Yom Kippur y Eucaristía
Además de la Carta a los Hebreos, varios documentos cristianos antiguos relacionan la muerte y resurrección de Jesús, recordada en la eucaristía, con el Yom Kippur. Las palabras de Jesús en la última cena de acuerdo a Mat.26,26-28; Mc 14,22-24; Lc 22,14-20; y Pablo 1 Cor.11,23-26 ; 1Cor 5,7; 1Cor 15,3 dicen más relación con el Día de la expiación que con la Pascua. Todos estos textos tienen relación con el Siervo de Isaías que en la versión qumránica carga con el pecado de los otros (1QIsaa 52,13-53,12). El siervo mismo era el sumo sacerdote que esparce la sangre expiatoria (Is 52,15) y que es en sí mismo el sacrificio (Is 53,10). El discurso de Pedro en el Templo en Hch 3,13-21 habla del siervo Jesús como señor de la vida que retornará desde el cielo trayendo tiempos de consuelo cuando se cumpla la restauración universal, implicando así la renovación de la alianza eterna que precisamente celebraba el Yom Kippur. La misma posición del altar en las primeras iglesias cristianas, detrás de la línea que separa el cielo y la tierra, tiene relación con el kapporet del santo de los santos donde la sangre expiatoria se ofrecía en el Yom Kippur. Orígenes habla de la eucaristía como el Día de la Expiación en los siguientes términos: Vosotros llegáis dondel el Cristo, el verdadero sumo sacerdote, que ha expiado por vosotros…no hacéis ayuno de la sangre de la carne. Aprended más bien de la sangre de la Palabra y escuchad como os dice «esta es mi sangre que es derramada por vosotros para el perdón de vuestros pecados». Aquel que es inspirado por los misterios conoce la carne y la sangre de la Palabra de Dios (On Leviticus 9.10). Orígenes sugiere que en el Día de la Expiación el cabrito sacrificado era el Señor, el rey (Celsus 6.43 PG XI 1364). La sangre del cabrito era esparcida primero sobre el trono y luego era sacada del santo de los santos para realizar la expiación a través de la purificación y restauración de la creación. En el sacrificio cristiano, y siguiendo el mismo proceso, el vino sustituía a la sangre del cordero (cf. Heb.9.12). El libro de oraciones del Obispo Sarapión utilizado en Egipto hacia mediados del siglo IV habla de la medicina de la vida que sana toda enfermedad y que no es para condenación en relación a la eucaristía que trae el juicio y la renovación como dos aspectos inseparables de la expiación. Sarapión reza para que los ángeles vengan y destruyan al mal; para que se establezca la iglesia luego de la destrucción de Azazel; para que así la asamblea sea de hombres vivos capaces de hablar sobre los misterios inpronunciables; para que nos hagas sabios por la participación de su cuerpo y su sangre. Los hombres vivos son los primeros en resucitar y los que encabezan el reino sacerdotal una vez que el mal ha sido destruido (Ap.20,6). En la epiklesis de Serapión se sostiene la presencia del Señor en el santo de los santos: Oh Dios de verdad, haz que tu Palabra santa venga y habite (epidemesato) sobre este pan, que el pan llegue a ser el cuerpo de la Palabra y que esta copa llegue a ser la copa de la verdad… En la liturgia de Juan Crisostomo éste reza para que los santos misterios puedan traer el perdón de los pecados, el don del espíritu, el acceso al Señor y un lugar en el Reino a través de la sanación del cuerpo y el alma y no de su juicio y condenación. En la Anáfora de Addai y Mari se reza por la iluminación y se espera la remisión de los pecados, el perdón de las ofensas, la esperanza de la resurrección y la nueva vida en el Reino. Todos estos temas tienen relación con la renovación de Alianza eterna de acuerdo al Yom Kippur. La epiklesis de Hechos de Tomás 27, como la de Serapión, también se dirige directamente al Cristo y le pide que venga sobre el pan. Todos aquello que han sido ungidos con el bautismo perciben una forma humana y reciben el pan de la eucaristía. No será sino hasta Cirilo de Jerusalén, en la mitad del cuarto siglo, cuando la epiklesis se dirija a la Tercera Persona, es decir se proclame una oración al Padre para que envíe su Espíritu sobre el pan y el vino. No es el caso de Irineo que señala que si la copa ha sido mezclada y el pan hecho se recibe la Palabra de Dios y llega a ser la Eucaristía, el cuerpo y la sangre de Cristo... (Against Heresies 5.2.3. PG 7. 1125 also 1127). Lo mismo Orígenes que comentando sobre la Eucaristía dice que la consagración se daba por la palabra de Dios y por la oración (citando 1 Tim.4.5), donde palabra se entiende como la segunda persona (On Matthew 11 PG 13 948-9). El mismo Atanasio enseñaba que después de las grandes oraciones e invocaciones santas, la palabra descendía al pan y al vino y éstos llegaban a ser su cuerpo (Sermon to the Baptised PG 26.1325). Jacobo de Serug escribía en el siglo VI , juntos con el sacerdote, todo el pueblo ruega al Padre para que éste envíe a su Hijo, y que éste descienda sobre la oblación. Germano de Constantinopla a inicios del VIII escribe en La divina Liturgia los detalles simbólicos del Templo junto con los de la vida de Jesús. El autor se refiere al Jardín del Eden representado en el gran hall del Templo como la Iglesia: La Iglesia es un cielo terrenal donde el Dios supra celestial habita y camina (Liturgía 1). Luego de comparar la cueva donde Jesús nació y la tabla donde fue colocado su cuerpo al morir, señala que la tabla santa es también el Trono de Dios sobre el cual, llevado por los querubines, él descansa en el cuerpo…el altar es y se le conoce como el altar celestial y espiritual donde los sacerdotes terrenos y materiales asisten y sirven siempre al Señor representando a los poderes espirituales y jerárquicos (Liturgia 4, 6, también 41). La mesa santa, el altar espiritual, correspondía al kapporet sobre el arca, el trono donde la sangre del Señor era ofrecida por el sumo sacerdote el día del Yom Kippur. También existía una separación que correspondía al velo del templo que separaba al santo de los santos sólo accesible a los sacerdotes (Liturgia 9). Habrían 24 presbíteros correspondiendo a los poderes de los serafines (c.f. Ap.4,4) y siete diaconos como imágenes de los poderes angélicales (c.f. Ap.4,5, Liturgia 16, Cánticos del sacrificio sabático, Juan Crisóstomo [Sobre el sacerdocio 6.4.45-50]).
Otro paralelo interesante entre la eucaristía y el Día de la Expiación se encuentra en la manera en como se preapara el pan. En el Yom Kippur, de acuerdo a la carta de Barnabás, que difiere en este punto de Misná, el sumo sacerdote abre el cabrito que se ofrece por los pecados y selecciona las partes sacrificables (Lev.4,8-10) que quemar sobre el altar antes de enviar el resto para ser quemado fuera del Templo (m. Yoma 6.7; más confuso es Heb.13,10-13). Barnabás señala que la gente consume la res muerta, pero los sacerdotes que tienen las porciones sacrificadas, las mezclan con vino agrio: Que la gente coma el cordero que es ofrecido por sus pecados, pero notad esto cuidadosamente, que los sacerdotes, y nadie más que ellos, coman de sus partes internas, sin limpiar y con vinagre. ¿Por qué esto es así? Porque «cuando yo entregué mi cuerpo por los pecados de mi nuevo pueblo, vosotros me distéis de beber visícula y vinagre(Barn. 7). Esto quiere decir que para Barnabás, un levita de acuerdo a Hch 4,36, la cruxifición de Jesús era un sacrificio por los pecados. Este sacrificio se simboliza también a través del vinagre que Jesús bebe (Jn 19,29) y del vinagre de la porción sacrificada que comen los sacerdotes. En la eucaristía una porción de pan es removido al modo de un sacrificio constituyendo el pan santo o el cordero. La función del pan en el templo es difícil de definir. Doce pedazos del pan de la precencia (o del rostro) se colocaban sobre una mesa de oro en el Gran Hall del Templo, junto con incienso y ofrendas bebibles (Ex.25,29-30). El pan era santo mientras estaba en el Templo (m.Shekalim 6.4). Los pedazos eran comidos por el sumo sacerdote cada sábado. En la liturgia copta jacóbita se preserva la tradición del pan de la presencia: Señor Jesúcristo…el pan vivo que ha bajado del cielo…has que tu rostro brille sobre este pan y sobre esta copa que han sido puestos sobre tu mesa sacerdotal.
A pesar que no conocemos textos que nos hablen sobre el misterio del santo de los santos y de cómo la presencia del Señor estaba presente en este lugar, para los sacerdotes que oficiaban debió haber sido conocido y parte de esas tradiciones pasaron al cristianismo primitivo. Ignacio de Antioquía escribe que nuestro sumo sacerdote es más grande que los antiguos porque le ha sido confiado el santo de los santos y sólo a él los secretos que Dios le ha encomendado (Phil.9). Clemente de Alejandría condena a las personas que hacen un uso perverso de las palabras divinas…ellos no entran, como nosotros entramos, a través de la tradición del Señor corriendo el velo (Misc.7.17). Los verdaderos maestros han preservado la bendita tradición que proviene directamente de los santos apóstoles (Misc.1.1) y esta tradición ha sido impartida de manera no escrita por los apóstoles (Misc.6.7). Y es que hay misterios que no se revelaron en el Antiguo Testamento pero que el Señor reveló a los apóstoles y otras cosas que fueron transmitidas entre los hebreos de manera no escrita y que también se impartieron (Misc.5.10). Muy probablemente todas las enseñanzas concernientes al Templo, al sumo sacerdocio y el Yom Kippur fueron parte de estas tradiciones. Para más detalles: Margaret Barker The Revelation of Jesus Christ, Edingburgh 2000.