Resucitar en cuerpos espirituales…
En 1 Cor 15,35 Pablo hace la siguiente pregunta: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Esta candente cuestión para la comunidad de Corintos es abordada a partir de distintos ejemplos que enfatizan la continuidad-descontinuidad entre nuestros cuerpos mortales y los cuerpos resucitados (o transformados). Finalmente en el versículo 44, Pablo establece un contraste entre el cuerpo natural en el que vivimos y el cuerpo espiritual con el que resucitaremos. Pero, ¿a qué se refiere Pablo con el cuerpo espiritual? ¿No parece más bien una contradicción al cuerpo del Jesús resucitado que en los sinópticos come, bebe, y es tocado por sus discípulos? En esta entrada reproduzco la perspectiva de Alan Segal, la que comparto, respecto a este tema: ¿qué significa para San Pablo el cuerpo espiritual? En definitiva, ¿cómo piensa San Pablo que resucitaremos?En primer lugar, A. Segal cree que el aoristo pasivo utilizado por Pablo para referirse a las apariciones de Jesús (wfthe) a los discípulos como a sí mismo (1Cor 15, 5-8) es signo de visiones más que la presencia física o natural de Jesús. El aoristo pasivo se traduce mejor como (Jesús) «fue visto por» más que «se apareció a tal o cual». Más aún, esta experiencia visionaria de Pablo tiene que ver con su transformación al modo de lo contemplado, en este caso del cuerpo glorioso de Jesús. Esa experiencia está detrás de expresiones como la que encontramos en Flp 3,21: Él transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al suyo. Esta relación entre las visiones de Pablo y el cuerpo glorioso de Cristo está a la base de experiencias místicas como la de 2Cor 12, e implícitamente la de Rom 12,2. Esta relación está explícitada también en 2Cor 3,18-4,6 donde leemos por ejemplo: nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen (3,18); porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo (4,6). Esta experiencia visionaria del resucitado hunde sus raíces en la visión de Dn 12,3 en donde se nos dice, hablando de la resurrección, que los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que enseñan la justicia como las estrellas a perpetua eternidad. El resplandor o el ser como estrellas se refiere a la naturaleza angelical.Esta idea de la resurrección sería, además, consecuente con las mismas creencias del Jesús histórico, tal como lo expresaría el relato de Mt 22,30 donde Jesús contesta a los saduceos que en la resurrección no se casarán o se darán en casamiento, sino que serán como ángeles de Dios en el cielo. Además, esto equivaldría, más o menos, a recobrar la gloria o similitud divina que Adán perdió cuando pecó. Pablo expresa esta similitud con la divinidad en términos cristológicos: en Cristo no hay más esclavos o libres, judíos o gentiles, hombres o mujeres (Gal 3,26-28). Como sea, el punto es que Pablo ha contemplado el cuerpo glorioso del resucitado y tiene la convicción que una vez que llegue su turno en la resurrección se asemejarán. Sin embargo, a pesar de la espera, la anhelada transformación ya ha comenzado en la medida que su vida se hace a la de Cristo en sus sufrimientos, y en las visiones y experiencias místicas que le acompañan.
A. Segal también enfatiza la diferencia de esta manera de entender el cuerpo espiritual del resucitado con los relatos evangélicos. Un buen ejemplo es el texto de Tomás el incrédulo en Jn 20, 24-29 donde el punto central gira en torno a la naturaleza física del resucitado. ¡A Jesús se le puede tocar porque su cuerpo es como el nuestro! Creo que Segal tiene razón cuando señala que tal enfazis bien puede entenderse en un contexto de polémica contra ciertas concepciones espiritualistas de la resurrección como las que más tarde estarían presentes en el Evangelio de Tomás. Como sea, ya estamos en otra generación cristiana, donde la primera experiencia del resucitado a dado paso a una sistematización más dogmática del contenido de nuestra fe. De allí que el cuarto evangelio apunte tanto al creer.
La idea paulina del cuerpo espiritual será desarrollada posteriormente por Origenes quien cree que el cuerpo mortal tiene que cambiar para poder habitar los cielos, cuerpos como los de los ángeles, etereos y brillantes como la luz (Origen, De Principiis en Colected Works p.294). También sugiere que carecera de edad, sexo, y que se pueden olvidar de sus relaciones en la tierra.