El Templo, el Trono, y la Plantación eterna…imágenes del Qumrán

En el
templo de Jerusalén habitaba Dios. Su presencia hacia del edificio irradiación
de su Gloria: “aunque
tú habitas en el santuario, gloria de Israel
(Salmo
22,4). En el santo de los santos se encontraba el arca de la alianza que se
configura como el trono donde se sienta y desde donde gobierna Dios: Cubrirás el arca con la tapa, y
dentro de ella guardarás el documento de la alianza que te daré. Allí me
encontraré contigo, y desde encima de la tapa, en medio de los querubines del
arca de la alianza, te diré todo lo que tienes que mandar a los israelitas

(Ex 25,21-22). La descripción del trono divino sobre querubines también
coincide con 2Sam 4,4: “Mandaron
gente a Siló, y de allí trajeron el arca de la alianza del Señor Todopoderoso,
que tiene su trono sobre querubines
” (Ver también 2Re19,15 e Is37,16;
Sal 93; 96-99). En todos estos textos vemos como el templo celestial se
superpone con el templo de Jerusalén en la tierra. Ahora bien, me da la
impresión que con el tiempo los textos judíos van a ir distinguiendo más
claramente la existencia del templo celestial del templo de Jerusalén. Este
último se va a convertir en el espejo del templo celestial, lo que ocasionará,
cuando la imagen sea defectuosa, la protesta social de distintos grupos. Tal
distinción entre ambos templos se ve claramente en los escritos del Qumrán
donde los miembros se unen a la liturgia celestial con independencia del templo
de Jerusalén.
El trono
de Dios en los cielos se describe en el Pseudo Ezequiel (4Q385 fgmto 4) en los
siguientes términos: “La visión que vio Ezequiel […] el brillo del carro, y
cuatro seres vivientes; un ser viviente […y cuando marchan no se vuelven]
atrás; cada ser viviente marchaba sobre dos, y sus dos pier[nas…]… […]era
espíritu y sus rostros estaban uno unido al ot[ro. Y la forma de ] sus ros[tros
era: uno de león, u]no de águila, uno de becerro, y uno de hombre. Y cada uno [tenía
una mano de] hombre unida por el dorso de los seres vivientes y pegada a [las
alas], y las rued[das…] una rueda unida a otra rueda al marchar, y de los dos
lados de las rued[das salían corrientes de fuego], y había seres vivientes en
medio de las ascuas, como ascuas de fuego [como antorchas en medio de] las
ruedas y los seres vivientes y las ruedas. Y había [sobre sus cabezas un firmamento
como ] hielo terrible. Y había un sonido [por encima del firmamento…]
”. Esta
descripción, que sigue el relato fundante de Ez 1 y que está a la base de la
antigua mística judía, se complementa con otros relatos que enriquecen la
visión del templo celestial al relacionarla con elementos propios del
paraíso.  Recordemos que en esa época se
creía que el paraíso que Adán perdió se encontraba en el lugar donde se
levantaba el  templo de Jerusalén (Gn 2-3; Ex 15,17; 2Sam 7,10; Is 27, 2-6; 51,3; 60,21; 61,3; Jer 11,15-17; Ez 28,12-19; 31,2; Sal 80,9-18; 84,7; 1Enoc  24-25; 1Cor 3,9; 4Ez 5,23-26). En algunos textos se relaciona el lugar donde se erigía el templo con las fuentes de agua viva que emanaban del paraíso (Gn 2,6.10-14; Is 32,2; 33,20-21; 35,6-11; 41,17-20; Ez 47; Joel 4,18; Zac 13,1; 14,8;Sal 65,10; 46,5; 1Enoc 13,7;26,1-2; Jn 7,37-38; Ap 21,6; 22, 1-2; 4Ez 5,25).  Ahora
bien, como existe una crítica abierta contra este último, la comunidad del
Qumrán hablará de sí misma como el lugar donde se encuentra el verdadero
templo, la verdadera plantación que emerge del paraíso y por lo tanto, el lugar donde el hombre recobra la condición adámica
que alguna vez gozó en el paraíso (1Cor 3,5-17; 4Q500 1 5). En 1QH XVI leemos : “[Te doy gracias. Señor]
porque me has puesto en la fuente de los arroyos en una tierra seca, en el
manantial de las aguas en una tierra árida, en los canales que riegan un jardín
[de delicias en medio del desierto] [para que crezca] un plantío de cipreses y
de olmos, junto con cedros, para tu gloria. Árboles de vida en la fuente
secreta, escondidos en medio de los árboles de agua. Ellos han de hacer crecer
un retoño en plantación eterna…En sus brotes se alimentarán todos [los
animales] del bosque, será pasto su tronco para todos lo que cruzan el camino,
y sus hojas para todos los pájaros alados….Pero tú, oh Dios, tú proteges su
fruto con el misterio de héroes poderosos, de espíritus de santidad, de manera
que la llama del fuego abrasador no [alcanzará] el manantial de vida, ni con
los árboles eternos beberá las aguas de santidad, ni producirá su fruto con [la
ayuda ]de la nubes…Pero tú, Dios mio, tú has puesto en mi boca como lluvia
temprana para toda […] manantial de aguas vivas; los cielos no dejarán de
abrirse, no cesarán, sin que se harán torrentes que desbordan el agua [en todo
río] y en los mares, sin fin. Surgirán de repente de escondites secretos, […]
servirán para regar [todo árbol] verde y seco, un pantano para todo animal. Los
árboles [impíos se hundirán] como plomo en aguas poderosas, [todos ellos serán
víctimas] del fuego y se secarán. Pero la plantación del fruto […] […] eternos
para el jardín glorioso y fruc[tificará siempre]
”. Para más detalles: Elgvin Torleif, «Temple Mysticism and the Temple of Men»

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.