Las fórmulas bautismales en las comunidades paulinas y el recobrar la imagen perdida
Las fórmulas bautismales en las cartas paulinas (ver: http://tomasgarciahuidobro.com/?p=478http://tomasgarciahuidobro.com/?p=419 ) tienden a la unificación simbólica de los opuestos. En Gal 3,28 se trataría de los judíos/griegos; esclavos/libres; hombres/mujeres. En 1Cor 12,13 se trataría de los judíos/griegos y de los esclavos/libres. En Col 3,11 se trataría de los judíos/griegos; circuncisos/no circuncisos; bárbaros/escita; esclavo/libres. Esta unificación se produce cuando el creyente es bautizado en Cristo o en un cuerpo, revistiéndose en Cristo o en el nuevo hombre. En Gal 3,28 (Ya no se distinguen judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos ustedes son uno con Cristo Jesús) es interesante constatar que sólo la unidad judío/griego es útil para el argumento de la Carta. El resto de los pares (hombre/mujer, esclavo/libre) deben corresponder a una fórmula bautismal que la comunidad asociaba con la escuela paulina. No podemos dejar de anotar las reminiscencias de la dualidad hombre/mujer con Gn 1,27 , lo que nos lleva de nuevo a la idea del nuevo Adán (nuevo hombre: Col 3,10; Ef 4,22) o nueva creación. Al mismo tiempo habría una referencia a Gn 2,21-22 con una explícita superación de la dualidad primigenia. Se restaura, así, la imagen de Dios en el nuevo Adán, en Cristo. Escritos tempranos del Talmud reconocían la traducción griega del Gn 1,27. 52 como hombre y mujer le creo. Una tradición midrásica interpreta el Sal 139,5 subrayando que Tú me has sondeado por delante y por detrás hace referencia a los aspectos masculinos y femeninos del primer andrógino. El mundo simbólico, entonces, supone el desvestirse o poner a un lado el hombre viejo (Col 3,9; Ef 4,22) para revestirse de Cristo. Estas fórmulas bautismales debieron haber sido dramatizadas con un desvestirse, inmersión, vestirse, pasando de este mundo ordinario a una creación nueva. En cuanto a los vestidos otro texto importante es Gn 3,21 donde se menciona a los vestidos que se ponen Adán y Eva después del pecado, y que se interpretarían como los vestidos de carne que el hombre vistió después de la caída y que reemplazaron los vestidos de luz que portaban antes de la desobediencia. El desvestirse de estos vestidos en el bautismo implicaría el recobrar la imagen perdida en el nuevo Adán, el obediente por antonomasia.