Similitudes entre el bautismo judío y cristiano en los primeros siglos.

El bautismo, como rito de iniciación
para prosélitos, era una práctica común entre cristianos y judíos en el siglo primero. Un primer elemento común entre el bautismo judío y cristiana radica en el hecho que en ambos  se les preguntaba a los candidatos  por los motivos de su conversión (Tradición
Apostólica 16,2// TB Yevamot 47ª), además de presentar testigos que atestigüen
la sinceridad de sus intenciones (TradApos 16,2//  TB Yevamot 46b).
La catequesis pre-bautismal es también
importante en ambas tradiciones (Didaje 1-5; Primera Apología [Justino] 61;
TradApos16-17//TB Yevamot 47ª). La importancia de la Catequesis, ya en esos
tiempos, se demuestra en el caso de un antiguo documento cristiano conocido
como la Didaje, donde ésta ocupa los primeros seis capítulos.  Es interesante constatar que este antiguo
catecismo cristiano no es sino la reelaboración de un catecismo judío dedicado
a los paganos. En ese sentido es iluminador el siguiente texto, el único que
versa sobre mandamientos rituales, y que probablemente es de origen judío dirigido
a los temerosos de Dios en la diaspora: Vigila
para que nadie te extravíe de este camino de la Doctrina, pues te enseña fuera
de Dios. Porque si, en efecto, puedes llevar todo el yugo del Señor, serás
perfecto; mas si no puedes todo, haz aquello que puedas.  Respecto de la comida, guarda lo que puedas;
mas de lo sacrificado a los dioses, abstente enteramente, pues es culto a los
dioses muertos
(6,1-3). Por otra parte, el esquema de la catequesis es el
de los dos caminos  el cual es claramente judío: Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la
muerte; pero grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos
(1,1).
El camino de la vida se puede resumir de la siguiente manera: Ahora bien, el camino de la vida es éste: En
primer lugar, amarás a Dios que te ha creado; y un en segundo lugar, a tu
prójimo, como a ti mismo. Y todo aquello que no quieras se te haga contigo, no
lo hagas tú tampoco a otro
(1,2). La influencia de los dos caminos está presente en documentos como el Evangelio de Mateo, la Carta de Santiago, el Testamento de los XII Patriarcas, entre otros. 

Previa a la inmersión bautismal total (TradApos 21,5//TB Bava Qamma 82ª/b) del prosélito en las  fuentes de aguas vivas (Didaje 7//Oráculos Sibilinos 4 162-170) se practicaban una serie de exorcismos, oraciones y  ayunos  (Didaje 7; Primera Apología 61;
TradApos 20,3-10//José y Asenet 10-13) junto con la renuncia al demonio
(TradApos21,9//José y Asenet 10,8-13; 12,9-12). Respecto a la renuncia al demonio, el contexto
cristiano y judío dejan en claro que de lo que se trata es de darle la espalda
a la idolatría del culto pagano. Por ejemplo, Tertuliano  (La Corona 3) dice que nosotros afirmamos que renunciamos al diablo, a su pompa, y a sus
ángeles.
En José y Asenet, leemos que la hija del sacerdote egipcio dice, mirad ahora, todos los dioses a quienes
solía adorar en ignorancia, ahora les reconozco como ídolos mudos y muertos
(11,4).
 Respecto a las aguas vivas en las que
debía ser bautizado el prosélito, cristiano o judío, tiene sus orígenes en las
prescripciones veterotestamentaria sobre la pureza (Lv 15,3; 14,5; Nm 19,17).
En la Didaje se recomienda, a falta de aguas vivas, en aguas que sean frías…y
si no hay, pues entonces en agua tibia. En caso de no haber agua, se puede
invocar el nombre del Padre, el Hijo, y el Espíritu sobre la cabeza del
converso. Como sea el ideal es siempre en alguna fuente donde el prosélito
pueda sumergirse, simbolizando un viaje desde la profundidad de la muerte hacia
la nueva vida. Esto lo explícita un temprano texto cristiano, “Barnabas”: Nosotros descendemos en el agua lleno de
pecados y vergüenza y emergemos llenos de los frutos del temor del Señor en
nuestros corazones, y con la esperanza en el Espíritu de Jesús
(11,11).
Este texto no está tan lejos de Pablo en Rm 6,1-11. Algo no muy distinto
podríamos escuchar de boca de los rabinos. Un pagano converso, dirían, es un
nuevo ser humano, un judío ha llegado a la existencia (Genesis Rabbah 39). Otro
aspecto presente en el bautismo cristiano y judío tiene que ver con el
desvestirse y vestirse de nuevo. A eso se refieren los textos cuando hablan que
el agua tenía que cubrir al sujeto por completo. El converso se había desnudado
de su vida pasada para revestirse de la nueva creación (Rm 13,12-14; Gal 3,27;
Ef 4,24-25).
 Una vez acabado el bautismo, se le autorizaba
al nuevo miembro participar de la eucaristía en el caso de los cristianos
(Primera Apología 65; TradApos 20,10; 23,1) y de la Pascua como de llevar su
primer sacrificio al templo en el caso de los judíos (M Pesahim 8,8; Keriot
2,1).  
Desde muy temprano el bautismo
cristiano se entiende en relación con el don del Espíritu, fuerza de Dios, que
a la vez implica la negación al culto pagano (del emperador se entiende). Las
consecuencias éticas también son importante, y es que el Espíritu no puede
convivir con el pecado.  Para más detalles:
Oskar Skarsaune, In the Shadow of the
Temple,
p. 359-372.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.