Cristo termina con la Torá (Rom 9,30-10,8)

La interpretación de la palabra griega telos en Rom 10,4 puede significar dos cosas: con Jesús se termina la Ley o Jesús plenifica la Ley. La primera alternativa parece ser la correcta. Porque el fin [en el sentido de terminación]de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente. Esto significa que Jesús ha puesto fin al afán humano, judío y gentil, de establecer una relación de justicia con Dios a través de los trabajos de la Torá (Rom 2,13; 3,19-20; 7, 7-12). Aquellos que se han justificado delante de Dios a través de la fe y en consecuencia han recibido el Espíritu Santo son capaces de realizar los requerimientos de la Torá: A fin de que la justicia de la Ley  se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu (Rom 8, 4). Sobre todo el cristiano cumple la Torá a través del amor al prójimo: Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de: «No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás» y todos los demás mandamientos , se resumen en esta fórmula: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, ley en su plenitud (Rom 13, 8-10). Ahora bien, este cumplir la ley tiene una condición indispensable, el haber aceptado a Jesús como el Mesías. Abraham creyó en Dios y fue reconocido como justo (Gn 15,6; Rom 4,6). Algo parecido tenemos en el Salm 32, 1-2: ¡Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado! Dichoso el hombre a quien Yahveh no le cuenta el delito, y en cuyo espíritu no hay fraude (Rom 4, 6-8).

Para entender el telos de Rom 10,4 hay que considerar el contexto de Rom 9, 30-10,3 donde la tesis principal es que a pesar de la incapacidad de Israel de creer en la acción salvadora de Dios, todavía podía tener esperanzas. Contemplemos los siguientes versículos: ¿Qué diremos pues? Que los gentiles, que no buscaban la justicia, han hallado la justicia- la justicia de la fe- mientras Israel, buscando  una ley de justicia, no llegó a cumplir la ley. ¿Por qué? Porque la buscaba no en la fe sino en las obras. «Tropezaron contra la piedra de tropiezo» como dice la Escritura, «He aquí  que pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de escándalo; mas el que crea en él no será confundido (Rom 9,30-33). El que Israel busque una ley de justicia, implica su afan de justificarse delante de Dios a través de los trabajos de la Torá, la que se encuentra bajo el dominio del pecado (Rom 7, 7-12). Este contraste queda en evidencia en Rom 3, 27-28: ¿Dónde está, entonces, el derecho a gloriarse? Queda eliminado. ¿Por qué ley? ¿Por las de las obras? No. Por la ley de la fe. Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley. La piedra de tropiezo es precisamente creer o no en Cristo. Todo el que crea en él [en Cristo] no será confundido (Rom 10, 11). Y este es el contexto que prepara nuestro versículo: Porque el fin [en el sentido de terminación]de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente (Rom 10,4).

A continuación el apóstol fundamenta por qué Cristo es la terminación de la ley entendida esta como un medio para la justificación. Lo hace a través de un método rabínico conocido como gezerah Shawah, esto es relacionando dos o más versículos de la torá que tienen en común algunas palabras o expresiones, y desde allí va sacando conclusiones. Así, en la versión de los LXX de Lv 18, 4-5 leemos: Cumplid mis normas y guardad mis preceptos, caminando según ellos. Guardad mis preceptos y mis normas. El hombre que los cumpla (auta), por ellos vivirá. El verbo que más se repite es poihsete. Ahora bien, vamos a Rom 10, 6 que comienza con la siguiente expresión: No digaís en vuestro corazón [quién subirá al cielo] expresión que en la versión de los LXX encontramos sólo en Dt  8,17-18 y 9,4. Veamos Dt 8, 17-18 en la versión de los LXX: No digaís en vuestro corazón «mi propia fuerza y el poder de mi mano me han creado esta prosperidad», sino acuérdate de Yahveh tu Dios, que es el que da la fuerza para crear la prosperidad, cumpliendo así la alianza que bajo juramento pormetió a tus padres, como lo hace hoy. En la versión de los LXX de Dt 9,4-6 leemos: No digaís en vuestro corazón cuando Yahveh tu Dios los arroje de delante de ti: «Por mis méritos me ha hecho Yahveh entrar en posesión de esta tierra» siendo así que sólo por la perversidad de estas naciones las desaloja Yahveh ante ti. No por tus méritos ni por la rectitud de tu corazón vas a tomar posesión de su tierra, sino que sólo  por la perversidad de estas  naciones las desaloja Yahveh tu Dios ante ti; y también por cumplir la alianza que juró a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob. Has de saber, pues, que  no es por tu justicia por lo que Yahveh tu Dios te da en posesión esa tierra buena, ya que eres un pueblo de dura cerviz. Ambos textos están advirtiendo al pueblo de Israel no pensar que ellos han heredado la tierra por su propia justicia. La misma advertencia que Pablo había dicho en Rom 10, 3:Pues desconociendo la justicia de Dios y empeñándose en establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. Este midrás de gezerah Shawah se aplica también al texto de Lv 18, 4-5 en su versión de los LXX, donde como veíamos más arriba, el verbo «hacer» (poihsete) es el que más se repite al modo de Rom 10, 5: En efecto, Moisés escribe acerca de la justicia que nace de la ley: «Quien la cumpla, vivirá por ella».  Este verbo nos lleva a otro texto importante en este ejercicio midrásico, Dt 30, 10-14: si tú escuchas la voz de Yahveh tu Dios guardando sus mandatamientos y sus preceptos, lo que está escrito en el libro de esta Ley, si te conviertes a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque estos mandamientos que yo te prescribo hoy no son superiores a tus fuerzas, ni están fuera de tu alcance. No están en el cielo, para que hayas de decir: «¿Quién subirá por nosotros al cielo a buscarlos para que los oigamos y los pongamos en práctica?» Sino que la palabra está bien cerca de ti, está en tu boca y en tu corazón para que la pongas en práctica.  Como hemos visto, la combinación de estos textos introducen las mismas palabras de Rom 10, 6-7: «No digaís en vuestro corazón quién subirá al cielo», es decir: para hacer bajar a Cristo; o bien: ¿quién bajará al abismo? Es decir: para hacer subir a Cristo de entre los muertos.  Habiendo Dios traído a Cristo desde el cielo, Dios ha suplido los mandamientos de la Ley que Moisés había traído de los cielos al pueblo de Israel para que ellos lo practiquen o realicen (Dt 30,12). De acuerdo a Dt 30,12 Moisés escribió sobre la justicia de la Ley precisamente teniendo en cuenta que la persona que hace o cumple (Lv 18,5) estos mandamientos de la Ley va a vivir por ellos (Rom 10,5). Y cuándo se pregunta en Rom 10, 7a «¿Quién bajará al abismo?» estaría haciendo referencia a dt 30, 13 (LXX): ni estan al otro lado del mar, para que hayas de decir: «¡Quién irá por nosotros al otro lado del mar a buscarlos para los oígamos y los pongamos en práctica?» El cambio de «al otor lado del mar» por «al abismo» tiene que ver con el acento cristológico que está adoptando el apóstol. Además existiría una relación con Jonas 2, 4-7 (LXX): Tu me llevaste a lo más profundo del corazón del mar (thalasshs)…el abismo (abissos) me rodeaba…yo descendí (katebhn) en la tierra». En otras palabras elevando a Cristo de la muerte  Dios ha suplementado los mandamientos de la Ley de Israel. Ahora el justo dice que la palabra es cerca tuyo, en tu boca y en tu corazón, esto es en la palabra que nosotros estamos predicando (Rom 10,8).

Para más detalles: John Paul Heil, «Christ, The Termination of the Law (Romans 9:30- 10:8)» I, The Catholic Biblical Quarterly, 63, 2001, p. 484-498.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.