La transformación adámica en los padres del desierto

 La transformación del creyente en un
ángel o en la condición adámica (prácticamente lo mismo) está presente en la
mística cristiana desde sus orígenes (en los evangelios) y en los escritos
místicos posteriores. Me gustaría plantear unos ejemplos muy inspiradores
tomados de la literatura de los padres del desierto. Leemos en la Apophthegmata que en cierta ocasión el
Abba Lot fue a visitar al Abba José de Panefisis para pedirle un consejo: Abba, yo guardo una regla modesta, lo mejor
que puedo, ayuno un poco, medito un poco, y guardo una quietud interior. Hago
lo mejor que puedo para purgar mi corazón de pensamientos perversos. ¿Qué más
puedo hacer?
Luego de escucharlo, José se puso de pie y  dirigió sus manos al cielo (una tradicional
postura de oración), entonces sus dedos se transformaron como diez lámparas de fuego y le dijo a su discípulo: Si tu quieres puedes convertirte todo en
llamas
(Verba
Seniorum
12.8 (PL 73:942). ¿Qué tipo de transformación tan peculiar es esta
que leemos? Convertirse todo en llamas es
una expresión que implica una transfiguración angelical. Recordemos cómo Enoc se convierte en Metatrón cuando su cuerpo se transforma en fuego.
Algo parecido leemos (siguiendo una antigua
tradición judía) respecto al ideal del monje en el sentido de recobrar la gloria de Adán. Ellos decían sobre el Abba Pambo que éste
era como Moisés, quien recibió la imagen de la gloria de Dios cuando su rostro
brillaba. Su rostro brilló como rayos y era como un rey sentado en su trono. Lo
mismo ocurría con el Abba Silvano y con el Abba Sisoes
(AP Pambo 12
(PG 65:372; trans. Ward, CS 59:197). La cuestión para los padres del desierto
no era tanto el tener visiones, como el alcanzar una transformación de cuerpo y
alma permanente. Se trataba de alcanzar la gloria de Adán anterior a la caída,
lo que implica coraje, discernimiento, humildad, perdón y obediencia.
En la misma línea debemos entender los escasos pero
significativos milagros que se suceden entre los monjes y los animales
salvajes. Un día mientras Macario el Egipcio estaba rezando, una hiena se
acercó a su celda y comenzó a arrastrarse y tocar su túnica. Entonces el monje
siguió al animal hasta su madriguera donde descubrió que su cachorro  había nacido ciego. Macario rezó y la cría
recobró la vista. A la mañana siguiente la hiena se acercó de nuevo a la celda
del monje, pero esta vez para agradecerle el milagro con una humilde rama de
pluma y con una sonrisa amable como si
fuese una persona sensible
(Historia monachorum in Aegypto XXI.15–16
(SH 53:118–119; trans. Russell, CS 34:110). Existen otras historias como estas,
Abba Bes cierta vez le ordenó a un hipopótamo que dejase de destruir los campos
de los pobres campesino (Historia monachorum in Aegypto IV.3 (SH 53:41;
CS 34:66) ; Abba Helle solía ocupar el servicio de un cocodrilo para cruzar el
Nilo (Historia monachorum in Aegypto XII.8 (SH 53:95; CS 34:91); Abba
Amoun se servía de dos enormes serpientes para cuidar su celda de los
ladrones.  Por supuesto que la
historicidad de estos relatos no está en cuestión…se tratan de leyendas que
transmiten una verdad mucho más profunda acerca de la identidad de los
monjes.  Estos han recobrado la armonía
que alguna vez gozo Adán con las bestias salvajes en el paraíso. El monje es el
reflejo de la vocación humana más fundamental.
Un último aspecto en la misma línea…el monje
comparte (al igual que Adán o Jesús ) una relación especial con los ángeles. Abba
Anouf decía que un ángel solía alimentarlo con comida celestial (Historia
monachorum in Aegypto
VIII.5–6, XI.5 (SH 53:48–49, 91; CS 34:70–71, 88). En
otra ocasión cuando los soldados del emperador 
arrestaron a Apolo  un ángel vino
de noche y abrió la celda donde lo habían encerrado (Historia monachorum in
Aegypto
VIII.12 (SH 53:50–51; CS 34:71). También sabemos del relato de Abba
Piammonas que durante la eucaristía vio a un ángel que escribía los nombres de
aquellos que comulgaban y tachaba los nombres de quienes no lo hacían (Historia
monachorum in Aegypto
XXV.2 (SH 53:134; CS 34:116).  Esta intimidad con los ángeles demuestra que
los monjes vivían la vida angelical como
un adelanto en la imitación del divino salvador
(Historia monachorum in
Aegypto
, prol. 4 (SH 53:7; trans. Russell, CS 34:49). Así, Abba Bes vivió una vida serena, sus maneras eran
tranquilas, como si hubiese alcanzado un estado angelical
( Historia
monachorum in Aegypto
IV.1 (SH 53:40; trans. Russell,
CS 34:66).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.