Resurrección,carismas y poder de Dios .
En varias entradas he relacionado la resurrección de Jesús con la transformación del mártir y justo cuando sube a los cielos y es vindicado por Dios. El visionario ha contemplado a Jesús constituido en Señor y sentado a la derecha del Padre. Este es el primer kerigma cristiano (1Cor 15, 3-8; Hch 2, 23-28. 30-32) que no se transmite al modo de un contenido doctrinario sino que se comunica a través de la experiencia del poder (energon) y milagros (dinamis) que todos los que creen en Jesús transformado han experimentado. Más que comunicar un contenido dogmático (que también lo hace), las primeras comunidades comparten una experiencia que deriva de la transformación de Jesús y que consiste en vivir el poder de Dios (1Cor 2, 5; 4,20; Gal 3,5). De esto habla Pablo en Rm 15,18-19: Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, en palabra y en obra, 19 con el poder de señales y prodigios, en el poder del Espíritu; de manera que desde Jerusalén y por los alrededores hasta el Ilírico he predicado en toda su plenitud el evangelio de Cristo.
El poder y los milagros de Dios, si bien derivan de un mismo Espíritu dispensado por el resucitado, se manifiesta en distintos carismas. Estos carismas siempre se entienden como dones, y por lo tanto no son merecidos por tal o cual mérito, tampoco responden al oficio que realiza la persona, ni son el fruto de un talento especial del sujeto. Así, hoy puedo recibir el poder de Dios para hablar en lenguas (como expresión de las lenguas angélicales), pero mañana bien puedo guardar silencio. No hay una lista exhaustiva de carismas presentes en las comunidades paulinas, pero a través de sus cartas podemos nombrar algunas: profecías (Rm12,6-8; 1Cor 12,8-10; 13,1-2; 14,1-6.22.24.26.30 ; 1Ts 5,19-22); glosalía (1Cor 12, 10.30; 13,1.8; 14, 2. 4. 9. 13. 15.19. 22.39); interpretación de la glosalía (1Cor 12,10.30; 14,5. 13. 26.27); sanación (1Cor 12, 9.28.30); fe (Rm 12,3.6; 1Cor 12,9); revelaciones (Rm 16,25; Ef 3,3; Col 1,26); visiones y extasis (2Cor 12,1); conocimiento y sabiduría (1Cor 1,30; 2,6-9; 8,4; 14, 6. 30); consejos (Rm 8,14; 12,2; 14,22; 1Cor 9,21; Gal 5,16.18.25; 6,2; 2Cor 3,3; Flp 1,10; 3,3); proclamación ( 1Ts 1,5; 1Cor 2,4); discernimiento de espíritus (1Cor 12,10); cantos (1Cor 14,15; Flp 2, 6-11; Col 1,15-20; Ef 5, 13.18); oraciones (Rm 8, 15-17; 1Cor 11, 4-7. 13; Gal 4,6); servicio (Rom 12,7; 2Cor 3,8; 4,1; 6,3; 11,8); generosidad y cuidado (Rom 12,8; 1Cor 13,3); ayuda y guía ( Rom 12,8; 1Cor 12,28; Flp 1,1).
Un paralelo significativo de los carismas paulinos lo encontramos en el apócrifo eslavo El Testamento de Job donde leemos: A estas palabras se levantó una de las tres hijas, la llamada Hemera, y se ciño como le había dicho su padre. Recibió otro corazón, de modo que ya no pensaba en las cosas terrenas. Pronunció palabras solemnes en la lengua de los ángeles y entonó un himno a Dios, al igual que los himnos de los seres angélicos. Y mientras entonaba los himnos, permitió el Espíritu que quedaran grabados en sus vestidos. Entonces se ciñó Casia, y se le cambió el corazón, de modo que no podía ya preocuparse de las cosas terrenales. Su boca se expresaba en el dialecto de los príncipes celestes y glorificó la obra del Alto Lugar. Si alguno desea conocer la Obra de los cielos podrá encontrarla en los Himnos de Casia (capts 48-49).
Esta manera experiencial de acceder al poder de Dios y al espíritu del resucitado está estrechamente relacionada con el tema del conocimiento en la comunidades paulinas. Los cristianos sentían que tenían acceso a un conocimiento especial y privilegiado de las realidades celestiales que les rozaban. No es raro imaginar que cuando profetizaban era el propio Jesús resucitado quien se manifestaba a través de ellos; cuando hablaban en lenguas lo hacían en las de los propios ángeles; cuando cantaban o proclamaban, eran palabras inspiradas por los seres celestiales. También es imaginable que muchos cristianos hayan alardeado del conocer, por una parte, la vacuidad de los dioses paganos en relación al único Dios verdadero (1Cor 8,4), y por otra, el movimiento y funcionamiento interno del cosmos (1Cor 8,2). Es probable que es a este grupo de cristianos a los cuales Pablo se refiere con el apelativo los espirituales, quienes de alguna manera acentuaban la realidad de la resurrección aquí y ahora. De allí que el apóstol conteste apuntando a que la verdadera sabiduría y poder de Dios se manifiesta sólo en Cristo resucitado (1Cor 1,23). Les recuerda, además, que no eran precisamente la creme de la creme (1Cor 1,26-29). El conocimiento es importante, pero siempre supeditado al espíritu de Cristo (1Cor 2,9-10; 3,18), a la autoridad de Pablo (1Cor 4, 15-16; 12, 7.13; 14,2), y al amor (1Cor 13)