el espíritu conforme a la voluntad de Dios» (1Pe 4,6). San Pablo también menciona en Ef 4,9 «Esta expresión: Ascendió, ¿qué significa, sino que Él también había descendido a las profundidades de la tierra? (κατέβη εἰς τὰ κατώτερα [μέρη] τῆς γῆς; )?», y se menciona la victoria de Cristo sobre la muerte y el infierno en 1Cor 15, 54-57; Rom 10,7; Col 2,14-15. Esta victoria sobre el infierno es también tema en el Ap, así en 20, 10.14: «Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos…Y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda: el lago de fuego». Ap 1,17-18: « he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades (ἔχω τὰς κλεῖς τοῦ θανάτου καὶ τοῦ ᾅδου)». En la literatura apócrifa veamos primero «La epistola de los apostoles»: «Porque a ese fin bajé al lugar de Lázaro y prediqué a los justos y los profetas, para que salgan del reposo que está abajo y suban a lo que está arriba; y derramé sobre ellos con mi diestra el agua de la vida y el perdón y la salvación de todo mal, como lo he hecho contigo y con los que creen en mí. Pero si alguno cree en mí y no guarda mis mandamientos, aunque haya confesado mi nombre, no tiene ninguna ganancia, sino que corre una carrera vana; porque tales se hallarán en la perdición y la destrucción, porque han despreciado mis mandamientos» (M. R. James [trad] The Epistle of the Apostles, p.27). Otro ejemplo, lo encontramos en «Las enseñanzas de Silvano»: «Oh alma, persistente, en qué ignorancia existes! Porque, ¿quién es tu guía en la oscuridad? ¿Cuántas semejanzas tomó Cristo por tu culpa? Aunque era Dios, se lo encontró entre los hombres como un hombre. Él descendió al inframundo. Él liberó a los hijos de la muerte. Estaban en trabajo de parto, como ha dicho la escritura de Dios. Y él selló el corazón de su inframundo. Y rompió sus barras fuertes por completo. Y cuando todos los poderes lo habían visto, huyeron para que él pudiera traerte, miserable, del abismo, y podría morir por usted como rescate por su pecado. Él te salvó de la mano fuerte del Inframundo» (M.L. Peel and J. Zandee [trad] Account A 103. 28-4.14). Más adelante leemos: «Saber quién es Cristo y adquirirlo como amigo, porque este es el amigo que es fiel. Él es también Dios y Maestro. Este, siendo Dios, se hizo hombre por tu bien. Fue este quien rompió las barras de hierro del Inframundo y los rayos de bronce. Es este quien atacó y echó a todo tirano arrogante. Fue él quien liberó de sí mismo las cadenas de las que se había apoderado. Él trajo a los pobres del abismo y los dolientes del Inframundo. Es él quien humilló a los altivos poderes; él que avergonzó la soberbia con humildad; el que derribó al fuerte y al jactancioso por la debilidad» (M.L. Peel and J. Zandee [trad] Account B 110.14-II.4). Tomemos un último ejemplo de la AsIs IX «Sin embargo, verán y sabrán de quiénes serán los tronos y coronas, luego que El haya descendido, haciéndose cono de vuestra forma, (y siendo tenido por carne mortal). El príncipe de este mundo extenderá su mano contra el Hijo; lo inmolarán, crucificándolo en un madero, sin saber quién es. Así será su descenso como tú lo verás; a los mismos cielos quedará oculto para que no se sepa quién es. Y cuando se haya apoderado del ángel de la muerte, ascenderá al tercer día (y permanecerá en ese mundo quinientos cuarenta y cinco días). Entonces subirán con él muchos de los justos, cuyos espíritus no recibirán vestiduras hasta el día en que ascienda el Señor Cristo, y ellos con él. Entonces, pues, recibirán sus vestiduras, tronos y coronas, cuando El haya subido al séptimo cielo”».

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.