Filón de Alejandría sobre los vestidos del sumo sacerdote (4)

Estudiar las características que le atribuía
Filón de Alejandría a los vestidos del sumo sacerdote nos permite entender un
poco más el enorme poder simbólico (divino y humano) que recaía en este oficio
(aquí, aquí y aquí). Hablando de la coraza (Ex 28,16) Filón dice que representa
a la razón que se manifiesta en el universo, específicamente en las ideas
arquetípicas de las cuales el mundo sensible está hecho,  y en los hombres, esto es en la razón
inmanente en el pensamiento y expresado en el hablar racional. Continuamos
leyendo De Vit. Mos. II, 124-127. En segundo lugar, las doce piedras que van
sobre el pecho, que son de distintos colores y están distribuidas en cuatro
grupos de tres, ¿qué otra cosa pueden significar sino el círculo del zodíaco?
También este círculo, en efecto, dividido en cuatro partes, constituye con tres
signos cada una de las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno,
es decir cuatro variantes cada una de las cuales tiene una duración determinada
por tres signos, y reconocible gracias a las revoluciones que el sol describe
conforme a una ley matemática inmutable, firmísima y verdaderamente Divina
(124). Por lo tanto, dichas piedras se adecuaban también al con toda propiedad
llamado lugar del logos, ya que las variaciones y las estaciones del año se
ajustan a un racional principio de orden y regularidad; y, lo que es más
asombroso, testimoniando a través del cambio estacional su permanencia sin
término (125). Acertado y sumamente apropiado es el hecho de que sean distintos
los colores de las doce piedras, sin que ninguna de ellas sea igual a otra, ya
que también en el zodíaco cada uno de los signos origina ciertos matices
particulares en el aire, en la tierra, en el agua, en los accidentes de éstos y
en todas las especies de animales y vegetales (126).  No es desacertado, por otra parte, el que el
lugar del logos sea doble, pues doble es el logos tanto en el plano universal
como en la naturaleza del hombre. En el universo se da, por una parte,
relacionado con las incorpóreas y arquetípicas formas ejemplares, con las que
ha sido forjado el mundo aprehensible solo por la inteligencia; y, por otra,
vinculado con las cosas visibles, que son imitaciones y copias de aquellas
formas ejemplares, y con las cuales fue construido este mundo sensible. En el
hombre una forma del logos pertenece a su intimidad, en tanto que la otra se
exterioriza en la palabra, siendo la primera como una fuente, de la que la otra
fluye en el acto de la palabra. Aquella tiene por sede la facultad rectora; la
de la expresión oral reside en la boca, la lengua y el resto del aparato de la
fonación (127).

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.