Nous, conocimiento y el Testamento copto de Job
Ya en otra entrada presentaba el Testamento copto de Job apócrifo cristiano que aunque en estado fragmentario es muy valioso. No me voy a repetir en la presentación del texto, sólo quiero enfatizar un elemento que me parece interesante: esa relación entre la conversión del sujeto, en este caso Job como rey de Egipto, y la restauración de la salud de su entendimiento que coincide con el abandono de la idolatría. Job promete fidelidad total a Dios, fidelidad hasta la muerte, la que explica que corra al templo del ídolo y lo dejará caer al suelo (5,1-2). Luego viene todas las calamidades, enfermedad, pobreza, mendicidad, y a pesar que el demonio tienta a Job a renegar de Dios, éste inciste: «Tengamos ahora paciencia, hasta que el Señor tenga piedad de nosostros y nos muestre su misericordia» (26,4-6). Luego de veinte años de sufrimientos los reyes vecinos le visitan, pero les es imposible reconocerlo: «¿Eres tu Jobe, el de la gran Gloria? ¿Dónde está la gloria de tu trono? ¿Dónde este aquel de los 7 mil ovejas que vestían a los pobres? ¿Eres tu Job, aquel de la gran gloria? ¿Dónde esta la gloria de tu trono? ¿Eres tu Jobe, aquel de los 3 mil camellos que llevaban bienes a los pobres?» (32,2). En este dialogo entre Job y los reyes vecinos, que por lo demás está cargado de un contenido cristológico claro (kenosis), Job responde: «¡Callad! Ahora yo os diré acerca de mi trono. Mi trono está en las realidades de arriba, el lubar que es el origen de todas las cosas. Su gloria y su belleza está entre los santos del Reino. Vosotros preguntáis sobre el Reino, aquí, abajo, en la tierra. Yo les digo que mi trono está en los cielos. Su gloria y su belleza están en el Reino celestial del Padre. Mi trono está en la realidad sobrenatural. Su gloria y su belleza está en la derecha de mi Padre. Mi trono es eterno. Su gloria y su belleza no tienen defectos» (33,2-3). Lo impresionante es que Job, habiendo restituido su nous escapando de la idolatría y reconociendo a Dios, se hace semejante a Cristo en su kenesis y exaltación. La reacción de los reyes, todos idolatras, es la ira. Eliphas, por ejemplo, estaba furioso : «¿Para qué o qué hemos ganado viniendo para acá para consolarlo y confortarlo? ¿Para qué nos hemos preocupado nosotros, nuestros ejércitos y nuestros soldados?» (34,1). Entre las reacciones de los reyes es interesante la de Baldad que cuestiona precisamente la salud mental de Job: «Nosotros somos personas cuyas mentes normalmente permanecen estables y que ahora aparecen confundidas […] Ahora, entonces, no decaigamos, por el contrario, seamos pacientes con él y entendamos exactamente en qué estado se encuentra. ¿Tal vez su mente se ha retirado? ¿Puede ser que él recuerde su riqueza que le rodeaba? ¿Puede ser que se ha vuelto loco y su mente le ha dejado mientras él se encuentra en medio de este sufrimiento? Porque nosotros siendo fuertes, sentimos una gran furia al recordar la gran gloria que él gozaba antes. No hay nadie que pueda soportar tal prueba sin odio» (35, 4-5). Sin embargo, Job vuelve a enfatizar: «Mi mente no se imagina las cosas de este mundo, no confía en ellas, porque este mundo es inestable junto con todas las cosas que habitan en él». Los reyes siguen preguntando sobre la mente de Job, para llegar a la conclusión de que es estable (en contraposición a la inestabalidad de la realidad). Job, sin embargo, no pierde la referencia a Dios: «Mi salud es a través del Señor, el médico de todos los médicos»(38,38). Al final de la conversación Dios aparecerá en una nube de luz. De nuevo, Job se revela como Jesús el sumo sacerdote cuyo sacrificio nos redime. «Cuando el Señor [habló] en la nube de luz, también [los cuatro reyes lo oyeron] mirando hacia el cielo. 42:4Después de que el Señor terminó de hablar [a mí, él] también habló con Eliphas [diciendo]: 42: 5 «Has pecado, tú y [también] tus dos [camaradas], porque no has habladoVerdaderamente como mi siervoJob. 42: 6 Pero levántate y deja que [traiga] el sacrificio por [usted], para que yo le perdone su pecado. Si no fuera por [Job], no tendré piedad de ti».