Jesús, David y la piedra ángular

La parábola de los labradores malvados en Lc 20,9-19
termina con una oración enigmática que explica el significado de la misma: Quien tropiece con esa piedra se estrellará,
a quien le caiga encima lo aplastará
(Lc 20,18). Se trata de una
advertencia que tiene como protagonista a la piedra angular.
La piedra
que
desecharon los arquitectos
es ahora la
piedra angular.
Da igual estrellarse contra esta piedra, o que
ésta te caiga encima…el resultado es el mismo, serás aplastado. Es como
escribían los rabinos: si una piedra cae
sobre una maceta, ¡pobre de la maceta! Ahora, si la maceta cae sobre la roca,
¡pobre de la maceta! En cada caso, ¡pobre de la maceta! Entonces quien sea se
aventure a atacar al pueblo de Israel recibirá lo que se merece
(Ester
Rabbah 7,10). Las palabras de Jesús son entonces una amenaza y una profecía. Él
sabe que se le quiere matar, y está advirtiendo que tengan cuidado, él saldrá
victorioso. Ahora, que Jesús sea la piedra queda claro cuando
entendemos que ésta última hace referencia al Rey David. Veamos por ejemplo
como los rabinos comentan el Salmo 118, 22-23. Estos versículos dicen: 22 La piedra que rechazaron los albañiles es ahora la piedra
angular.23 Es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro.
Los rábinos dicen:  los
albañiles se refieren a Samuel y a Jesse. Las palabras “es ahora la piedra
angular” se refiere a David porque él se convirtió en la cabeza, esto es en el
más grande de los reyes
(Midras Hagadol de Dt 1,17).  Jesús es la piedra ángular porque se identifica con David. Jesús está consciente de que es rechazado,
¿pero no lo fue también David en su tiempo? David, a pesar de ser un joven apuesto,  era
el menor, el que tenía el peor oficio, y sin embargo llegó a convertirse en la
piedra angular. En el Salmo apócrifo 151 del Qumrán leemos: Yo era el más pequeño de mis hermanos y el
más joven entre los hijos de mi padre, de tal modo que éste me hizo pastor de
su rebaño…Él envió a su profeta a ungirme, Samuel para hacerme grande: mis
hermanos salieron a recibirlo pues era un persona hermosa. A pesar que ellos
eran altos y de hermosos cabellos, el Señor no los escogió. Por el contrario,
él envió por mí que estaba con mi rebaño y me ungió con oleo santo y me hizo
líder de mi pueblo y jefe sobre los hijos de su Alianza.
Por último, mencionemos que la pretensión de
Jesús tiene además otra arista. Los viñadores no son meros campesinos. Son
personas importantes que han ocupado la tierra en ausencia del verdadero dueño,
Dios es el dueño de la tierra, bajo la condición de pagar una parte de lo
producido.  Como no han respondido a lo
estipulado, ha llegado la hora de ajustar cuentas…el hijo ha venido para ello. Tened cuidado, si os estrellais contra la roca, dice Jesús, saldréis perjudicados. Para más detalles:
Brad H. Young, Jesus the Jewish Theologian, 215-224.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.