El templo como centro del cosmos

Es importante conocer
bien cuál era la idea que se tenía en la Antigüedad sobre el templo de
Jerusalén para situar la primera reflexión cristológica tan emparentada con
este lugar santo. El templo y el Cosmos se miran y reflejan como si se tratasen
de un espejo, aunque se reconoce que el templo celestial es más excelso que el
terreno. Fijémonos en el siguiente texto del Salmo 78, 69: Se construyó un santuario como el cielo, lo cimentó para siempre como
la tierra.
Veamos Isaías Is 66, 1-2 donde leemos: Así dice el Señor: El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis
pies: ¿Qué templo podrán construirme o qué lugar para mi descanso? 66,2: Todo
esto lo hicieron mis manos, y así existió todo esto —oráculo del Señor—
.  En este oráculo se reconoce el cosmos como
templo de Dios, pero a través de esto lo que se está haciendo es sacralizando
la creación en general. De hecho el relato del Gn 1 con su estructura de siete
días lo que está haciendo es inaugurando un templo de carácter cósmico donde
Dios descansa. En el Apoc. de Moisés describe el templo de Jerusalén com el lugar que Dios hisó  desde el principio de la creación del mundo (1,8).  En el midras Tanhuma (kedoshim 10) leemos: Así como el ombligo se encuentra en el medio
del hombre, la tierra de Israel se encuentra en el centro del mundo, como se
dice en la Biblia, “habita en el ombligo del mundo” (Ez 38,12), y desde aquí
procede la fundación del mundo…Y el templo esta en el centro de Jerusalén, y el
gran atrio está en el centro del templo, y el arca está en el centro del gran
atrio, y la roca de la fundación está en frente del arca, y los fundamentos del
el mundo fueron puestos desde allí.
 En Filón de Alejandría encontramos la misma
idea que relaciona al templo con el cosmos. En De Specialibus Legibus I, 66 señala: El más elevado y el verdadero templo de Dios es, a no dudarlo, el
universo todo, el que tiene como santuario la parte más santa de todo cuanto
existe, vale decir, el cielo; como ornamentos, los astros; y como sacerdotes,
los ángeles, servidores de Sus potencias, los que son incorpóreas almas, no
mezclas de naturaleza racional e irracional, como sucede que son las nuestras,
sino inteligencias solamente en todo su ser, entendimientos puros a semejanza
de la unidad.
Y por último consideremos a Josefo en Guerras Judías 5, 213-214: No existía mixtura de materiales en el velo
de la entrada, con el significado místico que implicaba: este representaba al
universo. El escarlata representaba el fuego, el fino lino a la tierra, el azul
al aire, y el purpura al mar…En este tapiz estaba simbolizado el cielo a
excepción de los signos del zodiaco.
Para más detalles: J. H. Walton,
Genesis 1 as Ancient Cosmology, p. 187-192.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.