El bautismo como transfiguración del sujeto en el gnosticismo setiano

  Los ritos que acompañan la
experiencia gnóstica (así como la platónica) apuntan a sacar a la persona de la
dimensión corporal-temporal (o de las pasiones) para llevarla en un ascenso
hacia su origen en el mundo celestial. Básicamente los mitos que fundamentan
los ritos gnósticos responden a un doble esquema. En primer lugar, la caída
vertiginosa, desde las alturas celestiales, del alma humana al ámbito terrenal.
Como un ave que ha perdido sus alas, así el alma humana se ha desplomado a la
tierra y ha perdido el contacto directo con sus dimensiones primigenias. El
alma debe recobrar sus alas, recordar desde dónde ha venido, reconocer casi por
instinto, su lugar de origen, y regresar a casa. En segundo lugar, la dolorosa
experiencia de verse dividido ontológicamente en dos: hombre y mujer. El hombre
ha de superar esta división cruel y volver al estado primigenio donde lo que lo
caracteriza es la condición andrógina a imagen del creador.
En el
cristianismo el rito bautismal contiene cinco procesos fundamentales: el
renunciar al pecado, el desvestirse y la unción con aceite, la inmersión en el
agua, el revestirse con nuevos vestidos blancos, y la crismación. Muchos de
estos elementos responden en parte a los mitos señalados en el párrafo
anterior. Se trata de reconstituirse, adquirir una nueva identidad, la
verdadera, la celestial. Estos procesos, en muchos textos gnósticos, se conocen
como los Cinco cellos. En el Apócrifo de Juan, por ejemplo, se habla
de Barbelo confiriendo los cinco cellos
en su tercer y final descenso (NHC II 30, 11-31,25). Lo mismo se nos dice en el
Trimorphic Protennoia, documento que
interpreta los cinco cellos no como
cinco inmersiones en las aguas vivas (como
las que rodean y fluyen del Espíritu Invisible en el Apócrifo de Juan), sino como cinco etapas en un ritual de ascensión
que conduce al espíritu a desnudarse del caótico mundo material y revestirse de
la luz verdadera y brillante. Así, el espíritu es vestido con ropajes de luz,
es entronizado, y bautizado por seres angelicales en las fuentes de aguas vivas. Así, en este libro,
cualquiera que posea los cinco cellos se
ha desnudado de toda ignorancia y obscuridad y se ha revestido de luz
brillante, se ha hecho libre de toda ignorancia y ha adquirido el poder
suficiente para vencer a las fuerzas arcónticas.
Otro texto
con fuertes reminiscencias bautismales es Zostrianos,
el que, paradojalmente, presenta un rito en el que no se contempla el agua.
El protagonista, Zostrianos, es bautizado a lo menos 20 veces en la medida que
va ascendiendo por los cielos. Una en la atmósfera debajo de la luna; siete en
las esferas planetarias (en las copias de los eones); una en las esferas de las
estrellas fijas (en la Transmigración); seis en el Arrepentimiento; cuatro en la esfera de los auto-generados; y una
última en el nivel del Autogenes, donde finalmente adquiere el estatus divino y
entra a contemplar a Barbelo. En este escrito el bautismo se entiende una
iluminación espiritual en contraposición a la masiva experiencia del bautismo
de los cristianos explicado  como bautismo con muerte (NHG VIII 131,2). Para
más detalles: J. D. Turner, “Ritual in Gnosticism” , p. 87-97.
Muchos de
estos elementos del bautismo tienen claras reminiscencias sumo sacerdotales. La
unción, el aceite, los vestidos, la luz, la condición semi-divina o angelical
adoptada, etc. nos hablan de una influencia intermedia de los ritos que
configurarían la figura sumo sacerdotal en el templo de Jerusalén. Es cosa de
pensar en la unción sumo sacerdotal de Enoc-Metatrón en el 2 y 3Enoc, o en la
unción sumo sacerdotal de Leví en el Testamento
de Leví. 

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.