María, la hija ilustre de Magdala (I)

Actualmente Magdala es uno de los balneareos que se encuentran entre Tiberias y Cafarnaún en el lago de Genesaret. Es un lugar encantador, con una vista preciosa al lago, y dotado de una buena infraestructura para el descanso. En el lugar los Legionarios de Cristo están construyendo una casa de retiro que esperemos no sea demasiado grande o fastuosa para que no rompa la armonía del lugar. También están liderando un equipo de arqueólogos que están profundizando en las excavaciones de una antigua sinagoga del siglo I descubierta en los años 20 del siglo pasado. El lugar ha sido trabajado también por otros equipos que han sacado a la luz un pueblo bien urbanizado y amurallado, que tendría sus origenes hacia el siglo II a.c. en el período Asmoneo y que habría sufrido importantes modificaciones hacia el siglo I a.c. bajo el dominio romano. En este período, además de la sinagoga, el pueblo contaría con un sistema unitario y bien organizado de aguas a través de colectores y canales conectados al lago siguiendo el modelo romano. Este sistema servía principalmente a un importante complejo de termas que contaba a lo menos con seis piscinas. En el lugar también se han excavado una torre, restos de rampas para acceder a los botes, seis amarraderas de piedra adjuntadas a una muralla para asegurarlos, escaleras, y un rompeolas en forma de L. En el evangelio de Marcos se le llama Dalmanuta que es una deformación de Migdal Nunaya o Torre de los peces (Mc 8,10; Mt 15,39). Josefo la llama Tarikhea palabra que proviene del griego tarikhos (peces salados). El mismo autor nos dice que el pueblo contaba con una flota de 200 botes, además de ser famoso por sus tintorerías.

A pesar de la fuerte impronta romana sabemos, a través de los restos arqueológicos, que este pueblo participó activamente en la rebelión judía del 66-67 que resultó en su destrucción. Luego de su reconstrucción sería nuevamente destruído, esta vez por un fuerte terremoto en el 363. Esta destrucción es atestiguada por varias fuentes rabínicas que explican la calamidad como consecuencia de la inmoralidad y la práctica de la magia. Si como parece ser Magdala se identifica con Migdal Seboya, entonces según Lam. R. 2,2; TJ Ta´anith 4, 8. 69a su destrucción fue resultado de sus inmoralidades. Magdala también aparece asociada a Shihin la que fue destruida porque sus habitantes practicaban la magia como atestiguan las misma fuentes. La inmoralidad y la práctica de la magia es asociada en estos escritos con los judeo-cristianos, y por lo tanto es probable que ya desde muy temprano el pueblo fuese habitado, al menos en parte, por estas comunidades. Esto nos retrotrae a la más temprana predicación de Jesús en este pueblo, siendo una de los testigos más fidedignos María de Magdala.

Aunque es poco lo que sabemos de María Magdalena, la información es verdaderamente significativa. Primero hay que decir que ésta no es la pecadora pública de Lc 7,36-50 que llora, unge y seca los pies de Jesús con sus cabellos. De hecho Lucas no nos da el nombre de esta mujer como tampoco lo hacen los otros evangelistas que narran el hecho (Mc 14,3-9; Mt 26, 6-13). Segundo, María Magdalena no es la adultera sorprendida de Jn 7,53-8,11 de la cual tampoco se nos dice el nombre. Cualquiera asociación entre María Magdalena y estas mujeres está marcada por tempranos prejuicios que relacionaban la naturaleza femenina con la debilidad de la carne. Nada está más lejos de lo que nos dicen los evangelios. De acuerdo a Lucas 8,1-3 mientras Jesús predicaba por ciudades y pueblos lo acompañaban los doce y alguna mujeres que habían sido sanadas de enfermedades y malos espíritus. Una de ellas era María Magdalena de la cual habían salido siete demonios, el número de la totalidad. Más tarde volverá aparecer a los pies de la cruz (Mt 27, 56; Mc 15,40; Jn 19,25), en el entierro de Jesús (Mt 27,61; Mc 15,47), y como testigo privilegiado de la resurrección ( Mt 28,1; Mc 16,1.9; Lc 24,10; Jn 20,1.18).

Aunque no se diga explicitamente María Magdalena es con justicia la primera mujer apóstol. Por lo menos cumple con los requisitos que Pablo (1Cor 9, 1; 15, 3-11) y que incluso Lucas, mucho más estricto (Hch 1,21-22), ponen para señalar la condición de apóstol. Es precisamente por la importancia de María Magdalena que extraña tanto que no aparezca en ninguna ocación en el libro de los Hechos. Esta ausencia no puede ser casualidad. Si existieron tempranas tradiciones o relatos asociados con esta mujer, se omitieron porque muy probablemente era comprometedores. Como sea, si bien ya muy temprano se le relacionaría con una pecadora arrepentida por parte de la proto-ortodoxia, otras ramas del cristianismo no tardarían en rescatarla y hacerla portadora de revelaciones y de un conocimiento personal e íntimo del resucitado.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.