Santiago, el hermano del Señor (I)
Varios «Santiagos» aparecen en los evangelios. Tenemos que distinguirlos para no confundirlos con el hermano del Señor. Primero está Santiago hijo del Zebedeo, hermano de Juan y uno de los doce (Mt 4,21; Mc 3,17; Hch 1,13a). Este discípulo será testigo junto con Juan y Pedro de la transfiguración de Jesús (Lc 9,28ss); se enojará por la falta de hospitalidad de los samaritanos y propondrá que caiga fuego del cielo para castigarlos (9,58); junto con su hermano solicitaran los puestos de honor en el reino (Mc 10,35-45).
Segundo encontramos a otro discípulo de nombre Santiago hijo de Alfeo (Mc 3,18; Mt 10,3; Lc 6,15; Hch 1,13b). De este discípulo no sabemos nada porque sólo aparece en los listados de los doce. Sin embargo es muy probable que se trate de la misma persona que Santiago hijo de María (Mt 27,56; Mc 16,1; Lc 24,10) de lo cual podríamos inferir la cercanía de su madre con Jesús; de la existencia de sus hermanos y hermanas (aunque en este caso las fuentes no están de acuerdo); y su sobrenombre de Santiago el pequeño o el joven (Mc 15,40).
Tercero está Santiago el padre del discípulo Judas de acuerdo a la tradición lucana (Lc 6,16a; Hch 1,13c).
Finalmente tenemos los textos relacionados con Santiago el hermano del Señor. Ya hemos visto que la primera mención que se hace de su persona es cuando en Nazaret la gente sorprendida se pregunta si Jesús no es acaso el hijo de María, y hermano de Santiago, de José, Judas, y Simón (Mc 6,3; Mt 13,55). Este texto se complementa con la intensión de los familiares de Jesús de llevarselo a la fuerza porque consideraban que estaba fuera de sí (Mc 3,21). Durante el resto de la vida pública de Jesús no escucharemos nada más de Santiago. Por lo tanto no es aventurado señalar que éste no simpatizaba con el liderazgo e ideas de su hermano.
Sin embargo, algo debió haber sucedido después de la muerte de Jesús porque muy pronto se le reconoció una autoridad muy importante en la Iglesia de Jerusalén. En los Hechos se reconoce implicitamente su presencia en Pentecostés en 1,14 y se le asocia con el liderazgo de la Iglesia de Jerusalén en 12,17 y en 21,18. Pablo lo identifica como el hermano del Señor (Gal 1,19) que reside en Jerusalén (Gal 1,18-19; 2,1). Más importante, Pablo, renuente a reconocer otra autoridad distinta a la recibida por revelaciones no mediadas, menciona a Santiago como pilar (seguramente del nuevo Templo constituido por los creyentes) junto con Juan y Pedro; se refiere a él como apóstol (Gal 1,19) (aunque Lucas no le reconoce su condición de apóstol, sólo la de lider de la Iglesia); reconoce su influencia sobre Pedro (Gal 2,12). Esta autoridad sobre Pedro se confirma cuando, según Hechos, éste manda a decir a Santiago que ha sido liberado de la cárcel y deja Jerusalén (dando a entender que no habrá vacío de autoridad) (Hch 12,17). La autoridad de Santiago debió haber sido reconocida no sólo por el cercano parentezco con Jesús, sino que también porque fue depositario de las visiones del resucitado (1Cor 15, 7). Esto nos puede dar una idea del tono que pudieron adoptar los desacuerdos entre Pablo y Santiago respecto a las condiciones que debían acompañar la incorporación de los gentiles al verdadero Israel. Ambos eran personas de gran liderazgo. Desgraciadamente conocemos sólo una perspectiva de esos conflictos, la que nos ha llegado de las cartas paulina. En estas el apóstol de los gentiles aboga a la incorporación casi incondicional de los gentiles en el movimiento, en contra de Santiago y sus seguidores mucho más comprometidos con el cumplimiento de algunos elementos claves de la Ley como condición para la incorporacón de los gentiles al pueblo de Dios. Pablo habla de ciertos hombres que vienen de Santiago que asocia con el partido de la circuncisión (Gal 2,12).
Como sea, tenemos otros testimonios sobre Santiago que nos lo muestra como un hombre justo y bueno a ojos de los judíos. Josefo en sus Antigüedades XX, 197 (93-94 d.c) menciona a Santiago en contraposición del sumo sacerdote Anás (hijo del Sumo Sacerdote Anás de los evangelios) a quien califica de bruto, que seguía a los saduceos, que eran unos desalmados cuando pronunciaban juicio. En un momento en que Judea se encontró en un vacío del poder romano Anás hizo juzgar a Santiago el hermano de Jesús que era llamado Cristo y a otros acusándoles de haber quebrado la ley y haciéndoles apedrear. Es de notar varios elementos en este testimonio. Primero, según Josefo menciona que judíos observantes de la Ley (posiblemente fariseos) defendieron a Santiago. Segundo, de entre los lapidados sólo se menciona con su nombre a Santiago lo que significa que él y su liderazgo eran reconocidos. En ese mismo sentido Hegesippo en su Historia Eclesiástica (2,23) presenta a Santiago como una prominente figura relacionada con su pureza y la estricta observancia al Templo. La piedad de Santiago puede explicar su posición respecto a la misión con los gentiles en Hch 15, 20.29 en orden a que ésta se realize de acuerdo a la Ley. En ese sentido Santiago informa a Pablo sobre los rumores que alarmaban a los hermanos judíos celosos por la Ley obligándole a realizar rituales de purificación delante de la gente (Hch 21,17-26).
El nombre de Santiago, el hermano del Señor, inspiró muchas ramas del cristianismo primitivo. Algunas entraron en nuestro canon, otras si bien no lo hicieron han inspirado la espiritualidad devocional cristiana de manera patente, y otras serían tildades de herejías para perderse con el paso del tiempo.