Creación y Alianza: la desobediencia

Lo que pasa en el Sinaí tiene que ver con los tres conceptos fundamentales de la teologia del segundo templo: Alianza, ley, y templo. Cada uno de esos conceptos está intimamente relacionado con el otro. La ley se conoce como la ley del conocimiento y la vida (Sir 45,5), luz para el mundo y el árbol de la vida (Pseudo-Filón 11.1,15) y la sabiduría  (Sir 24,23; Bar 4,1).   En el Sinaí, al mismo tiempo, Moisés recibe las instrucciones para la construcción del tabernáculo y sus accesorios (Ex 25, 1-31,17). La construcción del tabernáculo ocurre en los capítulos 35-40. 

A pesar que se le ha dado la Ley a Israel, éste ha pecado porque ha permanecido con una mala disposición (2Esdrás  3,12-36). Esto se expresa de manera especial en el relato del becerro de oro. Este episodio subraya la naturaleza rebelde de Israel, el confiar en su propia justicia que en la de Dios (Dt 9-10). El deutoronomista comienza su relato refiriéndose a la provocación de Israel a Dios (9, 7-8) y el contraste de la infidelidad del pueblo con el sacrificio constante y responsabilidad de Moisés. Moisés asciende sin comida y sin bebida al Sinaí, mientras Israel peca delante del becerro. En el Dt Moisés se postra delante de Yave con la esperanza de salvar al pueblo (9,18, 25-29), mientras que sólo pudo salvar la vida de Aarón, y destruye el becerro (9,15-21). En el relato del Ex Moisés baja la montaña, destruye las tablas y el becerro, manda a los levitas a matar 3000 israelitas y luego retorna donde Yave para interceder por el pueblo. En ambos casos lo que vemos es la postura sumo sacerdotal de Moisés que intercede por los pecados del pueblo. Si no fuese por Moisés Dios hubiese destruido al pueblo (muerte). Como sea, el episodio del becerro advierte sobre las consecuencias  de la infidelidad del pueblo, lo mismo que el relato de Jeroboam que pone becerros para ser adorados en Dan y Bethel (1Re 12-13). El Sal 106 también apunta a las consecuencias de la desobediencia, pero también enfatiza la misericordia de Dios. Y es que el mismo Moisés delante de la Gloria de Dios en el Sinaí descubre que Éste es misericordioso, lento a la ira, lleno de amor y fidelidad, pero que sin embargo no aguanta el pecado (Ex 34, 6-7; Nm 14, 17-19; Sal 86,15;111,4; Neh 9,16-25; Miq 7,18-20). Nahum nos recuerda que si bien Dios es lento a la colera, igual puede reaccionar violentamente a la idolatría y la injusticia. Por último digamos algo sobre la tradición del becerro de oro en la literatura rabínica. En algunos textos se le describe como la raíz de todas los pecados de Israel y en parte responsable de los juicios de Dios al mundo (b. Sanedrin 102a). También los rabis subrayaron la acción de Moisés, quien se expusó a la muerte cuando se ofreció como expiación por el perdón del pueblo (Ex 32,32). Moisés, quien cargó con el pecado de tantos, intercediendo así por el pueblo (b.Sotah 14a). Para más detalles: Scott M. Langston, Blackwell Bible Commentaries Through the Centuries, p. 233-235. También veamos que la desobediencia, además de muerte, acarrea el exilio de la tierra que estaban llamados a poseer. Esto se ve en el mito del Gn. cuando Adán dejó el Jardín del Edén, el vino a la tierra de Eretz (Egipto), un lugar obscuro y desolado, donde la luz del sol no se ve nunca. Cuando entró allí un gran miedo se apoderó de él. Cualquiera sea la dirección que Adán tomaba, él encontraba la espada de fuego que no dejaba de girar en todos los sitios de Eretz. Sólo , cuando el Sábado terminaba y Adán tenía pensamientos de arrepentimiento, Dios lo tomaba fuera del Eretz y lo traía a la tierra de Adama donde finalmente encontraba paz (Zohar 1, 253b) (Tree of Soul p 438). De acuerdo a algunas tradiciones el adorar al becerro de oro fue el pecado con concecuencias más catastróficas en la historia de Israel. Y es que al aceptar la Tora Dios le había dado al pueblo supremacía sobre el Ángel de la muerte. Al adorar al becerro de oro, los israelitas habían perdido tal poder. Tal como la primera pareja había sido expulsada del Jardín, los israelitas fueron condenados a estudiar la Torá bajo el sufrimiento y bajo la esclavitud, en exilio y en medio de disturbios, en medio de los cuidados por la vida y cargas, hasta que la era mesianica llegue y los compense por todos los sufrimientos (EZ 4, 179-180; Tan B. II, 112; IV ,76) (Legends, p. 120). El pueblo no sólo adoro al becerro de oro, sino que también se hicieron 13 ídolos, uno por cada una de las 12 tribus, y uno por todo Israel. Más aún, les ofrecieron el mana con el que Dios en su bondad no les había negado en la travesía por el desierto (Tehillim 3, 37; ShR 41, 1; Yerushalmi Sanhedrin 10, 28b; WR 5, 3) (Legends p. 123).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.