La Pascua Judía en los tiempos de Jesús

La Pascua era otra de las fiestas que
implicaba una peregrinación a Jerusalén. 
Sus fundamentos bíblicos los encontramos en textos como Ex 12,1-27 y Lv
23, 4-8. La preparación remota a la peregrinación a Jerusalén comenzaba seis
semanas antes de la pascua cuando en cada plaza de pueblo de la tierra de
Israel los líderes recolectaban el impuesto (de medio shekel) para luego
enviarlo a Jerusalén. Este dinero ayudaría a costear los gastos de los
sacrificios comunes durante el año venidero. Más adelante los peregrinos se
organizaban en grupo e iniciaban el camino hacia Jerusalén. Como en toda
peregrinación las personas se cuidaban de no caer en ninguna impureza durante
el camino. Así, por ejemplo, los cementerios que se encontraban en la ruta
estaban bien marcados para evitar contaminar a los viajantes. Al mismo tiempo,
se trataba de mantener en orden los lugares que posibilitaban los baños
rituales y las comodidades básicas de los peregrinos.

 La mayoría de los
peregrinos pasaban por el pueblo de Modiin de camino a Jerusalén. Este pueblo,
desde donde se desencadenó la revuelta macabea, era famoso porque proveía a los
caminantes de jarrones y platos de arcillas señalados por su pureza para la
celebración de la Pascua en Jerusalén. Y así, animados por la celebración que
se avecinaba, los peregrinos continuaban la última jornada hacia Jerusalén
donde la mayoría accederían por un puente que unía el monte de los olivos con
la puerta Shushan. Ya dentro de las
murallas, todos los peregrinos debían ser purificados  con la aspersión de cenizas mezcladas con
agua. Las cenizas eran los restos de los carbones que resultaban de un novillo
sacrificado por los sacerdotes fuera del templo. El agua con la que se mezclaba
las cenizas era traída desde el templo. La aspersión de esta mezcla por los
sacerdotes aseguraba la pureza de los peregrinos, incluso de aquellos que
pudieron haber caído en algún tipo de impureza durante el camino.

Ya preparados para la celebración, los
peregrinos buscaban un lugar entre las casas de los lugareños para dormir. Si
había una toalla en el portal de una casa era signo que todavía tenía lugar
para alojar a algunos peregrinos. Ya en casa y la tarde del día anterior a la
Pascua preparaban y comían pan  conocido
como chametz. A la mañana siguiente
la mirada de los peregrinos se dirigían a lo alto del templo donde un sacerdote
tomaba un pan sacrificado (habían dos en la bandeja) como signo indicativo de
la prohibición de comer más chametz. Cuando
tomaba el segundo, era el signo que había que quemar o desmenuzar el chametz restante para tirarlo a las
fuentes o dejar que el viento se lo lleve. Entonces era el tiempo para las
mujeres de preparar y cocer el pan sin levadura en los utensilios purificados
que habían adquirido, la mayoría, en Modiin. Al mismo tiempo se comenzaba a
preparar el fuego en el horno donde se prepararía el cordero pascual.  Entonces los hombres se dirigían al templo con
el cordero para el sacrificio. La multitud era muy grande, lo que obligaba a
hacer largas filas para acceder al santo lugar. Los sacerdotes y levitas en
gran cantidad saludaban, cantaban, y tocaban trompetas de plata, dando la
bienvenida a los peregrinos. Ya próximos a una de las puertas, los peregrinos se descalzaban y
entraban en el atrio del templo para comenzar a rodearlo en dirección este
mirando al norte. Una vez rodeado accedían al sorreg a través de una pequeña cerca por la que podían entrar sólo
los judíos que habían sido purificados con las cenizas de los novillos, y no
sin antes postrarse para agradecer a Dios. 
Ya en el sorreg accedían por
unas puertas al patio donde se sacrificaban los corderos. Debido a la multitud,
muchas veces se tenía que esperar el turno. Dentro los levitas se encontraban
en una tarima cantando y tocando sus trompetas. Junto a ellos otros músicos
cantaban y tocaban címbalos, liras, y arpas. 
El ambiente era alegre y festivo. El lugar donde se sacrificaban los
corderos consistían en una fila de medios arcos sostenidos en el suelo donde se
ponía la cabeza del animal para el degüello.  Todo se hacía coordinadamente para que los
sacerdotes pudiesen pasar al lado de los animales y recoger la sangre derramada
y hacerla pasar de un jarro a otro hasta el último sacerdote que la llevaba y
esparcía en la base del altar. Al mismo tiempo, otros sacerdotes llevaban
partes del cuerpo del animal que no se podían comer al altar de fuego para el
sacrificio. Entonces otros sacerdotes cogían el cuerpo del cordero y lo
colgaban de unos pilares de mármol para despellejarlo.  Al final el peregrino podía retirarse con el
cabrito ya listo para ser preparado para la cena pascual. Esto se hacía de
inmediato al regreso de los hombres al horno familiar ya preparado para la
ocasión. El cordero no se podía cocinar ni condimentar de ningún modo. Sólo
estaba permitido el asarlo a las brasas.

Ya preparado se dejaba listo para la
cena, con mucho cuidado de no quebrar ninguno de sus huesos. Todos los miembros
de la familia y amigo se recostaban en cojines e iban cogiendo del cordero
asado, matzot, hierbas amargas, charoset y vino. El más joven se
levantaba en un momento para preguntar por qué de todas las noches, en esta
sólo se comía el cordero asado. ¿Qué hacia de esta noche una noche especial? Y
así los ancianos recordaban la noche cuando el Dios de Israel les liberó de la
esclavitud de Egipto. Luego de terminar la cena, todos subían a los tejados y
dando la cara al templo agradecían a Dios al unísono. El espectáculo en
Jerusalén debió haber sido grandioso.

Pero con esto no ha terminado la
fiesta. Al día siguiente se solía descansar durante el día, pero en el
atardecer las familias salían de Jerusalén hacia los campos para recoger con
una hoz especial la primera cosecha de cebada. Al día siguiente se les ofrecía
a los sacerdotes en el templo quienes la pasaban por la tamiz, la sacudían, y
la tostaban en el mismo lugar donde dos días antes los corderos habían sido
sacrificados. Entonces un sacerdote tomaba la cebada en una fuente y, frente al
altar, se juntaba con otros dos sacerdotes, uno vertía  aceite de oliva en ella, mientras que el otro
incienso (Lv 2,15). Una vez preparado el sacrificio, el sacerdote lo llevaba se
acercaba al fuego y lo ofrecía guardando un poco para el alimento personal y de
otros sacerdotes. Para más detalles: http://www.templeinstitute.org/pesach/passover.htm

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.